Tributo cristalino
Desde la laguna del Diamante hasta el Parque Provincial Aconcagua, un viaje entre paisajes únicos y reservorios de agua imprescindibles
4 de marzo de 2012
MENDOZA.- El agua de la ducha sale fría. El conserje nos recomienda dejar por veinte minutos el grifo abierto hasta que levante temperatura. "Todos los huéspedes quieren ducharse a la misma hora, así no hay caldera que aguante", justifica. Veinte minutos de grifo abierto en una provincia donde el agua es todo: la propuesta suena absurda.
Hay que entender el sistema hídrico local para conocer en detalle la provincia. Siglos de encauzar este recurso, de administrarlo para la agricultura y la industria, de consumirlo, disfrutarlo y, en casi todos los casos, también cuidarlo. "Hay que seguir creando conciencia", opina Ricardo Yacante, jefe de los guardaparques de Mendoza, que nos acompañará a la laguna del Diamante al día siguiente de nuestro arribo.
El uso racional del agua en la región tiene origen prehispánico. La misma capital fue emplazada en territorio donde los huarpes -pueblo agricultor- habían creado un sistema de riego que aprovecharon los colonos y, especialmente, los mendocinos. Incluso el término Cuyo proviene de uno de los dialectos huarpes y significa arenal , aunque algunos creen que viene del araucano y quiere decir país de los desiertos . En cualquiera de los casos, la aridez está a la vista.
Qué sería de los viñedos, las frutas y el aceite de oliva; qué de los paisajes y la vida cotidiana en cada rincón y diferentes épocas. Hasta José de San Martín se abasteció de la energía hídrica y la organizó en sus tiempos de gobernador de Cuyo, de 1814 a 1816. Más tarde, la ley de aguas de 1884, que aún rige su uso local, consolidó la estructura de los oasis provinciales desde la formación del Departamento General de Irrigación. Agua es futuro , reza el slogan de esta entidad, preocupada especialmente ahora por los bajos caudales en los ríos de la provincia.
Diamante en bruto
Después de una ducha rápida en el hotel, el primer destino es una de las reservas naturales más preciadas de la provincia y uno de sus mayores reservorios de agua. Laguna del Diamante está a unos 220 km de la capital, primero por la asfaltada RN 40, hasta Pareditas, y luego por ripio, cuando el camino se vuelve desolador.
Apenas si nos cruzamos con tres o cuatro autos en ese tramo. Cuesta imaginar al piloto francés Henri Guillaumet, que caminó durante siete días por la zona -su avioneta había caído junto a la laguna- perdido y balbuceando en francés, hasta que lo rescató un lugareño (Juan Gualberto García, que tenía 14 años entonces y falleció en diciembre de 2011, a los 95).
El refugio Alvarado es el punto de ingreso a la reserva. Los guardaparques cuentan qué se puede hacer en el lugar: pesca, andinismo, recreación. Cuesta $ 20 el acceso por día por persona. A partir de allí, el paisaje es único. Se superan los 4000 msnm, aparecen guanacos y se cruzan vegas altoandinas, que también reservan agua. Cada subida parece llevarnos a la cima del mundo.
El trayecto final es de 36 km, exigente para vehículos de tracción simple, aunque no excluyente: lo importante es que no sean coches muy bajos y se encuentren en buenas condiciones.
Ricardo, jefe de los guardaparques, nos cuenta la historia de soldados atrapados en una tormenta de nieve. Hay un monumento que les rinde tributo. El clima puede cambiar rápidamente en la zona y ser una trampa insalvable si se subestiman los pronósticos. Por eso, él recomienda atender también las señales de la naturaleza. "Cuando las tropillas de guanacos forman fila, por ejemplo, y comienzan a bajar la montaña hay que salir lo antes posible; en unas horas habrá un temporal", asegura.
La última curva deja ver el turquesa increíble de la laguna del Diamante, a 3250 msnm. Detrás, el volcán Maipo completa un paisaje de ensueño. De forma triangular, alcanza los 5323 msnm y se refleja en el agua formando el diamante que le da nombre al lugar.
Con los pies en el agua hay unos veinte pescadores. Tienen botas térmicas y mamelucos para aguantar los 5°C a 8°C de la laguna (en verano). Los pescadores suelen ser mayoría, pero llegan cada vez más familias desde que mejoraron el acceso e instalaron baños públicos.
La reserva está abierta al turismo de diciembre a marzo, pero puede cerrar si el clima es malo. Pasar la noche y disfrutar de las estrellas es ideal después de tanto viaje. No hay hoteles ni refugios, pero se puede acampar "con responsabilidad -sugiere Beto, uno de los guardaparques del área-. Estamos en alta montaña, no alcanza con tener una carpita de 35 pesos comprada en el súper. Muchos terminan durmiendo dentro de los autos, porque los despierta el frío a mitad de la noche".
Algunos viajeros eligen hospedarse en el cercano Valle de Uco, disfrutar de ese oasis apacible donde muchos pobladores se han organizado contra proyectos de minería o creado propuestas de turismo rural muy relevantes, como los Caminos de Altamira ( www.caminosdealtamira.com ), en San Carlos.
Aconcagua, la base
El segundo destino es el Parque Provincial Aconcagua, en el noroeste de Mendoza, ícono que recibe 7000 visitantes cada temporada de verano. Es también, por sus glaciares, un reservorio único de agua dulce.
Nuestra visita es al campamento Horcones, donde Rubén Massarelli, jefe de la reserva natural, comenta que el 80% de los que llegan por actividades de montaña es extranjero. "Es el mayor pico de Occidente y una montaña muy barata para los que intentan el ascenso. Por una excursión al Everest pagan hasta 50.000 dólares; acá, apenas 700 por un permiso que incluye servicio de guardaparques, helicóptero de emergencia, médicos en los campamentos..."
Hay cuatro tipos de permiso de ingreso. Por un día cuesta 25 pesos, para un paseo delimitado para conocer, por ejemplo, la laguna de los Horcones. El trekking corto es a Confluencia, en un trayecto de cuatro horas hasta el campamento, con la idea de pasar ahí dos noches. "En general vas hasta plaza Francia al día siguiente de llegar, para adaptarte a la altura. Subís a 4200 msnm y volvés a dormir a 3340 msnm, que es la altura de Confluencia. La segunda razón para ese ascenso es que en el camino te sacás la mejor foto del Aconcagua", agrega Massarelli. El trekking largo es de 7 días y el permiso de ascenso, de 20. Las tarifas están en www.aconcagua.mendoza.gov.ar
Menos del 30% de los que se proponen subir llega a la cima. La última temporada, 3500 personas compraron permisos de ascenso y 1000 lo lograron. Pero Aconcagua es mucho más que llegar o intentarlo. El fin de Areas Naturales Protegidas es cuidar principalmente de los glaciares en estos tiempos de calentamiento global y nieve escasa, que se siente de manera contundente hace cinco años. "La provincia -concluye Yacante-ha logrado quebrar su destino de desierto para convertirse en una de las más ricas del país. Pero el futuro depende de la Cordillera y sus glaciares."
La actividad empezó esta temporada un poco más familiar. Con los caudales bajos del río Mendoza, el rafting de grado 3 a 4 que se realiza en un tramo previo al dique de Potrerillos tiene menos de velocidad. Pero igualmente hay mucha acción, ya que los guías se las ingenian para atravesar los rápidos de manera que todos puedan sentir adrenalina durante los 12 km del recorrido.
El rafting es un clásico del turismo en Mendoza y lo curioso es que este río arrastra sedimentos que le quita transparencia al agua, de manera que la bajada tiene sabor a aventura y también sabor a barro. Dura una hora y resulta una experiencia no tan extrema, pero muy divertida. Cuesta 145 pesos por persona en Argentina Rafting ( www.argentinarafting.com ), que tiene también travesías extremas.
Petrificados en un puente
El hijo de un rey inca estaba muy enfermo cuando comenzaron los rumores de que, al sur del imperio, había aguas con poderes curativos. En una expedición decidieron cargarlo. Pero al llegar al lugar se encontraron con un cañadón entre ellos y las vertientes de aguas termales. Los súbditos se unieron entonces en un puente humano y le dieron el acceso al rey, con su heredero en brazos. Cuando el mandatario se dio vuelta para agradecerles, ellos estaban ya petrificados, según la leyenda.
El Puente del Inca es una curiosa formación rocosa que forma un puente sobre el río Las Cuevas. Tiene 48 m de longitud, 28 de ancho y 8 de espesor, a 27 m sobre el río. Del puente cuelgan estalactitas y, en invierno, agujas de hielo.
Casi no queda nada del hotel Puente del Inca, de 1917, muy lujoso y de alta montaña. Cada habitación poseía su propio baño termal.
Hoy viven unas 60 personas en el lugar, mayormente artesanos, en un puñado de casas en la zona, que fue estación terminal de ferrocarril.
Los guardaparques conservan aquí el monumento, que está en una condición crítica por la erosión y las grietas. No se puede cruzar, pero vale la pena visitarlo.
Rafting, un clásico diferente