Me casé hace un año. Exactamente el 15 de octubre de 2010. Pero bastante antes, hace tres años, lo elegí como el hombre que quiero que esté a mi lado para compartir mi vida. Como dice el refrán, lo elegí para las buenas y para las malas. Y hoy, en el balance, las malas junto a él siempre tienen caras de buenas.
Viví con Manuel antes de casarme, por eso creo que no fue un mega cambio esto de empezar a convivir con una persona y verse a la cara cada día (en las buenas y en las malas). Pero sí creo que el casamiento te cambia, porque más allá de las creencias que cada uno pueda tener es un gran desafío, ¿ahora más explícito?, mantener viva a la pareja todos los días.
Pensé en escribir este post simplemente para compartir que soy feliz por estar con él en esta vida que por momentos es tan solitaria y con un trabajo que demanda muchísimo de mí y de nosotros dos. Manuel se convirtió en la gran antena hacia mi interioridad y la normalidad de la vida dentro de este mundo agitado que transito y que él, por su parte, también vive. Porque también viaja sin parar y es una máquina de trabajar, pero no se olvida de lo importante que es tener los pies sobre la tierra.
En uno de mis posts, al comienzo del blog, conté que con Manuel tenemos una regla: nunca más de cinco días separados. Pero la verdad es que con el crecimiento profesional de cada uno tuvimos que ser flexibles con esta norma porque a veces las distancias entre un continente y otro hacen imposible estar a tiempo, aunque lo importante es que persistimos en hacer que se cumpla nuestro anhelo de volvernos a encontrar. El esfuerzo es enorme, pero es la forma que diseñamos para lograr también un crecimiento como pareja. Estar varios días separados genera una terrible ansiedad, pero sabemos que estas separaciones nos acercan y nos hacen querernos más, una y otra vez.
Este fin de semana pensaba que cuando era más chica siempre me imaginé formar una familia de esta manera, independientemente del trabajo que elegí. Soñaba con encontrar a la persona que yo amara y que me amara. Tal cual somos, más allá de los brillos y los flashes.
Manu: muchas gracias por tanto amor, escucha, compañía, amistad, paciencia y libertad. Gracias por haberte cruzado en mi camino y proponerme construir uno solo con vos.
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