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Un Cachi de todo en Salta

Extranjeros: perdido en los Valles Calchaquíes, el pueblo blanco y anacrónico recibe la permanente visita de aventureros de distintas nacionalidades.




SALTA.-Se llama Cachi, está allí desde 1673 y es un pueblo blanco.
Apenas a 150 kilómetros de la ciudad de Salta, sobre la ruta 40, Cachi aparece cuando ya se han perdido las esperanzas de encontrar vida humana entre tanta roca seca.
Seis mil habitantes se amontonan en este puebo entre los Valles Calchaquíes, a los pies del nevado más alto de la provincia: el Nevado de Cachi, 6720 metros sobre el nivel del mar que los lugareños llaman el blanco peñón de la soledad.
Y es que, en medio de las montañas, clavado en un valle como un brote absurdo, al amparo de los vientos y la nieve, Cachi es un lugar solitario.
Es el pueblito salteño más típicamente pueblito y salteño que se pueda encontrar y es también destino predilecto de ciertos alemanes, suizos y franceses. Ya saben: europeos simpáticos y bonachones, mochileros arriesgados con afán de aventura. Por eso, en el camping de Cachi, la lona frágil de las carpas deja escapar fragmentos de diálogos en todos los idiomas improvisando una Babel de siglo veinte.

De frente y de perfil

¿Y cómo es Cachi? Es un puñado de casas bajas de adobe y piedra con techo de madera, caña y barro, con las puertas siempre cerradas y las ventanas que ocultan apenas las caras de chicos curiosos. Es un pueblo donde los almacenes tienen puertas en las dos esquinas, donde las calles son de tierra o piedra, donde los carteles rezan Tienda de ropa, Almacén, Despensa, con un anacronismo sin pudores. Y sobre el puñado de casas, un edificio en la colina.
El cementerio, construido en 1850 y en el que los habitantes han enterrado a sus muertos bien alto, para tenerlos más cerca del cielo. Las flores de plástico y papel sonríen entre las tumbas rotas, costumbre de saludar con flores que duren mucho.
Como todo pueblo, Cachi tiene plaza principal, y por allí pasan todos: hombres secos y mujeres del campo que llegan a vender sus cultivos. Caras curtidas por el viento, el sol y el frío, ropas negras, trenzas de pelos duros, sombreros pudorosos.
"Acá mismito no hay nada para hacer -dice don Martín, acodado en la puerta de un salón, bajo un cartel que ostenta orgulloso el nombre de Peña Gauchos de Güemes -. Nos encontramos para jugar truco, tomar un vino. Pero no hay mucho más que pasarlo con amigos."
No hay discoteca en Cachi. La única confitería es a su vez restaurante y funciona como un sitio de reunión familiar. De modo que el sábado a la noche todos se reúnen en la plaza, a ver pasar chicas engreídas y modestas en una mezcla que embriaga.
Frente a la plaza, la iglesia de San José de Cachi, de 1796, techo de cardón y paredes blancas, es el divertimiento del domingo por la mañana.
El Museo Arqueológico, blanco estridente bajo el sol, guarda una gran colección de elementos de la cultura diaguita y otros habitantes que alguna vez fueron dueños de los Valles Calchaquíes.
Frente al banco de Salta, cada mañana, se organiza una fila de campesinos tímidos que esperan, mudos, cobrar sus pensiones, jubilaciones, salarios.
Mostrar una cámara fotográfica es garantía segura de que todos darán vuelta la cara, aterrados. En el Norte nadie es amigo de las fotos.
Al lado, en el hospital, un cartel escrito a mano anuncia la llegada de un médico de la capital y la aplicación de vacunas. En la otra esquina, la única casa de artesanías con ponchos, monturas, alfombras, tapices.
Demetrio es el encargado de la pequeña oficina de turismo. Saluda a todo el mundo porque todos se conocen en Cachi. El hombre que llega a vender sus pimientos saluda al intendente, el intendente saluda a la viejita que vende empanadas y la viejita saluda a Demetrio, que está contentísimo en su Cachi natal.
"Acá el hombre tiene trabajo. La mujer no -dice-. La mujer va a la iglesia, va a casa de la amiga. El hombre va al fútbol o a ver la televisión. No se baila, acá. La mujer se queda en casa con la madre, aprendiendo para cuando se case. Y después... se casa."
Demetrio se ríe y extiende los labios sobre los dientes más blancos de esta tierra, inocente del todo de la liberación femenina.
Siguiendo el camino hacia Cachi Adentro, otro pueblo pequeño y antiguo, se atraviesan campos plantados con alfalfa, quinoa, tomate. Los planchones de pimientos rojísimos secándose al sol alfombran gran parte del suelo.
El camino baja y sube por el interior del valle atravesando pueblitos de cuatro casas con nombre y todo. Cascadas, puentes, mujeres de faldas fucsia y sombrero negro, bajitas y calladas, hombres de paso cansado.

Otras atracciones

Cerca, la laguna Brealito presta sus 300 hectáreas para la pesca y están los pueblos viejos de La Paila, La Poma y Seclantas, las ruinas indígenas de El Algarrobal y los cascos de algunas fincas, como Buena Vista y Payogasta.
Es fácil llegar hasta el Parque Nacional Los Cardones, con una extensión de 70.000 hectáreas repletas de quirquinchos, cóndores, lagartos, pumas, guanacos, vicuñas, gatos monteses y, por supuesto, cardones. En este parque se encuentra la Recta de Tintín, un camino perfectamente recto trazado por los indígenes con técnicas tan desconocidas como centenarias.
Por la noche, Cachi se enciende con la suavidad de un arbolito navideño en invierno. Faroles en las calles, casas al amparo de la cena y a lo lejos, en la inmensidad del valle, los destellos de las luces de los ranchitos campesinos.
Cachi, de noche, también tiene cierto aroma a utópicos paraísos perdidos.
Fotos: Germán González

Información

Las fiestas patronales en honor a San José de Cachi, que tienen lugar el 19 de marzo, agregan un atractivo más al pueblo salteño; el clima de fervor y algarabía se repite dos meses después, el tercer sábado de mayo, cuando se realiza la peregrinación a Nuestra Señora Reina de los Cielos, desde el cerro de la Virgen hasta Cachi Adentro y Cachi.
El 1° de septiembre se festeja el día de los patronos de Salta, el Señor y la Virgen del Milagro en la pintoresca parroquia de San José de Cachi, y el cuarto domingo de ese mes tiene lugar la celebración de Nuestra Señora de la Merced, en la que participa el pueblo entero.
Para más datos, está la Representación de la Provincia de Salta en la Capital Federal, Roque Sáenz Peña 933, de 10 a 19 horas. Teléfono: 326-2457.
Leila Guerriero

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