Un gran espejismo
Sin abandonar, ni mucho menos, el juego y la diversión nocturna por los que se hizo famosa, la llamada ciudad del pecado ahora apuesta también al entretenimiento familiar; pasado y presente de un curioso y duradero fenómeno
27 de abril de 2014
Acabo otra medida de Bailey's frente a esa mesa de naipes en la que sigo soñando con la mano que cambie mi suerte. Nunca me gustaron mucho ni el baccarat ni el blackjack, pero venir a Las Vegas y no jugar algo de tu dinero al destino de una buena carta es algo que no me hubiera perdonado. Con exagerados movimientos de sus hábiles manos, el crupier reparte por enésima vez. Miro lo que tengo, sumo dieciocho y decido plantarme. La banca destapa lo propio y sus diecinueve le sirven para ganarme nuevamente. Sin nada ya para apostar, asumo que aquella ha sido mi última derrota de esa noche sin fortuna. A diferencia de las inapelables cartas, Las Vegas es un espejismo del desierto. En medio de la extrema aridez del sur de Nevada, uno de los estados más importantes del occidente estadounidense, la ciudad se levanta como un gigantesco oasis de edificios descomunales. Las tierras secas que la rodean siguen siendo tan secas como cuando fue fundada, allá por 1905, un tiempo en el que esta enorme metrópolis que hoy tiene dos millones de habitantes era sólo un remoto paradero en el que los trenes repostaban agua en su recorrido desde Los Ángeles hasta Alburquerque.
Aquella condición de pueblo ignoto y distante se mantendría durante varias décadas, hasta que la legalización del juego en Nevada abriera paso en 1941 a la construcción de El Rancho, el primer gran casino de Estados Unidos. Uno de los habituales apostadores de aquel viejo casino era Ben Siegel, un gángster neoyorquino que creyó que Las Vegas podría ayudarlo a convertirse en el rey de los hampones. Para ello convenció a varios colegas de invertir un millón de dólares en ese rincón inhóspito del desierto de Nevada para construir allí un inmenso hotel-casino que atraería las fortunas de miles de famosos de todo el país.
La inversión inicial pronto se multiplicó por seis y la mafia empezó a sospechar de algún engaño por parte de Siegel, aunque decidió esperar hasta la inauguración del hotel-casino, cuyo nombre sería Flamingo. Finalmente, el 26 de diciembre de 1946, el Flamingo abrió sus puertas, pero casi nadie llegó para el esperado evento, porque la gran mayoría de las celebridades de Hollywood que Siegel había invitado quedaron atrapadas en el aeropuerto de Los Ángeles por culpa de una inesperada tormenta. Esa noche, el flamante hotel-casino perdió 350 mil dólares y Siegel sospechó que su condena estaba firmada. Menos de seis meses más tarde, mientras estaba sentado en un sofá de su mansión californiana de Beverly Hills, fue asesinado de ocho balazos por un matón contratado por el célebre Lucky Luciano, uno de los principales perjudicados por Siegel.
Tras la muerte de Siegel, el Flamingo pasó a manos de Luciano, quien lograría convertirlo rápidamente en una mina de oro. En sólo un año, el nuevo dueño recuperó su inversión, ganó un millón de dólares y devolvió la confianza al mundo de la mafia, que se decidió otra vez a apostar por Las Vegas. Así, en menos de una década y al ritmo de la incesante inauguración de nuevos casinos y hoteles, la ciudad se transformó no sólo en la capital del juego de Estados Unidos, sino también en la meca del espectáculo para muchos artistas.
De la mano del crecimiento y del dinero muchas veces aportado por la mafia, llegaron al desierto estrellas como Frank Sinatra, Tom Jones, Elvis Presley o Dean Martin, y se instalaron en los principales hoteles con shows permanentes. En los años 70, Las Vegas contaba con varios de los hoteles más grandes del mundo; en los 80 su aeropuerto recibía 500 mil turistas mensuales, y en los 90 la población de la ciudad alcanzó el millón de habitantes. Para entonces, casi nadie en la ciudad recordaba al pobre Siegel.
Striptease
La columna vertebral de Las Vegas es The Strip, nombre popular con el que se conoce al tramo de casi siete kilómetros de Las Vegas Boulevard que corre al sur de la ciudad. Orillados a esta calle se encuentran dieciocho de los veinticinco hoteles más grandes del mundo, entre ellos algunos que han alcanzado una fama casi mítica, como Treasure Island, The Venetian, The Mirage, Circus Circus, Caesars Palace, Bellagio, MGM Grand, Excalibur y Luxor.
Obviamente, también sobre el asfalto de The Strip está el Flamingo, ya próximo a cumplir setenta años y conocido como el hotel rosado, por el color de las luces de neón que rodean por completo su estructura. Al final de la larga calle, en su extremo más austral, se levanta el icónico cartel de bienvenida a la ciudad que reza Welcome to Fabulous Las Vegas, donde legiones incesantes de turistas se sacan fotos. Entre la multitud siempre anda alguien vestido como Elvis, que ofrece inmortalizarse frente a la cámara junto a quien le pague un par de billetes de un dólar. Es el módico precio de la ilusión.
Justamente la ilusión es el sello indeleble de The Strip. Aquí nada es lo que parece y todos celebran el engaño. Junto al pavimento de Las Vegas Boulevard se alza una falsa Torre Eiffel, una falsa Estatua de la Libertad, una falsa Piazza de San Marcos, un falso Coliseo romano y una falsa pirámide egipcia velada de cerca por una no menos falsa esfinge. Colgado de las alturas, un monorriel recorre la calle y permite pasar en apenas un par de minutos de Venecia a Nueva York, haciendo escala previa en París, la Roma de los Césares o el antiguo Egipto. En este enjambre de fantasías no es ni siquiera necesario cerrar los ojos para sentir que es posible doblegar las distancias y los tiempos.
Mimetizados con ese mundo ilusorio se encuentran los casinos, símbolos de una ciudad en la que las fortunas pueden ganarse o dilapidarse en una única noche. Cada uno de los grandes hoteles cuenta con un casino propio, donde el rumor de los tragamonedas, las ruletas, los dados y los naipes no cesa en todo el día.
Algunos de estos templos del azar son sencillamente descomunales, como el casino del MGM Grand que tiene una superficie de casi 16 mil metros cuadrados y cuenta con más de dos mil máquinas tragamonedas que entregan premios de hasta medio millón de dólares. Otros son exacerbadamente ostentosos, como el casino del Hard Rock, que posee una piscina exclusiva donde es posible jugar al blackjack. De todas formas, posiblemente ninguno tenga la fama del casino del Caesars Palace, un sitio en el que las mesas de póquer se arriman a las columnas dóricas y por el que pasaron varios de los más grandes apostadores de todo el mundo. En ese casino, hace cinco años, el estadounidense de origen japonés Terrance Watanabe perdió 127 millones de dólares e inscribió para siempre su nombre en el Libro Guinness de los Récords. Difícilmente alguien le quite su lugar como el mayor perdedor de la historia de Las Vegas.
Sinatra y amigos
Durante las largas noches de Las Vegas, las luces de The Strip no se apagan nunca. Sin embargo, en ocasión de la muerte de Frank Sinatra en 1998, la calle quedó en penumbras durante unos minutos para rendir tributo al máximo símbolo del espectáculo de la historia de la ciudad.
Sinatra comenzó con sus shows en los años cincuenta y fue líder del legendario Rat Pack, un grupo que integraban también sus amigos Dean Martin, Peter Lawford, Joe Bishop y Sammy Davis Jr. Tras los espectáculos se los solía ver a los cinco comiendo y bebiendo en Piero's, un restaurante italiano que aún hoy existe y en el que se quedaban hasta la madrugada. Según se cuenta, las borracheras de los ilustres del Rat Pack eran apocalípticas y el Jack Daniel's corría hasta que ya no quedaba ninguna gota por venderse en el local. Recién ahí, Piero's cerraba sus puertas.
El show debe seguir
Los espectáculos han sido, ya desde los tiempos del Flamingo, uno de los grandes atractivos de Las Vegas. Además de Sinatra, en sus hoteles han actuado durante muchos años Elvis Presley, Tom Jones, Rod Stewart, Jim Carrey, Celine Dion, Elton John, David Copperfield, el pianista Valentino Liberace y la célebre dupla de ilusionistas Sigfried & Roy, que fueran las estrellas insustituibles del The Mirage durante más de una década, hasta que un accidente en octubre de 2003 terminara abruptamente con su espectáculo.
Aquella noche, como siempre sucedía, Sigfried y Roy aparecieron en escena con un enorme tigre de Bengala al que luego hacían mágicamente desaparecer para deleite de las más de dos mil personas que colmaban el teatro en cada función. Acompañado por los aplausos del público, Roy Horn jugó con el animal antes de llevar a cabo su truco. Sin embargo, para su sorpresa, el tigre lo volteó, lo inmovilizó con sus patas y empezó a atacarlo con sus garras. En medio de la desesperación, el telón se cerró de repente, acompañado por los gritos de Roy. Un minuto después, su compañero Sigfried Fischbacher apareció tras la cortina con el rostro desencajado. "Lo siento, la función terminó y el espectáculo ha acabado para siempre", le dijo a la gente que lo miraba atónita desde sus butacas, sin moverse. Pese a que Roy sobrevivió, su cuerpo sufrió lesiones irreversibles y el show nunca pudo resucitarse.
Las entradas a los espectáculos que montan los hoteles en sus salas suelen ser algo caras y, en muchos casos, necesitan de reservas largamente anticipadas. Por eso hay muchos turistas que quedan fuera de la posibilidad de disfrutar de ellos. Para esa gente, para los pobres olvidados del desierto que andan escasos de dinero o tiempo, existen un par de opciones gratuitas montadas al aire libre, a un costado del asfalto de The Strip. La más interesante de todas es la de las aguas danzantes del Bellagio, que cada media hora suben y bajan frente al hotel, al compás de alguna melodía reconocible. Pero también es posible disfrutar de un volcán que estalla al ritmo de un tema de The Greatful Dead en las puertas del The Mirage o de un grupo de piratas que se disputan el corazón de unas cuantas sirenas en la entrada del Treasure Island. En los dos shows hay mucho humo y mucho ruido. Y, también, mucha gente apiñada para verlos.ß
También los chicos quieren jugar
Si bien Las Vegas fue concebido como un sitio para adultos, desde hace algunos años comenzó a orientar su mirada también a los niños. Eso se debe a que casi el 10% de sus más de cuarenta millones de visitantes anuales son menores de edad. Cifras que no pueden ser desatendidas y que exigen una renovación constante de la oferta para los más chicos, también en la popularmente conocida ciudad del pecado.
De los casi treinta hoteles sobre The Strip, el Circus Circus y el Excalibur son indudablemente los más atractivos para el público infantil. El Circus Circus, famoso por haber sido escenario en 1971 de la película Los diamantes son eternos, de la saga James Bond, cuenta con el Adventuredome, enorme parque de diversiones con 25 atracciones de primer nivel, como la montaña rusa Canyon Blaster. Por su parte, el Excalibur simula ser un viejo castillo de los tiempos feudales, con impactantes torres coronadas por cúpulas rojas, azules y amarillas. Todo en el Excalibur remite a la época del Rey Arturo y los chicos pueden disfrutar de aldeas medievales o juegos de simulación de magia en los que sueñan con ser el mítico Merlín. La principal atracción es el Tournament of Kings, una competencia feudal donde no faltan ni el Rey Arturo ni su legendaria Mesa Redonda.
Muy próximo al Excalibur, el hotel Mandala Bay cuenta con un descomunal acuario con tiburones, cocodrilos, rayas, tortugas marinas, pulpos y cientos de extraños peces, como el mortífero pez león o el colorido pez loro. Los chicos suelen quedarse horas y horas en este sitio mirando especies de todo tipo, e incluso cuentan con la posibilidad de sumergirse en un lugar donde hay un enorme barco naufragado rodeado por más de treinta tiburones. Para ello hay que pagar unos cuantos dólares, pero la atracción vale la pena.
Datos útiles
Cómo llegar. Desde Buenos Aires hay vuelos regulares desde Ezeiza por Copa y American Airlines. En ambos casos se realiza una escala previa. Las tarifas parten en los 25.500 pesos, impuestos incluidos.
Dónde dormir. Las Vegas cuenta con 175 alojamientos y un total de 130 mil habitaciones disponibles. Dentro de esta inmensa oferta es posible encontrar excelentes opciones por tan sólo 40 dólares la noche, en habitación doble. Los precios suben durante los fines de semana y en temporada alta.
Dónde comer y beber. Las Vegas es la ciudad con más master sommeliers de todo Estados Unidos. La oferta gastronómica es muy amplia. Sobre The Strip, Sage es una muy buena opción. Para los que gustan de los buenos vinos. The Wine Cellar &Tasting Room es un sitio con una de las bodegas más completas del país. El detalle: el Château d'Yquem, cuya botella cuesta 2 millones de dólares.
Dónde... ¡casarse!. Las bodas exprés son casi una tradición en Las Vegas. Hay cientos de capillas en toda la ciudad, especialmente en los grandes hoteles. Por lo general casarse allí cuesta 150 dólares, pero con 300 se puede contar hasta con testigos, fotógrafo, arreglos florales y una limusina. El sitio más icónico para hacerlo es la capilla de Planet Hollywood, ya que allí se casaron Elvis Presley y Priscilla en 1967.