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Un sueño a pesar de todo

Por María Andrea Fernández Gatti




En 2010 viajamos con dos amigas a México y compartimos la experiencia con chilenos, brasileros, argentinos y un matrimonio muy especial: él egipcio y ella catalana. Pasamos momentos hermosos y nos propusimos, como sueño, encontrarnos en 2011 en Egipto.
Durante meses planificamos el viaje, nuestros anfitriones nos enviaron itinerarios y presupuestos de su agente de viajes en El Cairo y nueve de nosotros, más cuatro nuevos integrantes, concretamos el viaje.
Partimos el 19 de enero y, vía Madrid, llegamos a El Cairo, donde nos encontramos con nuestros anfitriones. Visitamos Sakara, las pirámides, el barrio copto, la mezquita, el mercado de Khan El Khalili, el Museo de Arte Egipcio, tomamos el té en Groppi y cenamos navegando por el Nilo.
Salimos en avión rumbo a Asuán y disfrutamos de un crucero por el Lago Nazer, visitamos sitios soñados y fuimos atendidos maravillosamente. El broche de oro fue ver el Templo de Abu Simbel desde el crucero.
En Asuán, embarcamos en un crucero por el Nilo. Entonces nos enteramos de las protestas en Egipto y del toque de queda que hizo imposible bajar al templo de Kom Ombo, que vimos rápidamente desde la cubierta. Navegamos sin parar hasta Luxor, algo inquietos y desconcertados, sin poder informarnos por el corte de Internet, y sin poder ver televisión por la mala recepción en el crucero.
Al día siguiente pudimos bajar a ver el templo de Karnak y un día después el Valle de los Reyes. Por tierra cruzamos un desierto de mil colores, hasta Hurgada, un paraíso a orillas del Mar Rojo. Además de tomar sol, conocimos un campamento beduino al que fuimos en una excursión en 4x4.
Llegó el jueves 3 de febrero y con él la incertidumbre sobre la vuelta a casa. Con muchas más preguntas que respuestas, fuimos al aeropuerto a tomar el vuelo de Egipt Air, de Hurgada a El Cairo, a las 9.20.
Llegamos a El Cairo cerca de las 11.30, retiramos las valijas y salimos de la terminal de cabotaje. En la puerta nos esperaban de la agencia con un ómnibus: lo abordamos y nos dirigimos a la terminal internacional. Allí, miles de personas esperaban, dentro y fuera del aeropuerto, incluso en una gran carpa. Estacionaron el ómnibus y, entre lágrimas, guiados por las personas de la agencia, comenzamos a correr hasta el aeropuerto.
Muchísima gente hacía colas o esperaba sentada en el piso, o en sillas. Siempre corriendo, seguíamos al guía. En el mostrador de la aerolínea, despachamos las valijas y nos entregaron los boarding pass para Madrid, y luego Madrid-Buenos Aires. Llegamos a la puerta de embarque, y de allí, a Madrid, donde recibimos el bonus track: volvimos a casa en Business Class.

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