CARACAS.- En la cima de los tepuyes sobreviven los restos del mítico continente que una vez formaron, como un solo territorio, Africa y América del Sur. Quien se interna en Canaima no puede evitar un estremecimiento en algún lugar indefinible,quizá donde se aloja el recuerdo de ese origen olvidado.
El sonido del agua llega de todas partes: de los ríos y la laguna, de los saltos de todos los tamaños posibles, de la lluvia que, en temporada, puede sorprender al viajero que atraviesa en curiara o a pie la selva, ya sea como una llovizna tan tenue que apenas se advierte o como una pesada cortina que inunda sin remedio todos los recovecos de la ropa y del cuerpo.
El paisaje que se forma con la llegada de las lluvias (que a pesar de la inestabilidad del clima se cuenta desde mayo hasta noviembre) es totalmente diferente del de la temporada seca. Más de un visitante desprevenido se ha ido decepcionado por no ver más que hilillos de agua en vez de la vista reproducida por las impresionantes postales que han recorrido el mundo. Es en época de lluvia cuando pueden verse los saltos en toda su magnificencia.
Sin embargo, la naturaleza no es complaciente. Por eso, ir a Canaima significa dejarse llevar por lo que el destino tenga reservado, con los ojos bien abiertos para no perder ningún detalle y con la certeza de que, aunque regresemos muchas veces, nunca volveremos a repetir el mismo viaje.
Múltiples formas del agua
El Auyantepui es el hogar de los dioses en la mitología pemón. Allí está el Cañón del Diablo, donde se esconde el salto Angel, con sus 1002 metros de caída de agua que lo convierten en el más grande del mundo. Ninguna visita a Canaima estaría completa sin haberlo observado.
Se puede realizar el viaje con el único objetivo de conocer el salto. Para eso es necesario emprender una excursión de tres días por la selva, una parte en curiara y otra parte a pie. Otra alternativa es tomar el servicio de sobrevuelo ofrecido por la línea local de Servivensa, lo cual permite admirar el salto y el exuberante paisaje que lo rodea durante unos minutos que parecen demasiado breves.
La excursión al salto El Sapo está entre las más populares de Canaima. Las piedras, que fueron arregladas meticulosamente por Tornás Bernal, indígena de origen peruano, conducen a la cima del salto y a su hermano menor llamado El Sapito que, en temporada seca, puede atravesarse caminando para llegar a la otra orilla del río. Desde arriba puede apreciarse el curso del río Carrao y, al fondo, una de las impresionantes sabanas que se alterna con el paisaje selvático.
A través del Carrao
Una excursión río abajo por el Carrao permite llegar a los saltos del Yuri. La curiara se abre paso a través de la vereda excavada por el agua en medio de la espesa vegetación. El agua ha ganado terreno, hasta el punto de que pueden verse sobresaliendo, sobre la superficie del río, altísimas palmeras.
Al llegar al Puerto Yuri, se emprende una caminata cruzando senderos improvisados, a veces con troncos y piedras. Después de unos quince minutos de travesía se cumple el objetivo de llegar a los saltos, debajo de los cuales se han formado playas y pozos donde es posible nadar y a cuyo alrededor se extiende una delgada capa de arena. El color rojizo del agua se explica por la particular reacción de las hojas de los árboles al contacto con el líquido, que deja en la piel, después de bañarse, una textura muy suave y particular.
La laguna de Canaima, muy cerca del aeropuerto, ofrece una de las visiones inolvidables del parque. Desde allí es posible observar el salto Hacha y el cerro El Venado, y se pueden tomar excursiones cortas para recorrer el Carrao y ver de cerca las caídas de agua. A orillas de la laguna queda el campamento Hoturvensa, uno de los más conocidos y visitados de todo el parque.
Otras excursiones, mucho más cortas, se ofrecen como alternativa para los visitantes. Entre ellas está la de la Isla de Orquídea, en cuyo recorrido se bordea el Cañón del Diablo.
Los guías contratados por los grupos de excursión, aunque atentos, muchas veces no conocen a fondo las historias y los mitos que rodean Canaima. Los pemones aún guardan secretos que difícilmente conoceremos. Entre tanto, debemos conformarnos con abrir los sentidos y tratar de tomar para nosotros algo de la fuerza que se concentra en la selva.
Marielba Núñez