VENECIA.- ¿Será por su Piazza San Marco, por el Puente de los Suspiros, o quizá por gondoleros como Lino, que recorren algunos de los 150 canales que hay en la ciudad? Tal vez sea por los festejos de Carnaval o, por qué no, los spaghetti alle cozze o el risotto al nero di seppia de algún restaurante tradicional. Seguramente por esto y mucho más. Lo cierto es que Venecia es como un amor a primera vista. Pero de aquellos que, pese al paso del tiempo, no desilusionan.
Tras la copiosa lluvia tempranera del primer día, llegó el acqua alta . Un trastorno, dirán algunos. Nada de eso. Más bien todo lo contrario. Una invitación a descubrir la ciudad desde otra perspectiva, con la condición de estar provistos de botas de goma, claro está. Pero los venecianos están tan acostumbrados que si no se consiguen en el propio hotel, cualquier puestito las vende por 17 euros o por menos de cinco, si se prefiere la versión precaria y mucho menos discreta en tonos amarillo, rosa o verde fluorescente.
En casos como éste, las botas de plástico encarnan el pase a la libertad. Permiten alejarse de la masa y evitar las interminables colas de turistas que confluyen en la plaza San Marco en tarimas instaladas para la ocasión.
La piazza se convirtió en laguna. Las sillas y mesas de los cafés que invaden la explanada dan un toque incongruente a la imagen. Un hombre decide sentarse, pese a todo, a una mesa. Una joven pareja chapotea y baila descalza. Grupos de amigos y familias alimentan unas pocas palomas que, en cuestión de minutos, se convierten en decenas.
El sol dice presente y el acqua alta, así como llegó sin avisar, se va sin despedirse, algunas horas más tarde. Los primeros minutos que uno pasa en Venecia son algo extraños. Los transportes colectivos son acuáticos, así como los taxis, los vehículos proveedores de alimento y hasta las ambulancias. Todos se desplazan por el Gran Canal. Y es por eso que tomar el vaporetto no se parece en nada a los ómnibus de las grandes ciudades, salvo por los gritos de los conductores, que con el forza, avanti tratan de hacer lugar para que entre más gente.
Para cruzar de una orilla a la otra se puede tomar una especie de góndola pública llamada traghetto , en la que entra una decena de personas. Si bien no es tan romántica como la góndola tradicional, es una opción más económica.
Como buena parte de los palacios de la ciudad fueron construidos a orillas del canal, tomar el Vaporetto es un buen plan para hacer turismo. Algunas de las mansiones más impresionantes fueron transformadas en museos de arte. La Ca d Oro, de estilo gótico veneciano, aloja la Galleria Franchetti; la Ca Rezzonico, el Museo del Settecento Veneziano; el Palacio Grassi fue hace poco convertido en Museo de Arte Contemporáneo. También está el Palacio Venier dei Leoni, que presenta la colección Peggy Guggenheim, de arte moderno, o la Gallerie dell Accademia, con obras de pintores venecianos.
Otro paseo interesante es ir a la isla Murano, donde se puede ver trabajar a los artesanos del famoso cristal veneciano. En las casas de venta se encuentran en exposición desde pequeños animalitos decorativos, vasos, platos, ceniceros, lámparas de pie o arañas, hasta esculturas de lo más sofisticadas. La variedad de colores y tamaños sorprende, pero los precios son altos.
Vestido como los demás, con el pulóver negro y blanco a rayas y el sombrerito característico, Lino es uno de los 420 gondoleros que ofrecen paseos por los canales de la ciudad. Como sus colegas, heredó la góndola de su padre, que a su vez la recibió de algún otro integrante cercano de la familia.
Es gondolero desde hace once años y asegura que el suyo "es un trabajo como cualquier otro".
"Pero tengo la ventaja de poder estar al aire libre, recorrer la ciudad y hablar con la gente", comenta.
El paseo en góndola es una manera inigualable de conocer Venecia, pues atravesando canales estrechos se puede llegar a lugares de otro modo inalcanzables. El recorrido estándar dura unos 45 minutos, y cuesta entre 80 y 100 euros, aunque se puede conseguir por 60 y quizás hasta menos si uno regatea. Las góndolas son bastante espaciosas y permiten un máximo de seis personas.
Lino resulta ser un buen guía. Además de presentar los datos estadísticos que siempre sorprenden -que en Venecia hay 400 puentes, 120 islas y una iglesia en cada isla-, muestra casas famosas como la de Marco Polo y la de Casanova.
A veces los clichés resultan ciertos, como el de los gondoleros que cantan, sobre todo si a bordo hay una linda joven o una pareja enamorada.
Por Ana Pedrazzini
Para LA NACION
Para LA NACION
Entre máscaras, palacios e iglesias
Las máscaras de Venecia son tan famosas como los canales y las góndolas. Con sus elegantes diseños, colores y purpurina, embellecen las celebraciones desde hace cientos de años.
Detrás de ellas se confundían ricos y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, buenos y rufianes. En la ciudad se festejaban los carnavales más largos de la historia: comenzaban el 15 de octubre y finalizaban el primer día de la cuaresma del año siguiente. Pero al parecer, no era suficiente: en agosto, durante la festividad de la Virgen, le sumaban 15 días más. Así, el pueblo entero vivía, al menos durante cinco meses, en una desenfrenada locura, donde las reglas estaban para romperlas, cada uno escondido en el anonimato de sus máscaras.
Por supuesto, ya no duran tanto: se celebra del 9 al 20 de febrero. Habrá desfiles, conciertos de música y bailes. Este año se conmemora el tricentenario del nacimiento del dramaturgo veneciano Carlo Goldoni.
De todas maneras, todavía guarda la estética de los viejos tiempos, la creatividad y el buen gusto. La Municipalidad organiza desfiles en plazas y otras áreas públicas, pero el glamour y la seducción encuentran su lugar en las fiestas de los palacios y exclusivos salones de hoteles históricos.
Los clásicos
Además del Carnaval, mientras se le da descanso a la máscara, es casi una obligación visitar los sitios clásicos. La Piazza San Marco es probablemente el sitio más fascinante de toda Venecia, aunque también el más concurrido. Luego de recorrer la Basilica di San Marco, los balcones del segundo piso ofrecen una magnífica vista de la explanada. También se puede subir al Campanile, la torre del campanario, que es una réplica exacta de la torre original del siglo XVI, que colapsó en 1902.
Muchos dicen que el Palazzo Ducale es la obra maestra del gótico veneciano. Fue construido en el 1400, aunque su origen se remonta al siglo IX.
El puente del Rialto -el más antiguo de los tres que atraviesan el Gran Canal- se encuentra en plena área comercial. A unos pasos está el mercado de frutas y verduras, y si se sigue unos metros más se llega al Campo della Pescaria, el gran mercado de mariscos y pescados.
Datos útiles
Cómo llegar
Para Carnaval, el pasaje en avión se consigue desde 1000 euros. Desde otras ciudades europeas, el trayecto se puede realizar en tren, con la posibilidad de viajar de noche, en camarotes con cuchetas.
Traslados
Tomar el Vaporetto es caro, pero casi inevitable. Un trayecto cuesta cinco euros; por el día, 12; 36 horas, 20 y 72 horas, 25.
El cruce del Gran Canal en traghetto está a 50 centavos de euro.
Alojamiento
En época de Carnaval, los hoteles suben las tarifas. La habitación doble en un tres estrellas, desde 160 euros. En un dos, desde 70 euros.
Museos
La entrada al Campanile cuesta 6 euros, y al Palazzo Ducale, 11. También se puede comprar por 12 euros un pase para visitar los museos de la Plaza San Marco: Palazzo Ducale, Museo Correr, Museo Archeologico y Biblioteca Marciana.
La noche
Como es válido para cualquier ciudad del mundo, lo mejor para terminar la jornada es ir a los lugares que están de moda entre los locales. A unos metros del Puente del Rialto hay varios bares, repletos de jóvenes adentro y afuera. Otro lugar es cerca del Palacio Ca Rezzonico, en el Campo Santa Margarita, donde no puede dejar de pedirse la bebida de onda: vino blanco, campari y soda.