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Véneto no está en la vía

En la región italiana se preservan las fincas burguesas que desde hace cinco siglos caracterizan a la zona




Los viajeros que, en un período breve, quieran evocar la historia de los patricios venecianos y de su estilo de vida deberían recorrer las villas del Véneto, tan imponentes y hermosas como las de la Toscana o las de Lombardía. Hay alrededor de tres mil dispersas en los alrededores de Vicenza, de Verona, de Padua, de Treviso.
Las más antiguas son del 1400, como la de Portocolleoni, levantada por el arquitecto Domenico Da Venezia, en la que todavía se advierten restos de la mentalidad bélica de los nobles o de los ricos burgueses. El cuerpo central, con su galería y sus balcones de cinco arcos ojivales, se halla flanqueado por dos torres algo más altas, que tienen un carácter más bien decorativo que defensivo. En cambio, la Villa Del Bene (próxima a Verona), también del siglo XV, es casi una amplia casa campesina.
Los grandes señores venecianos se habían hecho ricos comerciando con Oriente, pero a comienzos del siglo XV extendieron sus negocios a tierra firme y se convirtieron en productores agrícolas.
Aprovechando períodos de paz, buscaron crearse en la campiña vecina residencias rurales donde pudieran pasar los días de verano, acompañados por sus amigos. Surgió entonces una sociedad festiva. Grandes mesas de banquetes se tendían en los jardines de las propiedades, bajo los árboles. En las galerías los músicos contratados ofrecían conciertos. Los ambientes de recepción se convertían en salas de baile.
Por supuesto, también se levantaron encantadores refugios en las islas de Murano, de Torcello, de Burano y de Malamocco, sin otra finalidad que la recreativa. Tan sólo en el siglo XVI algunos de los ricos venecianos sospecharon que el poderío comercial de la República podía decaer por efecto del descubrimiento de América, así como por el lento pero implacable dominio que Turquía fue teniendo sobre el Mediterráneo oriental. Entonces, volcaron sus esfuerzos hacia sus posesiones campestres.
El patriciado compró grandes extensiones en Treviso, Padua, Rovigo. Durante tres siglos, la dedicación de la aristocracia véneta a la tierra convirtió las áreas no cultivadas en provechosos sembradíos, en prados irrigados. Las llanuras se poblaron de árboles frutales; los viñedos rodearon las casas señoriales y proporcionaron a sus dueños una nueva fuente de ingresos, así como de sus propios vinos.

Palladio, el inspirador

Desde el punto de vista de la arquitectura, el siglo XVI estuvo dominado en el Véneto por la figura genial de Andrea Palladio.
Los magníficos edificios que erigió en los alrededores de Vicenza, de Padova, de Treviso, crearon una escuela. Palladio ha sido imitado hasta hoy. Los arquitectos posmodernos confiesan abiertamente que él es una de sus fuentes de inspiración más importantes. A diferencia de los constructores anteriores, Palladio unió la casa principal, en la que vivían los señores, al resto de los edificios que tenían funciones productivas. La parte destinada a los patrones estaba en el centro del complejo y se alzaba sobre una especie de zócalo, al que se llegaba por escaleras importantes, de un efecto teatral, pero ese corazón edilicio estaba unida a los anexos por una serie de galerías que permitían, en días de lluvia o de un sol abrasador, desplazarse a cubierto de los azares del clima.
Entre las creaciones más famosas de Palladio en el Véneto, se encuentran Villa Badoer, en Fratta Plesine (Rovigo); Villa Emo Capodilista, en Fanzolo di Vedelago, y Villa Barbaro, en Masèr (las dos en los alrededores de Treviso). Y por supuesto, la célebre Villa Foscari, más conocida como La Malcontenta, de 1560, en Gambarare di Mira. Muchas de estas villas pueden visitarse en primavera y verano si se toma la excursión del Burchiello, el vapor que recorre el curso del Brenta y que sale desde Venecia. Se trata de un encantador y breve crucero fluvial.
Mientras que en el siglo XV las pinturas murales no eran muy frecuentes, en el 1500, la influencia de Palladio hizo que los frescos se convirtieran en la principal decoración y riqueza de las moradas rurales. Paredes enteras eran ilustraciones de escenas mitológicas o de la Biblia. Veronese ejecutó obras magníficas en Masèr (Treviso), Gian Battista Zelotti en Lonedo (Vicenza) y en Mira (Venecia).
El gusto por la imaginería renacentista hizo que se concibieran ambientes enteros como una excusa para que el pintor de turno exhibiera su talento. La influencia de Palladio se hizo aún más fuerte en el siglo XVIII, y Giambattista Tiépolo se transformó en el artista más requerido para decorar los salones campesinos con sus magníficas pinturas. Pero además los patricios venecianos compraban telas de Francesco Guardi, de Longhi, de Canaletto.
Entre esas mansiones del siglo XVIII que marcaron, al mismo tiempo el esplendor y el ocaso de las residencias campestres, se destaca Villa Pisani, en Strà, construida entre 1735 y 1756 por Francesco Maria Preti. El techo del salón de baile fue pintado por Tiépolo: fue su último trabajo antes de partir para España. A espaldas de la residencia, se extiende el gran parque. En Pisani, se alojaron numerosos reyes de toda Europa, entre ellos Napoleón Bonaparte. El Burchiello lleva hasta sus puertas.
Hugo Beccacece

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por Redacción OHLALÁ!


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