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Villa La Angostura tiene espaldas anchas

Inmigrantes: allí recalaron gentes de todas las latitudes, a quienes les dio un espacio y la posibilidad de gozar de fascinantes lugares y la tranquilidad de un ambiente peculiar.




VILLA LA ANGOSTURA, Neuquén.- ¿Para qué hablar, de entrada, de todas las cosas que se pueden hacer en Villa La Angostura? Por qué mejor no empezar por destacar la excelencia del destino como sitio para descansar y por todo aquello que los pobladores de la villa hacen para que los viajeros pasen una estada realmente apacible.
Despejar mente y espíritu, relajarse, vaya propuesta de vacaciones. Cuánto vale eso. ¿Creería que en Villa La Angostura es algo posible? ¿Sería capaz de imaginar que un paisaje maravilloso y gente muy predispuesta recalaron felizmente en el extremo norte del Nahuel Huapi para buscar una vida distinta? Esa combinación hoy garantiza cálidas temporadas para los visitantes que se animan a la región.
Los que se llegaron hasta las estrías boreales del gran lago del Sur bien pudieron ser habitantes ancestrales como doña Coty, cuya familia provenía de Chile; haber venido de Mar del Plata, como Edgardo -artesano de la cocina-; ser de Esquel como Bill Gough, un guía de pesca de mosca, o de algún rincón de la provincia de Buenos Aires como Lili -la artista de las velas-. Tampoco faltan desembarcados del Viejo Mundo como Jean Pierre, que vino desde Bélgica hasta terminar a cargo del cerro Bayo, el centro de esquí de la villa.
Los inmigrantes son parte indiscutible de los angosturenses, en total 6000 personas. Los pobladores de la villa resultan una cantidad suficiente para tener previsto un buen número de cabañas y hosterías donde dormir, una discreta variedad de restaurantes de especialidades donde saborear platos de la región y europeos, y un criterio de vida mansa y tranquila que se transmite desde cada recoveco de La Angostura, sea una playa, un arroyo o un mirador de montaña.
Mostrar la comarca en que viven es lo único que a los nativos les hace perder la paz. Entonces se abstraen bajo cierta ansiedad y son capaces de arrojar frases como "Yo soy un loco por mi tierra" o "Un lugar en La Angostura, esté donde esté, es fantástico". Ceñidos en esa hipnosis que les causó el dejarse adoptar por el extremo norte del Nahuel, ¿cómo los angosturenses van a ahorrar una pizca de energía cuando tienen que referirse a las bondades de este enclave cordillerano, abrazado por las tierras del Parque Nacional Nahuel Huapi?
"¿Ya estuviste por acá, es la primera vez que venís?", pregunta cada uno de los angosturenses. "Esperá, no me lo digas, estuviste alguna vez pero de paso", se autorresponden, como si las estadísticas de cada temporada les señalase que el grueso de los turistas a lo sumo se detiene en El Cruce de la villa cuando unen Bariloche con San Martín en coche por el camino de los Siete Lagos.

Lago espacioso

Varias ramificaciones del gran Nahuel Huapi se hallan en las cercanías. Uno de ellos es el brazo de Ultima Esperanza, que se llamaría así por el deseo que tuvieron los navegantes de encontrar allí una comunicación acuática con Chile. El brazo siguiente es el Rincón, en cuyo extremo se halla un camping al que se accede desde la ruta que va a Chile por el paso Cardenal Samoré. Ambos ramales del Nahuel fueron navegados por primera vez por la embarcación Modesta Victoria, a cargo de Eduardo O´Connor en enero de 1884, luego de constituirse en la lancha pionera en entrar en el lago remontando el río Limay.
Otro de los brazos que se encuentra a corta distancia de Villa La Angostura es el Machete, uno de los rincones menos conocidos del gran lago del Sur. En la costa de este sector del Nahuel viven todavía antiguos pobladores que pastorean animales para la subsistencia. Sin duda, uno de los habitantes más famosos que tuvo el brazo Machete fue Antonio Millaqueo, un indígena que ofreció sus servicios de baquiano a quienes fueron integrantes de las comisiones de límites a fines del siglo XVIII y que según se dice manejaba el machete como nadie, atributo o leyenda que adquiriría -con los años- una fuerza inusitada, capaz de inspirar la gracia del brazo occidental del Nahuel. "No había otro como él para romper el monte", sostiene el profesor Juan Martín Biedma en su Toponimia del Parque Nacional Nahuel Huapi. Los brazos del Nahuel cercanos a La Angostura exhiben a los viajeros costas en estado casi salvaje y la posibilidad de avistar viejas construcciones de madera típicamente andino-araucanas, estilo más rústico y tosco que el desarrollado por Bustillo en sus famosas obras de Bariloche y Villa La Angostura. En muchas riberas del lago, la población decreció; viejos puesteros o pobladores que tenían algún tipo de comercio con Chile dejaron de morar en la zona, como el caso de un comerciante de Osorno, llamado Huber, que antiguamente tenía parte de su hacienda de ganado en el fondo del brazo Rincón, por donde pasaba el viejo cruce internacional.
Villa La Angostura tiene infinitas bondades naturales ocultas. Basta lograr que los angosturenses muestren una tercera parte de ellas para captar la magia del lugar. El color del agua de las playas suele ser verde esmeralda; o es azul profundo y penetrante cuando se percibe que la profundidad es de decenas de metros junto a un acantilado de rocas. El amanecer visto desde la costa de la bahía Manzano o desde el interior de una cabaña de Arauco, con el lago espejado y de un gris plata, transmite la quietud que una jornada entera de playa apenas permite lograr.
Que muchos sigan tomando a Villa La Angostura como lugar de paso no es motivo de recriminación. La advertencia es, en realidad, para quien elige a la localidad como destino de viaje ya que va a disponer de escaso tiempo para conocer otros sitios patagónicos más allá de la villa. Y el escaso tiempo -como decimos- puede ser nulo después de probar el licuado de frambuesa de la casa de té de la Oma, o sus tortas de chocolate. Ni qué hablar si uno intenta obtener unas piezas haciendo trolling desde el pequeño gomón de El Ternero en un atardecer de cielo rojizo por el brazo Ultima Esperanza, con el sonido de fondo de las bandurrias o luego de tener una excursión de lujo con la lancha de Bill Gough por las pintorescas desembocaduras de arroyos en el lago Espejo. O en tierra firme, recorrer en bicicleta la península de Quetrihué hasta el bosque de arrayanes una mañana recubierta del aroma de las plantas recientemente despiertas, temprano, en las primeras horas de los largos días del verano patagónico.
De un lado de la villa está el lago Nahuel Huapi. Un poco hacia el Norte, se encuentra el lago Correntoso, unido al Nahuel por el río del mismo nombre, en cuya desembocadura, cada atardecer, se instalan los pescadores practicantes del fly casting. El río Correntoso fue por primera vez bautizado como Canal de la Cerveza debido a que en el instante en que la nave de O´Connor se aprestaba en 1884 a tomar contacto con el río, el teniente había apostado una rubia tirada con uno de sus tripulantes respecto de si era el cauce que realmente comunicaba ambos lagos o no. Camino a San Martín de los Andes aparece el lago Espejo y hacia el Oriente de la villa surge la cadena de montañas que, entre otros picos de mediano porte, contiene al cerro Bayo.

De alma andina

Un dato de la realidad es que la villa creció mucho en los últimos años. Los vecinos se conocen menos entre sí, manifiestan. La aldea triplicó su población en el lapso de una década. Sin embargo, los que se fueron hasta Villa La Angostura no lo hicieron para buscar trabajo; primero eligieron la zona y luego pensaron qué servicio podían ofrecer. Optaron por una vida en la que el reloj tiene muy poca importancia en lo cotidiano, se decidieron por un pasar más pausado.
Al traspasar los límites de la villa, el turista siente el apetito por la vida diferente que tienen los angosturenses. Lo que también significa pasión por un lugar donde los chicos tengan libertad para corretear, andar solos, jugar o construir casillas en los árboles.
La zona nació y se desarrolló al amparo de la ley del hogar, una legislación sobre tierras y colonos que data de principios de siglo. El objetivo era que los colonos hiciesen mejoras en aquellas tierras que recibían por medio de la ley; luego, cada labrador podía exigir, con un complicado trámite en Buenos Aires, la tenencia de las 625 hectáreas que les eran entregadas. La mayoría de los colonos que recibieron terrenos en los sitios apartados del lago Nahuel Huapi no pudo concretar la gestión para ser propietarios de sus parcelas -por carecer de contactos en la Capital Federal- y pocos continúan peleándola sobre la costa lacustre, de intenso frío patagónico, como la señora Chabol, de 87 años.
Otros beneficiados con la ley del hogar corrieron suerte distinta. Una es la del doctor Lynch, que pasó a ser dueño de las tierras que recibió en la península de Quetrihué, incluyendo la totalidad del bosque de arrayanes. A fines de la década del cuarenta quien también fue vicepresidente de Parques Nacionales efectúa la donación de las 16 hectáreas de la zona del arrayán aunque la superficie restante le es expropiada, quedándole, no obstante, 100 hectáreas para la familia.
Poco de la cultura angosturense tiene raíces mapuches porque la región era para los indígenas una zona de veranada. Treinta años atrás, recuerda Graciela Munar, "los nativos aquí tenían su pequeña tribu, compuesta de casas sencillas. Gente muy tímida que vivía de una forma distinta de como hoy lo hace. Existen descendientes, como Andreau -que sería un cacique actual-, que están muy integrados a la sociedad de todos". En la villa no se festeja el Nguillatún, uno de los rituales más importantes entre los mapuches, ya que los araucanos iban a La Angostura temporariamente.
Varias décadas atrás, al padre de Graciela -un submarinista-, debido a que la salud le pedía un cambio de geografía, le dieron a elegir: Ushuaia, Bariloche o Tucumán. Junto a su esposa optaron por el menos extremo y con posterioridad recalaron en Villa La Angostura. Hoy su madre recuerda con orgullo esa decisión, Graciela también, pero muy especialmente su hija Laura, que cada vez que regresa de estudiar en Buenos Aires dice que "parece que nunca me hubiese ido de acá. Este lugar es lo más".
Las historias de por qué cada angosturense echó raíces en la villa son diversas. Alguna de las generaciones de cada familia se jugó por el lugar. Con 16 años de vida en La Angostura, Lili hoy hace velas sin haberlo imaginado, en su taller en medio del bosque junto a su esposo, Johnny, y sus hijos. Marcela y Federico dejaron sendas carreras profesionales en Buenos Aires para finalizar con cabañas de alquiler en Arauco, la playa más bonita de la villa; pintorescas casas de madera al lado de un peñón de piedra arbolado que cuando el nivel del Nahuel está alto se transforma en isla, o isla que al descender la altura de las aguas se transforma en peñón.
Cómo decirlo. Hay mucho para hacer en Villa La Angostura. Pero más que nada hay sitios donde relajarse, tomar sol, descansar y sentirse un solitario en medio del bosque.
Andrés Pérez Moreno

Datos útiles a la orilla del lago

VILLA LA ANGOSTURA._ Hay capacidad para albergar a 1500 turistas entre hoteles, cabañas, camping y casas particulares. Dentro del rubro de los hoteles se puede mencionar Las Balsas (0944-94308), situado en una hermosa bahía y casa incluida en el listado de Relais & Château, que se cotiza desde $145 la habitación doble.
La hostería La Posada es de gran atractivo estético y posee un excelente entorno paisajístico frente al Nahuel (94450; desde 140, la doble). Dos Bahías, en Bahía Manzano, cobra desde $136 la habitación (94904). Estos son tres estrellas, pero hay hosterías y residenciales de menor cuantía, siempre manteniendo el trato personalizado y la cordial atención de la villa.
En el rubro de las cabañas se recomienda Arauco, junto al lago Nahuel Huapi en una preciosa ensenada. Posee varias casas de madera en estilo andino equipadas para cuatro personas o más. Consultas por reservas y precios (desde $170, la cabaña) por el 0944-94436. También Cabañas Del Manzano por el 94605. Mayores informes de alojamiento se brindan en la Dirección de Turismo por el 94124, o en Casa del Neuquén en Buenos Aires, Presidente Perón 685 (326-9265).

Restaurantes y otras delicias

Asimismo, hay una gama completa de restaurantes que elaboran exquisitos platos artesanales. Ladosur (94829) se destaca en la elaboración de comida regional e internacional; Cahuil (94412) ofrece una delicada variedad de pizzas y lo más tradicional en pastas de la villa se prepara en Bianchi (94275). Especialidades alpinas y regionales en el Rincón Suizo (94248), donde un plato de truchas en salsa de alcaparras con guarnición cuesta $11. Otros menús son: fondue de queso, 25 para dos personas; gulasch, 9,5; medallones de lomo, 15; ciervo a la cerveza, 12. De postre, waffles a 3,50 o frutillas flambeadas por 7,50 la porción. La casita de la Oma (Cerro Inacayal 303, tel. 94602) prepara té de hierbas por $2; té inglés por 3,50; chocolate con coñac, 4,50; licuado de frambuesa o frutilla, 4; vino caliente con especias, 3,50; tartas, tortas y mousses por 5,50; brownies, irlandeses, crocantes de castaña, 1; blintzes de ricotta o manzana, 6.
Las actividades en el cerro Bayo: bajada desde los 1500 metros hasta la base de la montaña, $ 5; trekking a la cumbre del Bayo, con vista a los lagos Nahuel, Correntoso y Espejo, 10; tirolesa o rappel, 10. Pernocte en refugio de montaña, 5; programas multiaventura de medio día, desde $30. Informes: Lalo Bengoa por el 94683.
Para programas de pesca, consultar con Bill Gough por el 94605 para salidas con práctica de mosca en lancha por el lago Espejo y otros pesqueros de la región, y con Pablo Fernández (066-852593), con programas de trolling en gomón por el Nahuel y otras modalidades. Existe casi una veintena de guías profesionales de pesca, como Banana Martínez o Gustavo Najda. Para excursiones en barco, Martín Raud por el 94459.
Si se desea alquilar auto, se consiguen desde los 70 pesos hasta 110 por día. Un remise entre Bariloche y La Angostura cuesta aproximadamente 60. El alquiler de bicicletas es de 4 por hora; 15, por medio día y 30 por el día entero. Para ir en avión hay que tomar vuelos a Bariloche. Aerolíneas Argentinas (340-7777) tiene entre 3 y 4 servicios diarios con tarifas que van de los 293 a 305 pesos, las promocionales, y 561, en ida y vuelta para el costo normal. También vuela Lapa.

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