Como locos por el aire que rememoran a aquellos viejos pioneros de la aviación o como un grupo de surfistas que entra y sale del agua con sus tablas, los pilotos suben y bajan por el campo de vuelo en paramotor, en el km 55 de la ruta 2.
Hay una sensación de cotidianidad en los movimientos, en los despegues y aterrizajes: la misma naturalidad de quien entra y sale del mar corriendo. Claro que aquí el mar se convirtió en cielo, y la adrenalina corre por el aire. Sobre todo si se trata de la primera vez, y está a punto de comenzar un bautismo en paramotor, como se denominan estos parapentes que se valen de una hélice para volar.
"El vuelo en paramotor y el vuelo libre (en parapente común) son muy similares. La única diferencia es que el paramotor tiene un propulsión auxiliar, ya que cuando no hay montañas, como acá, no nos queda otra posibilidad que impulsarnos con un motor o usar un torno para remolcar los parapentes", explica Ricardo Antonio Caminos, uno de los instructores más avezados de este campo de vuelo, con 28 años de experiencia en el aire y algunas hazañas en su haber. En 1999 cruzó el Río de la Pata en paramotor, récord que tiene desde entonces junto con su compañero de travesía.
Los quince minutos
Por lo pronto, el objetivo es realizar un vuelo de bautismo de 15 minutos en uno de estos artefactos voladores que parecen de un libro de ciencia ficción. Una vez colocado el casco y encendido el motor, la vela se infla y el vuelo en tándem (el instructor va sentado atrás, y el novato, adelante) está por empezar.
El despegue comienza con una corrida de unos diez metros. De repente, las piernas se elevan, y en un solo movimiento hay que tomar el arnés y sentarse cómodo para disfrutar del paseo. "Lo primero que sentí al despegar fue que me sobraban las piernas. Después me aferré al arnés con todas las fuerzas, como si agarrándome estuviera sujetado a algo. Es decir que también sentí que me sobraban las manos. Una vez en el aire, el punto de sustentación al mundo eran mis nalgas", bromea Alejandro Gismondi, de 36 años, que apenas había descendido del vuelo de bautismo.
Una vez en el aire, el vuelo es muy tranquilo, no se maneja a mucha velocidad, unos 30 o 40 km por hora, y si bien la altura es variable según el gusto del consumidor -puede subir hasta 2000 metros-, en general se vuela más bien bajo. "La verdad es que estoy emocionado. No es lo mismo mirar a alguien que vuela que volar uno. Es decir, no es lo mismo que te lo cuenten que hacerlo", sigue Gismondi.
A diferencia de un ultraliviano o un planeador, el paramotor tiene un ala flexible, que permite cerrarla y llevarla en un bolso. No se necesita de un hangar ni de una pista grande para despegar.
"Con el motor, en diez metros ya estás volando. El ala toma la forma por la presión del aire. Adelante tiene unas bocas por donde se infla, y como el aire no tiene salida, la presión las mantiene infladas. Así, conserva la estructura del ala. Y a medida que vas avanzando, aumenta la presión y se pone más rígida", explica Sandro Marini, otro de los pilotos del campo de vuelo.
Por su parte, Daniel Moradillo, que además de piloto es taxista en La Plata, comenta: "Vengo con mi nene casi todos los fines de semana. Tengo mi equipo, así que llego, armo y salgo volando".
Empezar a correr
Si bien esta disciplina es bastante nueva en nuestro país, cuentan los instructores que los paramotores a menudo son utilizados para recorrer campos (los nuevos gauchos con alas), realizar promociones aéreas o aventuras.
"Yo volé en planeador, y la principal diferencia que veo con el paramotor es que acá uno tiene que participar del despegue. Al principio me dio un poco de miedo, salir corriendo mal y que el instructor se me cayera encima. Pero por suerte me felicitaron.", dice Cecilia Baleirón, otra de las novatas de 26 años.
"Si salís a volar con viento muy fuerte, lógicamente es más peligroso. Si se respetan las condiciones climáticas, con vientos que no superen los 15 kilómetros por hora, el paramotor debe ser una de las máquinas más seguras de la aviación", aclara el instructor. Al llegar al punto más alto del vuelo, Caminos apaga el motor y un silencio balsámico se apodera del aire. Como una pluma, el descenso es suave y liviano. Eso sí, antes de aterrizar hay que empezar a correr como un loco por el aire, ya que las piernas serán nuestro único tren de aterrizaje. Cosas de la aviación, de intrépidos, y sus máquinas voladoras.
Datos útiles
Campo de Vuelo: ruta 2, km 55; 4259-7521 Los vuelos se realizan los miércoles, sábados, domingos y feriados, a partir de las 15. Un bautismo cuesta 90 pesos, y consiste en unos 15 minutos de vuelo. El curso completo para aprender a volar, 1200 pesos, y la duración depende de cada persona.
Alejandro Rapetti