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Aguahara: cómo es la terapia que te permite sentirte como en el vientre materno




Imaginate pasar cerca de una hora en agua tibia, al margen del mundo, sin tener que sostener nada –ni siquiera tu propio peso–. Un lugar donde, por el contrario, la sostenida sos vos. Una hora para revivir de un modo no mental, sino vivencial, cómo era eso de estar en la panza materna, contenida y segura. Suena bien, ¿no?
De eso se trata Aguahara, una terapia desarrollada por el investigador alemán Alexander Siebenstern, que nació junto al mar Báltico y vivió toda su vida en contacto con el agua. Después de una década de trabajar con la energía de distintas formas, Siebenstern descubrió la sanación a través del medio acuático.

¿De dónde viene?

La palabra hara tiene su origen en Japón y se corresponde con un punto energético ubicado dos dedos por debajo del ombligo, sobre el canal Renmai, denominado en chino "Kikai" o mar de la energía. En Oriente, el hara se constituye como el centro vital del ser, punto de equilibrio de nuestra vida física, mental, emocional y espiritual. Entrar en contacto con él significa contactar con nuestro ser profundo.
El agua, por su parte, es el medio donde se produce esa conexión. El encuentro con el medio acuático es súper potente, porque nuestro cuerpo tiene entre un 70 y un 80% de agua y el sistema nervioso puede llegar a tener agua hasta en un 90%. Que se mueva el agua en el agua habla de una revolución de los fluidos. A diferencia de la tierra, donde opera sobre nosotros la fuerza de gravedad, en el agua el movimiento es multidimensional. ¿Qué pasa con nuestra conciencia y nuestras emociones cuando el cuerpo está inmerso? ¿Qué pasa cuando la mente deja de entender que hay un adelante y un atrás, un arriba y un abajo?

¿Para qué sirve?

La fuerza de gravedad –que ejerce sobre nosotros una presión constante– aquí está contrarrestada por la fuerza de empuje del agua. Esto es especialmente beneficioso para la movilidad de las articulaciones. A su vez, la presión hidrostática activa el sistema linfático. La linfa, esos fluidos que corren debajo de la piel, se moviliza, lo que ayuda a desintoxicar. A nivel emocional, la contracción y expansión de tu cuerpo recrea los ritmos de la naturaleza.
A su vez, se trabaja con la respiración. Al sumergirte, la no respiración te conecta con la no vida y, al emerger, te conectás inmediatamente con la sensación de vida. Por último, estar contenida en un mundo líquido nos recuerda la vida intrauterina, lo que –según esta técnica– puede revelar bloqueos frente a la experiencia amorosa.
Aguahara es, entonces, un trabajo acuático consciente –puede ser danza acuática, meditación en movimiento o estiramientos y masajes–, siempre basado en la escucha del propio cuerpo. Hay una intención de relajar, de entrar en estado meditativo, pero, en definitiva, se trata de encontrarse con una. Tenemos la posibilidad de observar nuestras tensiones, pero también nuestras realizaciones y alegrías.

¿Cuáles son sus beneficios?

  • Disminuye el estrés.
  • Apacigua dolores.
  • Mejora el descanso y el sueño.
  • Estimula el sistema linfático.
  • Libera la columna, los miembros y las articulaciones.
  • Nos da flexibilidad, movilidad, relajación.
  • Nos habilita una respiración profunda y total.
  • Nos conecta con nuestras emociones.

¿Cómo es una sesión?

Cada sesión dura 50 minutos. Hay sesiones individuales y de parejas; sesiones para embarazadas –que también pueden ser en pareja–, talleres, seminarios y cursos.
Se trabaja desde un sostén, una conexión con el hara y una raíz hacia el suelo. El terapeuta es un canal entre la persona y la tierra. A través de una serie de movimientos, se entabla ese flujo que no es fijo ni preestablecido, sino que tiene que ver con el cuerpo, las necesidades y el grado de relajación que trae cada persona a la práctica.
Al principio hacés algunas respiraciones con el terapeuta para ir conectándote con él o ella y con el medio acuático. Después, sostenida todo el tiempo por tu terapeuta, te entregás al fluir de los movimientos –algunos, si vos lo deseás, sumergida–, y todo en el más absoluto silencio. Solo oís el movimiento del agua que vos misma estás produciendo.
De a poco vas sintiendo cómo tus piernas y brazos se distienden, después el cuello y la cabeza se aflojan. Te plegás y expandís. Girás. En todo ese rato te sentís hermosa y perfecta. Sentís ganas de quedarte ahí para siempre. Pero, como no se puede, el desafío es ver de qué modo llevar esa energía, paz, amorosidad y presencia al asfalto de la ciudad.

¿Dónde hacerlo?

Cuánto: a partir de $800.
Experto consultado: Jorge García. Administrador de Aguahara Buenos Aires.

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