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Tamara Tenenbaum: “Todas las parejas son frágiles"

Charlamos con Tamara Tenenbaum, la filósofa y escritora de “El fin del amor”, el libro que propone una mirada nueva sobre los vínculos sexoafectivos de nuestra generación.


Tamara Tenenbaum

Tamara Tenenbaum - Créditos: Anahí Bangueses Tomsig



El mes pasado, uno de los estrenos seriéfilos fue El fin del amor, protagonizado por Lali Espósito, quien se puso en la piel de Tamara Tenenbaum y le dio vida a una mujer en sus treintis, que se desenvuelve entre el ámbito académico –es profesora universitaria–, el familiar y el de los conflictos propios de una generación de mujeres de clase media urbana.

Tamara también fue la autora del libro homónimo y la coguionista de este proyecto –junto con Érika Halvorsen– cuya propuesta gira en torno a repensar los vínculos sexoafectivos.

¿Por qué te pusiste a teorizar sobre el mundo de los vínculos?

Porque era lo que la gente estaba conversando a mi alrededor. No sola- mente en redes sociales.

Estoy pendiente de lo que pasa en un café. Voy a una reunión de amigas, o de gente que no es mi amiga, y lo primero que hago es preguntar “¿y cómo es tu vida?”. Me daba cuenta de que a la gente le importaba ese tema y quizá no había un lenguaje. Ahora está todo el mundo cancherísimo diciendo “relaciones sexoafectivas”. Hace cinco años, no se decían tanto esas cosas. No había un vocabulario y no había bibliografía con cierta densidad teórica y sociológica.

Y en vos misma, ¿cuándo empezaste a repensar tus vínculos?

Pienso que viví así siempre. Yo nunca tuve convicciones muy fuertes sobre nada.

Todo me parecía extraño. Me parece extraño la gente que se casa y la que no se casa. Me parece extraño la gente que tiene hijos y la que nos los tiene.

Te podría decir que después de 2015, en la primera explosión del Ni una menos, cuando empiezan a parecer sobre la mesa estas cuestiones de qué constituye el consentimiento y la violencia. Me di cuenta de que esas cosas en las que yo pensaba había mucha gente a la que le interesaban y que las querían pensar. Había un interés social.

A veces dicen: “El feminismo me hizo entender...”. Hay cosas que las entendiste por el feminismo y hay otras que las entendiste porque tenés 35 años, antes tenías 20. El 90% de las cosas que pienso no sé si se las debo al feminismo o a la edad. Son ambas. Valorar el aprendizaje que una tiene con la edad también es feminista. Desde lo patriarcal, lo único que hacen las mujeres al envejecer es perder valor. Siento que hay cosas que “ya fueron” con la edad.

Por ejemplo, pienso en ser más chica y ser superinfiel y hoy no estoy a favor ni en contra, hay otras palabras para nombrar eso... Algunos le dirán infidelidad, otros relaciones abiertas o poliamor... Hoy hay otra conversación sobre el tema. Después, es falso pensar que la gente que hoy tiene otros acuerdos no los rompe. Todos los acuerdos fueron hechos para romperse. Hay un goce en la ruptura. Lo único que cambió en estos años es que tenemos un vocabulario nuevo para hablar de vínculos. Sobre todo porque construye una conversación posible. Y eso habilita nuevas formas de interacción. Antes era ponernos de novios y después el “¿cuándo nos vamos a casar?”. Y ahora, en la mayoría de las parejas que yo conozco, hay una vía abierta de conversación. No es “LA charla”. No digo que sea siempre positivo ni que salga siempre bien. A veces puede que sea también un exceso de neurosis. Tanto en el libro como en la serie se menciona el deseo.

¿Qué cosas aprendiste escribiendo este libro sobre el deseo femenino?

Yo creo que el deseo es algo muy oscuro de lo que no se puede hablar mucho. Lo que siento con el deseo es que hoy las mujeres de mi genera- ción, no sé si todas necesitamos escuchar la idea de que el deseo tiene que ser soberano. Porque que el deseo sea soberano es una cosa muy difícil. Primero, porque para decirlo una tiene que saber lo que quiere y el problema, en general, es que una no sabe. El tema no es “ella se quiere separar, pero no se anima”, sino que no sabe si se quiere separar. O si quiere tener hijos o no quiere tenerlos. Me parece que la conversación sobre el deseo pone el deseo en un lugar muy sólido en el que no está. Es una cosa muy líquida y muy difícil de agarrar.

El deseo es algo muy oscuro de lo que no se puede hablar mucho. Es una cosa muy líquida y muy difícil de agarrar

Tamara Tenenbaum

¿Dónde está el conflicto de nuestra generación hoy en los vínculos?

Creo que el problema de todos, mujeres y varones, es el encuentro. Porque esperamos mucho del encuentro. Esperamos cosas que otras generacio- nes no esperaban: queremos pasarla muy bien, y está perfecto, no hay que resignar eso. Ahora, hagámonos a la idea de que va a ser más difícil.

He salido con un montón de tipos. Siempre salgo con chicos que son más o menos inteligentes, más o menos piolas, más o menos agradables. Yo soy más o menos inteligente, más o menos piola, más o menos agradable. Hace 30 o 40 años, con eso alcanzaba para que dos personas se casaran. Ahora no alcanza con eso para que dos personas se quieran enamorar y casar. Y está bien que no alcance. Aceptemos que va a ser más difícil.

¿Cómo entran en este juego los varones? ¿Cuáles sentís que son sus preocupaciones y sus batallas hoy para vincularse?

Creo que hay mucho prejuicio también. Toda esta idea de que los varones no se quieren comprometer, que es cierto en algún punto, pero no es del todo cierto. Comprometerse es difícil para cualquier persona. Comprome- terse significa renunciar a seguir buscando opciones. Significa quedarse con una opción y que, aunque aparezca una mejor, vos te quedás con esa que elegiste. Eso es un compromiso y hoy nadie quiere hacer eso.

Todos estamos pensando en ser felices. ¿Y qué pasaría si hubiese algo mejor? Eso para mí les pasa a los varones y a las mujeres. Yo hablo mucho con mis ami- gos varones sobre seducción y sobre sus vidas sexuales, y me doy cuenta de que para la mayoría de ellos los problemas son los mismos que los nuestros, no son muy distintos. La mina que les da bola no les gusta y la que no les da bola es la que les gusta. Igual que le pasa a todo el mundo.

¿Y dónde sentís que queda el amor de pareja en este panorama?

El amor de pareja hoy no es un punto de llegada para nadie. Aunque quizá sí sea un objetivo a alcanzar para muchas personas. Lo que quiero decir es que ya son muy pocos los lugares sociales donde la gente no se divorcia. Y la gente sabe que eso le puede pasar, incluso a la que piensa que no le puede pasar... le termina pasando. Es algo que tenemos todos muy cerca. No creo que haya nadie que diga “no tengo ninguna amiga divorciada”. En ese sentido digo que ya no puede ser un punto de llegada para nadie, en cuanto a que todas las parejas, incluso las más paqui, monógamas, son frágiles y pueden romperse en cualquier momento. Incluso el que está en pareja sabe que hay una inquietud de fondo siempre ahí presente, incluso cuando estás bien. Me parece que es algo que está más presente, la idea de la fragilidad de la pareja, incluso en la gente que la tiene.

También hay una resignificación de la soltería, en las mujeres... Hoy pasa algo muy gracioso que es que las casadas envidian a las solteras y las solteras envidian a las casadas, es completamente bidireccional. Hay una envidia que circula que es clarísima. Y es lógico: nadie tiene todo y me parece que hay una fantasía de que quienes tienen una pareja abierta lo tienen todo. No es verdad. He tenido parejas abiertas y no tenés todo. La idea de que el que tiene una pareja abierta disfruta lo mismo que el soltero porque tiene citas es mentira. Es una cuestión de desear lo que tiene el otro, que es lógico. Todo el mundo desea lo que no tiene.

Tamara Tenenbaum

Tamara Tenenbaum - Créditos: Anahí Bangueses Tomsig

Todas las parejas son frágiles y pueden romperse en cualquier momento. Incluso el que está en pareja sabe que hay una inquietud de fondo siempre ahí presente.

Tamara Tenenbaum

Entonces..., ¿está bueno tener una pareja abierta o no tanto?

Es muy personal. Uno elige los problemas que quiere tener.

Hay gente que no se banca los celos, hay gente que no se banca la monotonía. Nadie tiene todo. Uno puede, más o menos si tiene suerte, elegir el problema que quiere tener. Mucho más que eso no hay. No hay ninguna relación mágica. Todo el mundo está probando. Lo que sí pienso y lo puse en el libro y siempre lo pruebo, es que quienes tratamos de explorar alternativas no monógamas tenemos algo en común y es cierta honestidad intelectual.

Por lo menos, hay un intento de búsqueda de probar cosas. Por lo menos, hacerse la pregunta de cómo estar bien y de no aceptar necesariamente los únicos moldes que se nos ofrecieron cuando éramos chicos. Eso me parece valioso. Después no significa que esa gente sea más sabia o que tenga mejores relaciones. Eso depende de cada caso, no hay manera.

A la hora de adaptar el libro a la serie, ¿siempre tuviste en mente a Lali? ¿Ustedes ya se conocían desde antes?

No, nos conocimos en el proyecto. Lali se copó con la idea, le pareció interesante el mundo, le gustó el libro. Es una mina inteligente, no es difícil entenderse con ella. Por ahí estábamos en el set y ella me decía: “Esta escena me suena rara”, y probamos otra cosa y listo.

Sí sé que para ella fue un trabajo muy grande el tener que hacer un personaje que no se parece en nada a ella. Una vida que nunca hizo: Lali no está acostumbrada a hablar de la manera en que habla el personaje, no porque no tenga los recursos teóricos, sino porque no es su forma de habitar el mundo.

Este es un personaje que está todo el tiempo explicando lo que ve, discutiendo, teorizando. No es su vida, no es el modo en que ella vive. A la vez, sí es una persona que se entusiasma con eso. Me acuerdo de que la primera vez que ella pensó en el personaje me decía: “Qué difícil hacer a esta chica. No le pueden servir un plato de comida que empieza ¿por qué me lo están sirviendo? No puede hacer nada tranquila”. Es esa neurosis la que tenés que retratar de alguna manera. Siento que lo entendió bastante rápido.

A vos, Tamara, ¿te cuesta desintelectualizar tus propios vínculos?

Soy una persona que sobreanaliza todo mucho. La suerte que yo tengo es que soy un desastre. Así que no es que siempre pienso antes de actuar. Más bien, actúo antes de pensar muchísimas veces. Hay mucho de poner el cuerpo en la serie... ¿Eso es de Tamara? A mí siempre me gustó mucho bailar, me gusta mucho salir con varones, el encuentro con otras personas, tener aventuras, siempre me gustó. Esa cosa de poner el cuerpo lo hice siempre, para bien y para mal. Mil veces me encontré diciendo: “Bueno, no pienses más en esto”. Pero siento que le pasa a todo el mundo eso: la mayoría vivimos en la incertidumbre.

Uno de los capítulos de tu libro habla sobre el mercado del deseo. ¿Hay ciertas reglas de ese mercado del deseo hoy?

La gracia de que sea un mercado es que no hay reglas. Si hubiera reglas, tendríamos un sistema más centralizado. Para distinguirlo, la salud es algo que se administra de forma centralizada y hay un plan médico obligatorio con un montón de reglas. No hay reglas de lo que se puede ofrecer y de lo que la gente puede querer. Eso va cambiando todo el tiempo. Y nadie está obligado a comprar nada, las interacciones no están reguladas por una entidad central.

Uno podría decir, a grandes rasgos, que en el mercado sexoafectivo o heterosexual el valor más preciado en las mujeres es la belleza y en los varones, el dinero. Ahora, eso es muy amplio. Hoy conocés un montón de tipos que tienen un montón de plata y no tienen la chica que les gusta y un montón de chicas que son preciosas y no tienen al tipo que les gusta.

Pero se están rompiendo un poco esas ideas de la belleza o el dinero como valores..., ¿o sentís que no tanto como debería ser?

Un poco sí y otro poco no. Ser linda todavía es importante y tener plata, si sos varón, también. Tarda mucho el cambio.

Pero también hay cosas que están empeorando. Hablando del tema de la belleza, cada vez es peor. Hacemos cada vez más esfuerzo, no menos. Por un lado, hay un movimiento gordo y de diversidad corporal y por otro lado, yo le dedico mucho más tiempo a mi cuerpo que el que le dedicaba mi mamá al suyo. Eso es en casi todas las mujeres que conozco. Hay cosas que están peor.

Mirá las ídolas de las chicas de veinte años: ¡están todas con la cara hecha! Pero quizá no haya culpa en eso, antes había mucha más culpa. Yo siento culpa, porque “¿por qué estoy contribuyendo a esto?”. Está mal. Las elecciones de una impactan.

Yo te estoy diciendo que me parece mal que todas las chicas que circulan en ciertos ambientes sean flacas y rubias y después le dedico muchísimo tiempo a ser flaca y rubia. Yo no comulgo con el discurso de feminismo liberal de “cada una hace lo que quiere, las elecciones individuales no se pueden juzgar”, porque si no nunca hacemos nada y nunca cambia nada. Yo no juzgo a otras mujeres y no ando mirando ni diciendo, pero soy perfectamente consciente de que contribuyo con mis decisiones personales a cosas que no están buenas y trato de pensar qué hacer con eso.

Otro tema en el que las nuevas generaciones tienen otra cabeza es el sexo, como que está subvalorado. ¿O no lo percibís así?

Creo que todo lo que deja de estar prohibido deja de ser sagrado y de ser importante. No es porque a las nuevas generaciones no les importe en términos de la vida, sino que siento que es porque ya se tiene mucho más sexo con menos conflicto. Era mucho más fácil darle importancia al sexo cuando una tenía menos. Hoy todo el mundo coge.

¿Todo el mundo coge?

Sí. Obvio, sé que hay mucha gente que no, pero lo que quiero decir es que la gente joven vive en un mundo donde todo el mundo coge o, por lo menos, eso se supone. Un amigo me contaba que un chabón más grande le decía: “No puedo creer que una mina los invite a coger y ustedes sean capaces de decir que no”. Porque, en el fondo, sabés que a las minas les gusta coger como a vos, entonces la semana que viene podés coger y está bien eso, no es malo. Entiendo que, sobre todo a las mujeres, a veces les produce indignación. “¿Cómo puede ser que no él quiera coger?”. Vos tampoco querés coger con todo el mundo.

Ya no está prohibido, ya no es sagrado, entonces, lo que hay que encontrar es la forma de darle un valor a eso, de disfrutarlo. De estar presente en esa situación y no automatizarlo.

¿Las nuevas generaciones tienen responsabilidad sexoafectiva?

Yo no uso mucho el concepto de “responsabilidad sexoafectiva”, pero ¿por qué no se hablaba de esto hace 30 años? Porque la gente no tenía relaciones nuevas cada 15 minutos. Eso es lo que estamos aprendiendo a hacer. No sabemos cómo manejar esa cantidad de interacciones, que es lo que nos pasa todo el tiempo. Por eso no me gusta lo de responsabilidad. “¿Tengo responsabilidad con todas estas personas?”. Sí, algunas sí, pero cuáles, bueno..., cada uno decide. Todos debemos tener el deber de ser buena gente y estamos hablando de cosas que no sean violencia, maltrato o destrato.

Estamos lidiando con una cantidad de vínculos, flechazos y rechazos con la que no lidiaba nadie antes. Antes no te rechazaban una vez por semana. ¿Está bien que te ghosteen? ¿Que te dejen por teléfono? ¿Tengo que juntarme para cortar? ¿Tengo que decirle que no nos vamos a ver más o puedo decirle que esta semana estoy muy ocupada?”. Nadie sabe y nadie lo va a saber. Cada uno hace lo que puede y lo que intuye. Lo que sí pienso es que el deseo no es el soberano. Todos tenemos que recordar que estamos hablando con gente, y pensar en la otra gente. No solamente hacer y decir lo que a mí me hace sentir cómoda.

¿Y qué es el amor para vos hoy?

El amor, como el deseo, para mí no se definen. Son términos que uno va usando. Para algunos será una fuerza inconmovible, para otros será un presente, para otros será simplemente una expeciencia compartida. 

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