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Cómo construir vínculos más sinceros

La directora de OHLALÁ! Sole Simond habla de la duda como aliada en el sentido de lo importante de descreer de nuestra narrativa para construir vínculos más cercanos y amorosos.


amigas que se abrazan

Cómo construir vínculos más sinceros: la duda como aliada. - Créditos: Getty



Hace unos meses tuve una diferencia con una amiga. Una gran amiga. No de esas que te dan lo mismo, sino de esas otras: que alumbran oscuridades, decodifican los códigos morse de nuestros entuertos, nos tiran el paracaídas cuando estamos en caída libre y saben agasajar el alma y el cuerpo. De esas amigas que están en el presente. No necesariamente son aquellas que están en la diaria, de esas yo tengo muy poquitas. Quizá dos o tres, a quienes les cuento cómo me fue en el turno médico. Hace tiempo que cotizo mi fortuna en buenas compañías. Me convertí en una cripto-friend, porque las charlas profundas, amorosas, divertidas cotizan en bolsa.

No sé cómo estará siendo para vos en este viaje vital, quiénes te acompañan hoy, qué vínculo honrás, cuál te gustaría dejar ir, qué personas te resuenan ahora. Quizá no son las de siempre. Las transformaciones mundiales, al ritmo del ChatGPT, se aceleran en un prompting generalizado: “¿qué es lo que verdaderamente quiero?”. Y eso, amiga mía, no hay IA que te lo pueda responder, al menos no por ahora.  

 

Entonces, en esa pregunta recurrente también entran nuestras relaciones, nuestros amores, y seguro nos duelen más aquellas intermitencias con los que más amamos. Porque llevarme mal con Roberto de la oficina puede ser incómodo, pero ahí no se pone en juego el amor. Salvo que queramos amar a Roberto, quién te dice...

Sin querer irme por las ramas, vuelvo: en esos seis meses que estuvimos distanciadas, yo me di cuenta de que, a falta de un encuentro cara a cara, yo construía hipótesis crueles y desamoradas. Como si hubiera un mecanismo mío que veía una amenaza ante el error, o una enemiga ante una situación confusa, en vez de elegir dudar. Simplemente dudar.

¿Dudar de qué? De mi propio relato apocalíptico y absoluto, que reprogramaba mi historia de amistad en una narrativa de buenos y malos. No es nada nuevo, nuestro ego herido elige la trinchera del enojo como un mecanismo de defensa. Sin embargo, en todo este tiempo que pudimos ir acercándonos a través de chats, en una línea de WhatsApp pude entrever su cansancio y abrume, tan característico de los traspiés humanos. Entonces, elegí DUDAR. Tomarme con pinzas. Eso empecé a hacer. Y si bien muchas veces venía al encuentro una Sole-sabelotodo que tenía diagnósticos incurables sobre la situación, había otra Sole-ingenua que respondía: “Permitime dudar”.

 

Fue largo el proceso, no fue de un día para el otro, como un duelo de titanes interno que no se ponían de acuerdo. Y cuando finalmente quise llegar a un veredicto, ¿sabés qué hice? Reactivé la charla que teníamos pendiente, que ella había propiciado tantas veces y nuestras agendas lo impedían (como una metáfora de nosotras mismas). Así que nos tomamos un café. Lloramos las dos, bajamos la guardia, nos escuchamos, nos miramos, nos sonreíamos, nos reconocimos más grandes y profundas, nos entendimos. Volvimos real el relato mental. Y, ¿sabés qué?, a la humanidad no hay con qué darle. Porque en nuestros ojos cansados, en duelo por diferentes motivos, en constante cambio, agotados por los desafíos, nos vimos. Y ahí no hay relato, ya no tiene de dónde agarrarse. Los enrosques se patinan ante la verdad inmaculada: nos necesitamos. Ese es el gran “nadie se salva solo” de El Eternauta, no porque vengan los cascarudos, sino porque la vida es un loco.

Entonces, regalémonos el beneficio de la duda. Ese es el prompting que a mí me interesa. No tener tantas respuestas, sino puntitos suspensivos. Ni siquiera preguntas, porque creo que a veces no deberíamos siquiera seguir preguntando. Sino... Eso... El espacio para la duda. La precuela de la pregunta, ese vacío que va al encuentro, que sale de su propio monólogo y completa ese plim plim plim con una perspectiva nueva. Y  –algo todavía más revolucionario– cuando viene la respuesta, le cree, la respeta, la acompaña, aunque no la entienda. En la era de preguntarlo todo, yo me preguntaría qué me deja más en silencio, porque –creeme– esa es la fuente de la mejor IA (inteligencia amorosa).  

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