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Perderse en el otro o ser hinchapelotas: ¿hay un punto medio en la pareja?

Jose de Cabo toma como disparador la columna de Karen Barg que hablaba de las matrimillas. Propone algunas puntas sobre lo que cree que deberíamos intentar en un vínculo amoroso.


¿Cómo sostener una pareja sin perder nuestra esencia?

¿Cómo sostener una pareja sin perder nuestra esencia? - Créditos: Getty



Estaba leyendo la columna de mi amiga Karonchi sobre su separación y su necesidad de tener a quién reclamarle las matrimillas acumuladas (la pueden ir a leer acá). Mientras la leía pensaba, qué loco que sigamos pensando en esos términos. Qué loco que lo que uno hace por el otro todavía sea pensado en términos del debe y el haber (y no lo digo por Karonch: lo digo por mí, por vos, por todas).

Por supuesto que una pareja es un dar y recibir permanente. Lo que digo es que, cuando esto entra en un sistema de deudas, ya se pone más complicado. Entramos en un juego de poder que termina, casi siempre, explotando por los aires. Además, si después te separás andá a ver dónde reclamás los puntos acumulados, ¿no? Eso decía Karonchi en su columna.

Otra cosa que nos contaba, y que fue lo que verdaderamente me disparó estos pensamientos, es que muchas veces ella en su matrimonio había dicho que sí queriendo decir que no. Que se había acomodado a los deseos y sueños de su pareja (ahora ex) para poder seguir en ese vínculo. Pensando, tal vez, que de otra manera ese vínculo terminaría.

 

Es que sí, tiene lógica. Me acomodo a vos y a tus necesidades y si me acomodo bien bien, entonces no me ves, no te molesto, estoy acá y me quedo acá. Me fundo con vos, desaparezco, me hago chiquita para que no me veas. Tiene sentido porque hace siglos -SIGLOS- que nos están enseñando que tenemos que ser modositas, complacientes, hacendosas y generosas. Entonces eso es lo que hacemos. Porque no queremos ser la jermu hinchapelotas. No, queremos ser la copada, la buena onda. La diferente.

Y ahí es cuando nos desdibujamos. Nos perdemos en el otro para que el vínculo sobreviva.

¿Y saben lo que pasa? Que a veces sobrevive y otras veces no. Porque no tiene que ver sólo con esto, hay muchos factores que pueden desarmar una relación.

Las que no sobrevivimos, las que nos perdemos somos nosotras.

 

Hay una diferencia muy enorme entre ser hinchapelotas y saber comunicar nuestras necesidades y nuestros deseos. Que, además, adivinen qué: son igual de válidos y valiosos que los de nuestra pareja. ¡Charan! Descubrí la pólvora o qué.

Claramente, hinchapelotas no quiere ser nadie. Pero entonces no lo seamos. No nos enfoquemos en las pequeñeces y en los detalles, no estemos encima del otro para volverlo loco a cada paso. Eso no está bueno ni para nuestra pareja ni para nosotras. Qué agotador ser policía del otro, educarlo, corregirlo. Y, además, qué desubicado, ¿no? Si el otro es un adulto igual que nosotras, hecho y derecho, qué le vamos a andar corrigiendo y remarcando. Un divague.

 

Si alguien te acusa de hinchapelotas, observate. Porque a veces puede que sin darnos cuenta y en el trajín de lo cotidiano lo estemos siendo. Ahora, si cada cosa que decimos es percibida como una rotura de huevos, entonces hay algo que está muy mal, ¿no?

No, no seamos hinchapelotas. Pero sí seamos valientes y pidamos lo que necesitamos, reclamemos lo que merecemos para estar seguras y confiadas y felices en un vínculo. Que para eso lo tenemos, caracho. Estemos con alguien que respete nuestros deseos, que nos escuche cuando traemos algo a la mesa, que valide lo que sentimos e intente darnos lo que pedimos.

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