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¿Sentís que tu pareja no resuelve nada solo?

Claves para activar su modo resolutivo y escapar –con amor– de la zona de demanda.


Vínculos: ¿sentís que tu pareja no resuelve nada solo?

Vínculos: ¿sentís que tu pareja no resuelve nada solo? - Créditos: Getty



"Eduardo, vení a buscar a Juan Cruz”, un hit inesperado que se volvió viral hace un tiempo. Un sábado en la plaza Dorrego de San Telmo, un nene se perdió y un grupo de músicos lo notó y empezó a cantar esa frase para que el padre apareciera. En diez minutos, la gente que estaba cerca se sumó al canto y la ovación llegó a Eduardo, que apareció y fue a los brazos de Juan Cruz. Una canción que enseguida se volvió pegajosa, y varios quisieron cantar.

El tema puede sonar a reclamo, pero no, su intención refleja un camino posible: cuando el objetivo no es la crítica, sino la resolución de un problema, el final siempre es más feliz. Y esta es la clave para darle otra vuelta a un debate que en otras generaciones era tema de conversación asegurada entre mujeres; hoy, en tiempos en los que afortunadamente los roles en una pareja se intercambian, toman diferentes formas y rompen con muchos de los mandatos que se han arrastrado durante años, es necesario barajar y dar de nuevo para salir de clichés como “él es un inútil” o “él no sabe hacer nada solo”. Y eso incluye desde recordar los horarios de salida del colegio hasta improvisar una cena o  saber la temperatura ideal para una mamadera.

Si te pasa de sentir que estás en un laberinto sin salida, en el que vos sos la que hace todo y no podés confiar en que el otro va a resolver por sí mismo cuestiones diarias relacionadas con la convivencia, la casa, la familia, sabé que hay un camino que de a poco te puede llevar a una zona más constructiva. Porque, después de todo, un vínculo es una construcción constante. 

¿Hay un Eduardo en tu vida?

¿Te pasa? Sabemos que durante mucho tiempo los roles fueron que la mujer era la encargada de hacer las cosas de la casa, cocinar, limpiar, ordenar y cuidar a los hijos, mientras que el hombre era quien se encargaba de trabajar y mantener económicamente a la familia... Después de un largo camino y muchísimas conquistas, todo eso quedó muy lejos. Pero aún hay resabios de esta cuestión cultural, social y de las diferencias que hacen a cada género que todavía hacen eco.

¿Te pasó de sentir que tu pareja no se involucra en las tareas del día a día en la convivencia, o que no puede hacerlo solo, o que no se le ocurre si vos no se lo pedís? En ese sentido, nuestros expertos nos remarcan que ya desde chicas las mujeres juegan a limpiar, cocinar, hacer las cosas de la casa, cuidar un bebé; en fin, cuidar de otros. Y esta tendencia a este juego inicial trasciende culturas y generaciones.

Al hombre, en cambio, no se le ocurren estos juegos ni tampoco se los enseñan. “Si el varón no tuvo esa enseñanza de parte de sus padres y no hizo el pasaje de vivir solo antes de vivir en pareja, va a ser una persona que en las tareas de la casa y los cuidados siempre va a tener desventaja”, nos explica Paola Bertiz Broll, psicóloga especializada en relaciones y autora del libro Que sea mutuo o no sea nada. 

Hoy, la forma de pensar al hombre y la mujer está en plena transición y muchas son las nuevas perspectivas para que puedas escapar de sentir que no podés repartirte tareas ni contar con tu pareja para resolver cuestiones diarias. “Los patrones más comunes de las mujeres que viven este tipo de cuestiones suceden en las familias más clásicas. La idea de que el hombre es un Homero Simpson que no hace nada ya no corre más. Si un hombre no se involucra, es por comodidad, y no por una posición masculina. Hoy hay mujeres muy hombres y hombres muy mujeres”, aclara Iván Chausovksy, otro de los expertos consultados. 

La clave: ponerlo en palabras

Las relaciones son de a dos y nunca uno es el único responsable. El problema más común en una pareja, ya sea hombre y mujer o la combinación que sea, es que dos no hacen uno. Cuando te encontrás con que tu pareja no hace las cosas como vos quisieras, o que no resuelve, no se involucra, hay algo que es clave: hay que comunicar, hay que problematizar, poner en palabras. Pero ojo: el hombre y la mujer somos totalmente distintos.

La mujer soluciona los problemas hablando, el hombre los procesa solo. “Cuando tenés un problema y él lo detecta, lo más probable es que se aísle, porque es su forma de procesar un problema cuando él lo tiene”, nos aclara Broll. Partimos de una base en la que, si bien las tareas del hogar son cada vez más compartidas, nos encontramos con formas diferentes de expresar cuando queremos que el otro se despabile y haga, o que haga las cosas de otra forma. Si uno habla atacando al otro, el otro se defiende.

En el mismo sentido, el psicólogo Alejandro Audino nos remarca que muchas veces los problemas surgen también por asumir lo que en una relación cada uno supone que el otro piensa: “Mi pareja trabaja todo el día y cuando llegue va a estar cansado para hacer tal cosa”. ¿Te suena también? Dar por sentado o hacer una construcción sobre lo que el otro va a pensar es una de las cuestiones más comunes que llevan al conflicto. 

Bajarte del ring es ganar

El poder está en la comunicación, en poner en palabras de la forma más sencilla aquello que querés o sentís. “Hasta hacer una lista es algo más amoroso. Se puede consensuar, mate de por medio, un domingo a la mañana, lo que puede hacer cada uno”, cuenta María José. Muchas veces estas cosas tienen más que ver con la persona que pide esa ayuda que no se le da que con la que no ayuda.

Lo más interesante es tratar de escuchar qué hay detrás de esa queja, es como la punta del iceberg para entender otro tipo de conflictos; cuál es el verdadero malestar. Si hacés terapia, y en tu consulta ves que este tema se repite mucho, está bueno indagar, buscar qué hay detrás de eso que tanto te molesta en lo cotidiano sobre aquello que él no hace o no resuelve. Según Chausovsky, una clave para subsanar estos temas es el propio análisis: “No tirarle las propias miserias subjetivas al otro. También animarse a comunicar y a que el otro nos acepte con nuestras monstruosidades. Que no haya miedo; si hay miedo, es muy difícil hablar”.

Salir del modo demanda

Ver cuáles son los límites del otro a veces puede volverse angustiante para una, porque también es desidealizar a quien tenemos al lado, es aceptar que el otro es otro y que no va a ser exactamente como querés o deseás. Pero en ese folclore también está el encuentro, la posibilidad de vincularse y aprender, de vos, del otro, de lo que el otro viene a mostrarte incluso de vos.

Como dice Chausovsky, demandar es tóxico porque es pretender que el otro nos dé algo: “Esto se relaciona con el patriarcado y los roles que antes cumplían el hombre y la mujer. Lo que tenemos que aprender es que somos interdependientes y que la salida no es individual”. Lo más rico de esto es el aprendizaje para vivir colaborativamente con otros. 

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