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¿Cómo hablar de plata con tus hijos de acuerdo a su edad?

En su libro Dueña de tu dinero, Helena Estrada se refiere a la importancia de habilitar la conversación sobre temas económicos que hacen al bienestar familiar. Sugiere aproximaciones según el desarrollo de los chicos.


Consejos para hablar de plata con tus hijos. Fotos: Canva

Consejos para hablar de plata con tus hijos. Fotos: Canva



Muchas personas se escandalizan con la idea de hablarles a los niños y niñas de dinero. Como si no formara parte de nuestro bienestar integral, que también incluye la alimentación, la creatividad, el deporte, los estudios, los vínculos, el autoconocimiento, el esparcimiento y tantos otros temas. Por eso, no debería asustarnos.

Esta es la propuesta de la abogada y escritora Helena Estrada, en su libro Dueña de tu dinero (Editorial El Ateneo), en uno de cuyos capítulos se detiene en cómo abrir el diálogo sobre el dinero con los chicos, con ejemplos propios y ajenos, con decisiones que debemos tomar todos los días.

Dice, a modo de ejemplo que, cuando hablamos de nuestra historia familiar, nuestros orígenes y los legados que hemos recibido, es una oportunidad de sumar la perspectiva del aspecto económico. Si nuestra familia inmigró, ¿hubo causas económicas? ¿Fue en búsqueda de nuevas oportunidades o por resultar insostenible la realidad en que se encontraban? ¿Cómo lograron sus primeros ingresos, cómo fue la adaptación que tuvieron que realizar? ¿Qué decisiones fueron tomando?

Plantea que en general, como padres o formadores nos preocupa que nuestros hijos no aprecien el valor del dinero, lo despilfarren o tengan actitudes consumistas siguiendo tendencias sociales. Tampoco los queremos estresados con “problemas de grandes” y buscamos protegerlos de nuestras preocupaciones económicas. Conversar con ejemplos que den cuenta de prioridades y principios es algo que tendrá sentido para los niños y para nosotros y abrirá la oportunidad de la conversación.

La autora, magíster en Mercado de Capitales y Financiero, sostiene que podemos hablar sobre el plano económico con nuestros menores desde la primera infancia, y de manera natural y progresiva profundizar el diálogo a medida que vayan creciendo. Y, en todos los casos, mostrarnos abiertos a sus preguntas y cuestionamientos.

Entre los 3 y los 5 años

Los chicos pueden tener una alcancía. Es un lugar particular para el guardado del dinero. Con estos objetos ya estamos enseñando a los chicos que el dinero tiene una categoría distinta a los otros objetos. Se lo guarda en un lugar especial, se va juntando de a poco y, cuando llega el momento del uso, se utiliza y se vuelve a comenzar el proceso. Desde muy pequeños pueden experimentar este circuito, y sobre todo la demora en la satisfacción del consumo. A esta edad también podemos llevarlos con nosotras a realizar compras diarias, dejando que entreguen billetes ellos en un negocio y que puedan ir viendo el intercambio que sucede en una compra.

Entre los 6 y los 8 años

A esta edad ya podemos sofisticar un punto las alcancías y dividirlas en dos: “para gastar” y “para guardar”. La primera será para sus consumos cotidianos, como pueden ser figuritas o una merienda dentro de la escuela. Y la “para guardar” podrá ser dinero que el chico separe para un gasto a realizar en el futuro. A esta edad también pueden comenzar a pensar en pequeños ingresos. Por ejemplo, realizar pulseras de hilo o limonadas para vender en espacios familiares o del barrio o la producción de shows y actuaciones para la familia donde puedan vender los tickets de entradas al espectáculo. A esta edad también pueden realizar pequeñas compras por su cuenta a nuestro lado, como una gaseosa en la playa, controlando que el vuelto sea el correcto, practicando sus primeras sumas y restas.

Entre los 9 y los 11 años

A esta edad ya pueden recibir una suma fija semanal, de acuerdo con el uso que convengamos con ellos que tendrá ese dinero. Podemos establecer un monto razonable para sus pequeños gastos semanales. A esa cantidad que les demos semanalmente le podemos sumar un 10% o 15%, para que puedan ir ahorrando. En países con alta inflación, ahorrar en la moneda local “abajo del colchón” hace que ese dinero pierda poder adquisitivo. Podemos darles un “vale” al equivalente en otra moneda o un bien determinado, para cambiarnos cuando vayan a necesitar el dinero. O establecer la fecha, para luego añadirle la tasa de inflación. Es una complicación extra, pero un aprendizaje añadido también.

En relación con este monto semanal, podemos pensar junto a ellos un pequeño presupuesto que puedan ir armando y controlando. A esta edad podemos ir abriéndoles más información sobre el origen de nuestros ingresos. Algunas familias también consideran ir abriéndoles la información sobre el costo real que tiene la manutención cotidiana. El precio del alquiler, cuotas de clubes, gastos en ropa, alimentos, clases extracurriculares, esparcimiento, etc.

Según la autora, entre los 12 y 14 años ya podemos interesarlos en realizar pequeñas inversiones, que pueden ser “simuladas” con nosotras actuando de intermediarias y que puedan “comprar” acciones, bonos, un plazo fijo, etc.

Según la autora, entre los 12 y 14 años ya podemos interesarlos en realizar pequeñas inversiones, que pueden ser “simuladas” con nosotras actuando de intermediarias y que puedan “comprar” acciones, bonos, un plazo fijo, etc. - Créditos: Javier Joaquín

Entre los 12 y los 14 años

A esta edad, el dinero semanal puede ir extendiéndose primero a quincenal y luego a mensual. Esto le irá permitiendo tener una mayor responsabilidad sobre la administración de su dinero. También, pueden ir pensando en objetivos anuales, algún gasto especial que quisieran en sus vacaciones o para alguna fecha determinada. Si quisieran un adelanto para un gasto cercano, pueden tener su primer préstamo familiar. Como ejercicio, y para darles la oportunidad de aprender de la experiencia, podemos “cobrarles” un pequeño interés. Así irán entendiendo la relación entre el dinero y el tiempo. No es lo mismo $1 hoy que $1 mañana. Podemos interesarlos en realizar pequeñas inversiones, que pueden ser “simuladas” con nosotras actuando de intermediarias y que puedan “comprar” acciones, bonos, un plazo fijo, etc.

Entre los 15 y los 18 años

A esta edad ya pueden comenzar a realizar algunas tareas por las cuales les demos una compensación económica. Sin llegar a la categoría de trabajo infantil, podemos compensar algunas actividades que realicen con montos razonables. También van contando con más autonomía para realizar voluntariados y participar en actividades filantrópicas, tanto con su propio dinero como con su compromiso personal. Nuevamente, el ejemplo que hayan visto en nosotros tendrá impacto en sus propias decisiones.

En este tiempo, las actividades sociales entre varones y mujeres suelen intensificarse. Las primeras salidas, fiestas, “juntadas”, “previas”, asados, boliches, encuentros en shoppings, clubes, etc. La mayoría de estos encuentros son grupales, y pueden empezar a surgir diferencias entre las mujeres y los varones que luego se siguen replicando y amplificando. A esta edad, son los padres y madres quienes “financian” los encuentros y suelen darles más dinero a los varones que a las mujeres, por esos usos y costumbres que ellos (y ellas) perpetúan. Siempre propongo a las chicas que sean el primer grupo en su camada y comunidad que establezca que contribuirá en la misma medida que los varones. Para eso, deberían recibir igual paga que sus compañeros varones.

Entre los 19 y los 22 años

Los jóvenes adultos ya pueden tener independencia presupuestaria y están listos para afrontar las consecuencias de una mala administración, en la medida de lo razonable, como ejercicio de la entrada a su adultez plena. También, ya pueden pensar en sus objetivos de vida, su desarrollo profesional y laboral. Muchos jóvenes a esta edad tienen fuertes inseguridades sobre su vocación y qué estudios realizar luego del secundario, y cambian de carrera en los primeros años. Personalmente, creo que hay una sobrevaloración de la “vocación”. Algunas personas tienen la fortuna de tener marcadas vocaciones desde muy jóvenes y tienen intereses definidos y asentados. El resto de los mortales tenemos “preferencias”, con lo cual nos puede entusiasmar parte de las materias de una carrera, pero no todas. Bajar la expectativa sobre el encantamiento que tendremos en los estudios terciarios puede ayudar.

Es una buena edad para realizar pasantías, y dependiendo de cada país, ya serán considerados adultos y podrán tener ingresos formales y ser contratados. Toda experiencia les sumará, no solo en el aspecto profesional y económico, sino en el humano y de autoconocimiento.

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