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Aprendé a pedir: ¿cómo logramos promptear la vida?

En la era del prompting, pedir bien es una habilidad sustancial para hablarle a la inteligencia artificial y conseguir buenos resultados, pero también para comunicarnos mejor con el resto de la humanidad. ¿Y si aprendemos a promptear la vida? 


Es necesario elegir el tiempo que le destinamos a las redes, a los libros, al resto de actividades de la vida

En la era del prompting, pedir bien es una habilidad sustancial para hablarle a la inteligencia artificial y conseguir buenos resultados. - Créditos: Getty



Arranquemos por el principio. ¿Qué es el prompting, que está tan de moda? Bien, es el arte de saber pedirle algo a una inteligencia artificial –al chat GPT, por ejemplo– de manera clara, concreta y estratégica para que te devuelva justo (o casi) lo que necesitás. No es magia, es comunicación con contexto, tono y detalle. Básicamente: cuanto mejor pedís, mejor resultado obtenés. Y aunque empezó siendo una habilidad digital, cada vez se parece más a una herramienta emocional para la vida real. 

Estamos, entonces, en la era del prompting, o en la era del “decime bien qué querés”. Aprendimos, medio a los codazos, que, si le pedís a una inteligencia artificial que te escriba un poema de amor, puede devolverte algo entre una carta de segundo grado y un horóscopo sin alma ni pluma. Pero si le decís “escribime un poema de amor inspirado en Sabato, dirigido a una mujer que ya no cree en el amor, con un final irónico”, tenés muchas más chances de recibir algo decente. El secreto está, entonces, en saber pedir. 

Y si el secreto está en saber pedirle a una máquina, imaginate lo que puede pasar si lográs pedirle bien a una persona. A tu jefa, a tu pareja, a tus hijos, a tus padres, y a vos misma. De todos modos, no es lineal, no es en la vida como en la red, y esa es la idea que vamos a intentar desmenuzar en esta nota. Pedir no es capricho, es herramienta. Es comunicación. Es deseo expresado. Es también un acto de valentía porque nos enfrenta, entonces, a nuestras propias necesidades, y ahí se nos ven los huecos.  

 

Hay un video viral en YouTube, de años antes de que se hiciera popular la IA, que lo explica mejor que cualquier TED Talk: el video se llama “Exact Instructions Challenge” y en él, un padre, Josh Darnit, desafía a sus hijos a darle instrucciones para prepararse un sándwich de mantequilla de maní y mermelada, más gringo no había, pero está buenísimo. Los chicos escriben lo que creen que son indicaciones clarísimas, pero el padre las sigue de forma literal y vemos cómo se embadurna la cara, mete el cuchillo adentro del paquete cerrado de pan, derrama todo y genera un caos muy interesante mientras los chicos se frustran e intentan ir mejorando las instrucciones. Porque, claro, ellos escribieron “poné mantequilla en el pan”, no especificaron “abrí el frasco, sacá una cucharada, untá en una rebanada con el lado sin corteza hacia arriba”. El video es divertido (buscalo, no te vas a arrepentir), y la lección es clara: si no sabés pedir, no te sorprendas por lo que recibís.  

Dato de color: en estos tiempos hay cientos de cursos que te enseñan a promptear bien a la IA y que, además, en su mayoría no tienen un costo significativo. Cursos cortos, cursos largos, con certificado, sin certificado, en cuotas, en reels. Pero todavía nadie lanzó el módulo de “Cómo pedirle bien a tu suegra que no te critique la crianza de tus hijos” o “Prompt efectivo para lograr que tu pareja elija una serie sin pelear”. Spoiler alert: no se puede. Porque los humanos no somos algoritmos. Somos contradicción, contexto, historia, trauma, hambre. Promptear la vida es más complejo y también más útil, aunque siempre va a encerrar algo de misterio.  

Pedir bien: una habilidad infravalorada 

¿Qué es pedir bien? Pedir bien es saber qué querés, poder ponerlo en palabras claras y expresarlo de una manera que tenga chances de ser escuchado por la persona indicada. Parece fácil, pero es uno de los ejercicios más difíciles que existen. No nacimos sabiendo pedir. De hecho, y hago foco en las mujeres, muchas aprendimos que era mejor callar, esperar a que nos adivinen y poner cara de “estoy bien” cuando queríamos un abrazo. Esa frase famosa que dice “si lo tengo que pedir, no sirve” nos hizo pelota, colegas.  

Porque pedir no es debilidad. Es autocuidado. Es decir “necesito que me ayudes”, “quiero esto y no aquello”, “me duele eso”, “deseo eso otro”. Hay algo muy poderoso en pedir, incluso cuando el otro pueda decir que no. Pedir te da agencia. Te pone en movimiento, te saca de lugares que no te hacen bien.  

En el mundo del prompting, hay reglas básicas para hacer buenos pedidos: dar contexto, ser precisa, usar tono adecuado, evitar ambigüedades. Y esto, en la vida real también aplica.  

  • Dar contexto: no es lo mismo pedir ayuda con los chicos un sábado que un lunes a la mañana. Contá por qué lo necesitás. 
     
  • Ser claras y precisas: “¿Podrías colaborar más en casa?” no es lo mismo que “me gustaría que laves los platos después de cenar porque yo cocino”. 
     
  • Cuidar el tono: no empieces con “como siempre, no hacés nada”, porque todo lo que venga después va a ser ruido. Igual, si estás enojada, empezá como puedas, no se puede todo todo el tiempo.  
     
  • Ser realistas: no pidas todo junto, priorizá y vas a obtener mejores resultados.  

Y agrego una clave más: pedir con cariño o con caridad no es rebajarte. Es tener en cuenta que el otro es humano, que no está obligado, que también tiene un mundo interno. Pedir bien es cuidar el vínculo mientras buscás lo que necesitás. 

Promptear la vida: una guía para humanos 

La IA puede parecer mágica, pero, al final, responde a instrucciones. Las personas no. No siempre entienden lo que decís, incluso aunque hables claro. Porque tienen historia, miedos, memoria emotiva, malhumores, prioridades propias. Pero igual vale la pena intentarlo, nos lo debemos, nos da paz. ¿Y si empezamos a promptear la vida? Pedir mejor en los distintos vínculos podría verse de este modo: 

  • Con tu pareja: no des por sentado. No supongas que “debería saber”. Tal vez sí, pero si no sabe, decíselo. Con ternura, con deseo, con detalle, con firmeza. En la vida y en la cama, por cierto.  
     
  • En el trabajo: pedir un aumento, un ascenso o un cambio de tarea requiere que entiendas primero qué querés. Y que puedas mostrar por qué lo merecés. Organizá la información y practicalo, sos tu mejor producto. 
     
  • Con tus hijos: ser clara, marcar límites, pedir respeto. También mostrándoles que pedir ayuda no es signo de debilidad, sino de inteligencia emocional. 
     
  • Con vos misma: este es el más difícil. Escucharte, identificar lo que necesitás y darte permiso para pedirlo. A veces no sabés. Pero si te entrenás, lo vas descubriendo. Ahora vamos a profundizar un poquito sobre este punto.  

Pedirle al universo (con instrucción incluida) 

El famoso “pedile al universo” nunca me terminó de cerrar del todo. Pero si hay algo que aprendió la generación que le pone cristales al celu, es que tener una intención clara ayuda. Lo difuso atrae confusión. En cambio, si sabés lo que querés y cómo lo querés, podés empezar a construirlo. 

Por ejemplo: no es lo mismo “quiero cambiar de trabajo” que “quiero encontrar un trabajo que me entusiasme, con un equipo respetuoso, en el que pueda crecer y que tenga horarios compatibles con mi vida personal”. Puede que no aparezca al instante, pero al menos sabés para dónde mirar. De todos modos, para empezar, hay que saber escuchar primero, dicen los que saben, el “quiero cambiar de trabajo” y luego ir afinando.  

Incluso la evidencia acompaña: un estudio del Journal of Social and Personal Relationships, una revista académica internacional que publica investigaciones originales sobre relaciones sociales y personales, sugiere que las personas que expresan sus necesidades de manera clara y directa tienen relaciones más satisfactorias y duraderas. Hay muchos otros estudios que sostienen lo mismo. Decir lo que queremos incluye decir, también, lo que no queremos bajo ningún punto de vista. El universo puede que no te escuche, tal vez está ocupado, pero la persona que tenés al lado, si le pedís bien, quizá sí. 

El pedido como espejo: aprender a escuchar 

Cuando aprendés a pedir bien, también entrenás el oído para registrar mejor lo que otros te están pidiendo. Ya no reaccionás solo al tono, al reclamo, al berrinche. Escuchás el deseo. Lo que está debajo. Y eso cambia todo. Porque saber pedir es una habilidad comunicacional, pero también un gesto de humanidad. No se trata solo de conseguir lo que querés, sino de vincularte mejor. De ponerle palabras a lo que antes era intuición o tensión muda. De hacer que algo se mueva. Y saber escuchar es lo mismo. Comunicar es traducir, digo siempre, y eso implica tener mucho registro del otro.  

La paradoja del buen pedido 

La IA nos hace creer que, si pedimos bien, todo se nos dará. Pero la vida no funciona así. No somos robots, no hay garantías. Sin embargo, saber pedir es un gran comienzo. Es decir “esto soy, esto necesito, esto deseo”. Es salir del piloto automático, es hacerse cargo. Y tal vez, aunque no nos responda como queramos, porque el otro es mucho más complejo que una IA, al menos sabremos que fuimos claras, valientes y honestas.

Y que está buenísimo promptear la vida, porque es posible que nadie adivine lo que necesitamos: ni la pareja, ni los hijos, ni las amigas, ni el jefe, ni las máquinas. Pedir bien, sin traicionarte, no te asegura respuestas positivas, pero te garantiza que el mundo te escuche como sos: sin subtítulos. 

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