Despedidas de fin de año en Buenos Aires: 3 lugares imperdibles para celebrar

En una casona inglesa de 1927 escondida en el Pasaje Anasagasti, en pleno corazón de Palermo, este clásico moderno celebra su décimo aniversario reafirmando que la noche porteña siempre puede reinventarse. Con tres pisos y tres propuestas diferentes, es ese tipo de lugar que sorprende incluso a quienes van seguido, porque en un solo lugar te ofrece tres experiencias bien distintas para despedir el año: un bar íntimo y elegante en planta baja, un restaurante de cocina contemporánea en el primer piso y, como gran novedad del año, un omakase que abrió sus puertas hace muy poquito para sumarse a la tendencia oriental que la está rompiendo en Buenos Aires.

El bar es el punto de partida ideal para despedidas relajadas, quizás de grupos más reducidos: madera oscura, luz baja y una barra que combina la vibra de un club londinense con una carta de coctelería de autor que sigue siendo el sello de la casa. Sus clásicos —como el Napoleón o el Sandro— conviven con propuestas nuevas, siempre elaboradas con ingredientes únicos y técnicas cuidadas. Para acompañar, podés pedirte unas tapas, como alitas crocantes con crema de rocoto o samosas de boniato, que resultan perfectas para una ronda larga de brindis. Datazo: ofrecen 20% de descuento abonando en efectivo y no se cobra cubierto. Si estás buscando un lugar para un evento corporativo, otro diferencial es que los pueden armar a medida y existe la posibilidad de reservar diferentes salones.

En el restaurante del primer piso, el clima cambia: ahí ya vas a encontrar terciopelo, mesas de mármol y una cocina estacional que se mueve entre la tradición y la creatividad. Platos como el magret de pato con terrina de mandioca o los agnolotti de centolla y langostinos muestran un nivel técnico que enamora. La carta de vinos —con más de 150 etiquetas— es ideal para grupos que disfrutan de una buena mesa y una velada pausada.

Y en lo más alto de la casona, en el segundo piso, el Omakase de Anasagasti es un mundo aparte. Ocho pasos guiados por el sushiman, en un espacio íntimo de luces cálidas y ritmo tranquilo, donde pueden aparecer proteínas como tiburón, vieiras o atún rojo (obviamente, también hay opciones vegetarianas para quienes las requieran). Es una propuesta sofisticada y distinta, perfecta para una despedida más exclusiva, en modo “experiencia inolvidable”. A diferencia de otras propuestas omakase, la experiencia no se realiza en la barra sino en mesa, con una explicación detallada de cada paso y un servicio personalizado. “Cuando le contamos al cliente que va a comer tiburón, se sorprende, pero esa curiosidad es parte de la experiencia: probar algo nuevo y descubrir que hay mucho más allá del salmón”, relata Nicolás Garófalo, uno de los socios y chefs responsables de Anasagasti. Así, con sus tres ambientes diferenciados, su atención cálida y su espíritu inquieto, Anasagasti es un indispensable para cerrar el año con estilo. 

En la Costanera Norte, donde el Río de la Plata regala uno de los atardeceres más lindos de la ciudad, Costa 7070 propone una manera distinta de vivir la noche porteña: más luminosa, más sensorial, más intensa. En el icónico edificio donde en los años ´70 estaba emplazado el clásico restó "Los Años Locos", hoy el proyecto de Pedro Bargero e Inés De Los Santos combina gastronomía marcada por el fuego, coctelería de autor y una puesta visual que convierte cada momento en una experiencia envolvente.

El corazón del salón es su barra central, coronada por un imponente cubo de luces creado por Sergio Lacroix, artista visual referente de la escena nocturna porteña. Suspendido desde el primer piso, el cubo proyecta visuales que cambian durante la noche y funcionan como un pulso vivo: la luz marca los tiempos, amplifica la música y acompaña la energía del espacio. Arriba, un segundo nivel envuelve el cubo con mesas altas, sillones, una barra longitudinal y la mejor vista del salón. Es ahí donde la vibra sube y la noche empieza a transformarse.

La propuesta arranca a las 20 h con la experiencia gastronómica, ideal para despedidas que buscan cena + noche en un mismo lugar. La cocina de Bargero cruza el Mediterráneo con el litoral argentino, con el fuego como protagonista. El arroz marca su identidad: paellas terminadas al fuego son, sin dudas, uno de los highlights de una carta marcada por los aires del mar. También brillan las pescas frescas del Atlántico, cortes de carne grillados y tapas para compartir —como los ribs de pacú o la tortilla con carpaccio de chorizo colorado—, que se vuelven perfectas para picar entre charla, brindis y baile.

La carta de cócteles, firmada por Inés De Los Santos, es fresca, equilibrada y pensada para acompañar toda la noche. Hay tragos perfectos para arrancar —aperitivos suaves, combinaciones florales— y otros más expresivos para cuando la energía sube. Entre los elegidos del público destacan opciones con cítricos, frutos rojos y hierbas que maridan de manera natural con los platos de Bargero. Es una coctelería moderna, vibrante y de bajo tenor alcohólico, en sintonía con las tendencias globales.

A partir de las 23.30 h, el espacio cambia de código: el salón se expande, la música gana protagonismo y Costa 7070 se transforma en un ritual nocturno. Quienes llegan solo para la noche ingresan con consumo mínimo, mientras que los que ya estaban cenando se mezclan con los nuevos grupos y dejan que la luz de Lacroix marque el camino. La energía más alta se siente en el segundo piso, aunque cuando el ritmo se desborda, el movimiento fluye hacia todo el espacio.

Entre la gastronomía, los cócteles y una ambientación que parece traída directamente de un verano eterno frente al mar, Costa 7070 es ideal para despedidas que buscan una noche completa sin moverse del lugar. Un escenario que redefine salir: no se trata solo de cenar o bailar, sino de vivir una experiencia que enciende todos los sentidos. ¿La clave? Esa mezcla única de luces, música, sabores y río que hace que la noche se sienta infinita.

Para quienes buscan una despedida de año distinta, llena de colores, texturas y una energía que se siente apenas se entra, Tigre Morado es una de las mejores opciones del momento. Siempre fiel a su esencia peruana, el restaurante se renueva con una serie de platos que profundizan en la fusión: raíces del Perú, producto local, cruces culturales inesperados y una estética que convierte cada paso en un viaje sensorial.

La nueva carta celebra tres territorios claves —costa, sierra y selva— con una mirada contemporánea y audaz. Entre las estrellas aparece el Cebiche Thai, un cruce delicioso entre Oriente y Occidente: langostinos en leche de tigre al curry, cítricos brillantes y un crocante vegetal que expande los límites del cebiche tradicional. La Trucha Andina es la expresión más reconfortante de la sierra: trucha asada, puré de boniato ahumado y maíz serrano en un plato donde conviven lo ancestral y lo moderno. Para compartir, las Tortillitas del Mar mezclan choclo, tartar de vieiras y langostinos en una combinación que celebra la costa peruana con un toque actual. Y el Tiradito Parma, delicado y sofisticado, presenta láminas de pesca blanca sobre salsa de vieiras, junto con vegetales de estación en diversas texturas: una síntesis perfecta del estilo Tigre Morado.

El ambiente acompaña: luz cálida, detalles de diseño pensados para estimular los sentidos, vajilla que enmarca cada creación y una musicalidad suave que invita a relajarse. Nada es casual: todo está diseñado para que la experiencia sea envolvente, sorprendente y profundamente sensorial. Es un lugar ideal para despedidas que buscan una celebración diferente, donde la cocina se convierte en relato, la mesa en viaje y cada plato en un recuerdo. Una invitación a cerrar el año con sabor peruano, energía vibrante y un toque de magia culinaria.