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“Mi hija es transgénero”

La española Carolina Marza acompañó a su hija Cloe en el proceso de transición a ser quien es hoy: una niña feliz y segura de sí misma.


La crianza de una infancia trans

La crianza de una infancia trans - Créditos: Gentileza de Carolina Marza



“Supe que algo pasaba cuando empezaron los conflictos en el colegio”

A los 4 años, nuestro hijo (hoy Cloe) se escapaba de la escuela y siempre estaba peleando con algún compañero. Parecía que era él quien generaba los problemas, pero en realidad era por su malestar interno. En esa época, nos dijo por primera vez que se sentía mal en la escuela. En la institución nunca supieron indagar qué es lo que pasaba, nos decían que eran “cosas normales” de cualquier niño. Sin embargo, yo insistía con que algo pasaba. Aquel verano, antes de comenzar la primaria, con 5 años, me preguntó: “¿mamá, yo puedo hacer lo que quiera?”. Y yo, que no sabía muy bien por dónde iba la cosa, le dije: “claro, sé lo que quieras”. “¿Entonces puedo ser una chica?”, me respondió.

Mientras las cosas se ponían más difíciles en el colegio -con los compañeros y los maestros- comenzamos a informarnos e indagar en el tema para poder ayudar desde nuestro lugar. Creíamos que estábamos viviendo una etapa de su crecimiento, pero hasta llegó a romper un ventilador como respuesta al maltrato de un compañero. También salía muchos días con mordiscos, con sangre. Yo, por mi parte, seguía intentando encontrar respuestas: escribí cartas a la profesora, tuve miles de reuniones, intenté cambiarla cuando empezó la primaria, pero fue imposible porque no había vacantes. En el colegio, cuando contamos lo que estábamos viviendo, nos decían que lo escondiéramos. Querían que fuera un secreto. Finalmente, el límite fue cuando nuestra hija nos dijo que prefería morir antes que volver a esa escuela.

“Como papás, necesitábamos ayuda”

Cloe iba a la escuela con la ropa femenina escondida, debajo del uniforme. Mientras, mi marido y yo buscábamos una solución para la situación en la escuela porque veía que no era una etapa, sino que evidentemente era transgénero y necesitábamos ayuda. La suerte que tuvimos es que a pesar de que la ciudad donde vivimos, Castellanos, es muy pequeña, yo tenía una amiga trans y varios amigos en el colectivo LGTBI de aquí. Entonces ellos nos recomendaron con una mamá de otros niños trans que vinieron a conocer a Cloe. Ella nos contó cómo lo había vivido, y especialmente cómo identificar si era pasajero o no. Porque te surgen esas dudas; lo primero es el miedo absoluto, pero también te vienen las dudas: “¿cómo vamos a hacerlo?”, “¿cómo no hacerle daño en el proceso?”.

El tema es que ella es una niña trans, pero no en plan princesas. Ella no ha cambiado sus gustos, sigue jugando al fútbol, patinando. Es una niña con un genital equivocado. Entonces fue más difícil identificarlo, porque esa parte no era tan obvia. Además, hacía publicidades y allí se comportaba muy bien, seguía las normas perfectamente. ¿Cómo podía ser que en la escuela tuviera tantos problemas? Era todo muy complejo, pero poco a poco fuimos entendiendo cómo era el proceso.

hija-trans-final-2.jpg - Créditos: Gentileza de Carolina Marza

“Yo me siento una niña”

Mi amiga de la colectividad trans nos ayudó mucho a ir resolviendo nuestras dudas y a Cloe la llevamos a una charla de personas trans. Allí pudo identificar qué era eso que ella sentía sobre sí misma. Salimos de esa reunión y otra mamá le preguntó: “¿y tú cómo te sientes?” “Yo me siento una niña” - dijo. Luego buscamos una psicóloga sexóloga especialista en identidad de género. Primero fuimos a verla sin Cloe, solo su papá y yo. Fue muy difícil, porque estábamos en un momento de pánico absoluto y lo primero que te dicen es la tasa de suicidios y lo que puede ocurrir en caso de que no sea aceptada en casa, incluso mencionaban el riesgo de que quiera autolesionarse.

Mientras todo esto pasaba, para darnos la vacante en otro colegio más acorde para ella, me pidieron un informe por escrito para elevar a las autoridades. O sea, encima de que estás en un momento de pánico, miedo, el duelo y todo, además tienes que ponerlo por escrito y pedir que se tomen en serio lo que le está pasando a tu hija. Como todo esto ocurrió en mayo, y ya no había colegios, la cambiamos a otra escuela, incluso más lejos de casa. Allí tenía que empezar de nuevo: fue otro año horrible, pero un poco más relajado. Asimismo, Cloe ya no podía más y quiso empezar a ponerse vestidos y faldas. Ya había dicho frases como “salgo del baño y no me quiero mirar al espejo” o “me quiero morir, despertarme y ser una niña”. Esta etapa fue muy dura porque en casa ella podía manifestarse como quería, pero no todavía en la escuela y en el ámbito público.

“Las leyes en España no acompañan”

Paralelamente a este proceso de cambio de colegios, comenzamos los trámites para hacer el cambio de nombre en el documento y nos topamos con que la ley aquí no es integral para toda España. O sea, no tiene los mismos derechos una persona que vive en Madrid que otra que reside en Barcelona. Y eso se trasladaba a las hormonizaciones y los tratamientos; no iban a ser los mismos para mi hija que para alguien de Madrid. Y para poder hacer el cambio de sexo en el documento, una persona tiene que tener un mínimo de dos años de hormonación. El tema es que, si no es necesario, porque no sientes disforia de género, ¿qué haces?  Hay una enmienda en la ley que permite a los menores de 16 años, bajo ciertas condiciones, cambiar solamente el nombre en el documento.

Se supone que es un mero trámite, pero al mismo tiempo es súper difícil. Hay que presentar un certificado médico, pasar por un juez, tienen que estar los dos padres de acuerdo y luego sí permiten el cambio del nombre, pero no del sexo en el documento. Yo enseguida activé ese trámite, porque quería que al menos tuviera la dignidad de que la llamen Cloe toda su vida. Nos costó 6 meses, pero lo logramos. Ella está contenta, aunque yo sé que el día de mañana a nivel laboral será discriminada. Cuando vean su documento no la querrán tomar en los trabajos por ser una persona transgénero.

hija-trans-final-3.jpg - Créditos: Gentileza de Carolina Marza

“Es necesario dedicarte en cuerpo y alma a informarte y estar ahí para ella”

A pesar de que todo el mundo te dice que “no pasa nada”, la angustia está ahí. Como padres, la seguimos sintiendo. Cloe ahora está bien. Porque el colegio al que va actualmente es el adecuado y ella tiene ganas de ir. Aun así, siguen circulando los estereotipos de género y los prejuicios. Por ejemplo, ella quiere jugar en un equipo femenino de fútbol y no sé cómo lo vamos a poder hacer, es otra lucha que tendremos que dar y a veces no sé por dónde empezar. Yo en estos últimos años estoy más con Cloe porque dejé de trabajar para poder acompañar el proceso de ella, porque todo es una lucha diaria y es necesario dedicarte en cuerpo y alma a informarte y a estar. Es que incluso ir a comprar un bikini o hacerse unos pendientes es un tema. Parecen cosas muy banales, pero para ellos es muy importante.

“Tienes que borrar de tu mente tu educación y aprender”

Los psicólogos nos dijeron que íbamos a pasar por un período de negación, nosotros ya lo pasamos. Luego viene otro momento de decir: “¿cómo no me he dado cuenta si tengo una amiga trans?”. Pasas una etapa de culpabilidad muy grande, de cómo la has dejado sufrir sin darte cuenta y como padres, eso es muy duro al principio. Luego pasamos a la fase de “tenemos que salir del clóset como familia”. Yo con la mía lo dije en un WhatsApp familiar porque no podía hablar con todos. Ellos no me contestaron y hubo un tiempo de vacío. Luego, con el tiempo, se fueron acercando. Ahora que ya pasaron casi dos años igual aún nos queda algún familiar más mayor que no lo entiende por estar tan pegado a los estereotipos.

Ahora estamos en el tiempo de los cambios constantes y los aprendizajes. Hay que conocer cuáles son los tiempos de Cloe, es ella quien los va marcando. Ella te dice cuándo necesita ponerse un vestido y salir a la calle, porque se siente preparada. Y tú la coges del brazo porque tienes miedo de que le peguen, pero ella va feliz. El primer día que se puso una diadema y una señora en la calle le dijo “¡qué niña tan guapa!” estaba feliz (y todavía me emociono al recordarlo). Cuando supo que ya no volvería a ese colegio empezó a empoderarse. Quiso dejarse el pelo largo, usar vestidos, y al entrar al nuevo colegio se sintió respetada. En la institución, también les hicieron una formación a los profesores, y sentimos que Cloe podría vivir su nueva etapa. Era otra niña completamente distinta. Ya nadie dudaba de nada.

“Con las redes sociales queremos naturalizar y visibilizar el tema”

La cuenta de Instagram que tenemos (@cloe_aicart) es mía. La armé cuando nació Cloe. Lo que ocurrió es que cuando empezó a hacer publicidades, hizo algunos muy potentes, empecé a poner cosas de madre orgullosa y vi que la seguían más a ella que a mí y finalmente se convirtió en el IG personal de ella. Cuando hizo toda la transición y se cambió definitivamente el nombre, yo quise cerrarlo pero ya como teníamos bastantes seguidores, fue Cloe la que me dijo: “mamá, ¿por qué no naturalizamos mi proceso y visibilizamos el tema?”. Y eso fue lo más positivo, porque de esa manera al mostrarlo en las redes, la gente de la ciudad se enteraba por ahí y cuando nos veía por la calle no preguntaba. Es muy duro exponerse a la opinión pública también. Entonces evaluamos si realmente era más lo que ayudaba que lo que lastimaba. Al principio nos han dicho de todo. Y a mí me hacía mal. Pero ahora ya he aprendido. Si veo un mensaje directo que ya empieza con agresividad, directamente lo borro o lo bloqueo.

Simplemente queremos mandarle un mensaje de respeto al mundo. Hay países donde aún las personas trans no pueden ni salir a la calle. Tenemos que abrir la mente.

“Todo esto me enseñó a no juzgar a nadie”

Como dice Cloe siempre, “no juzgues un libro por la tapa”. Nadie sabe lo que uno tiene en el interior y cómo se siente. Mi frase predilecta es “te presto mis zapatos un ratito y entonces me entenderás”. No tengo más prejuicios ni juicios hacia lo que hacen los demás. En este momento de mi vida entiendo más que nunca que cada maternidad es una vida, cada casa es un templo, cada persona vive de una manera única. Yo he aprendido a no juzgar absolutamente nada, a vivir la vida de otra manera. Es como que pasa a segundo plano todo: la pareja, el dinero, el trabajo. Pasas a valorar que hoy mi hija está bien, que tiene lo básico y que está feliz, que sonríe y que ha hecho algunas amigas. Por eso el proceso de acompañarla no termina acá. Yo siempre le repito como un mantra: “tú me llevas y yo te sostengo”.

hija-trans-final-5.jpg - Créditos: Gentileza de Carolina Marza

 

Cloe: “Yo soy Cloe y me gusta todo de serlo”

Lo más difícil lo pasé al principio, cuando algunos compañeros de la escuela a la que iba me insultaban y me pegaban. Esa época fue muy fea y difícil. Ahora estoy en otro colegio y lo más lindo es hacer nuevos amigos. También conservo una amiga que estuvo siempre cuando todos se burlaban de mí. Por suerte, tengo a mi mamá a mi lado. Es muy lista, muy guapa y todo lo lindo que se puede decir de una madre. Ella me ha ayudado desde el principio de todo esto. Yo, a las mamás de las niñas que están pasando por lo mismo, les pido que apoyen mucho a sus hijas para que, al final, se acoplen a la vida nueva. Les digo que miren a los ojos de sus hijos y vean que son lo que ellos quieren ser. Yo soy Cloe y me gusta todo de serlo. Amo mi vida de ahora mucho más que la de antes.

 

Esta nota se publicó en la revista OHLALÁ! en su versión impresa en 2020

 

 

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