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"Yo no di la teta": 4 mamás nos cuentan sus experiencias


Créditos: Inés Tanoira. Producción de Lu Romero.



Si bien la leche materna es el mejor alimento para un bebé, amamantar no siempre resulta una alternativa para todas las mamás. Las razones por las que una madre puede decidir no amamantar son muchas y cada una de ellas merece el máximo respeto. Acompañarlas (acompañarnos) en ese proceso es importante para no transformar a la lactancia materna en una obligación, un mandato o un sacrificio; porque, mientras estemos bien informadas, bien asesoradas y amorosamente respaldadas, el camino que recorramos siempre será el correcto. Compartimos las historias de cuatro mujeres y sus diversos modos de transitar la lactancia materna.

Marianne Delger (39) y Ciro (6 meses)

"Apenas nació mi bebé arranqué con teta a full, Ciro se prendió espectacular, no tuve ningún problema ni dolor. Venía todo bien, todo fácil, pero él no engordaba nada. Mi pediatra nos aconsejó seguir con la teta un tiempo más, hasta el siguiente control. Yo mientras tanto iba a las reuniones de la Liga de la Leche, que son geniales porque dan consejos y te hacen un seguimiento que ayuda mucho. Es clave lo que escuchamos de nuestro entorno también. A mí me habían dicho cosas terribles sobre dar la teta: mucho dolor, cansancio, complicaciones. Sin embargo, no viví nada de eso. Fue una hermosa experiencia.
Finalmente, la médica nos sugirió darle a Ciro un poco de mamadera para reforzar y complementar. Estuvimos con lactancia mixta 10 días y luego intenté darle nuevamente solo teta. El tema fue que mi hijo, en el siguiente control, estaba por debajo del peso que debía. Ahí arrancamos de nuevo con la leche de fórmula y la teta, hasta que él solito ya no la quiso más. Ese momento fue difícil. A mí me hubiera gustado seguir amamantándolo. Pero sé que hice todo lo que pude, que di todo: me informé, aumenté las tomas y, finalmente, no se dio. Mi postura frente al tema fue dar siempre lo mejor de mí y si no acontece, fluyo con lo que pasa. Pongo todo mi esfuerzo, por supuesto, pero si no se da, listo, cambio el rumbo. Hoy Ciro está con mamadera y es un bebé muy feliz".

Pilar Castro y Faustino (1 año y 3 meses)

Junto a su hijo Faustino, Pilar, una mamá que optó por la mamadera para alimentar a su bebé.

Junto a su hijo Faustino, Pilar, una mamá que optó por la mamadera para alimentar a su bebé.

"Cuando nació Fausti, mi hijo mayor, Nicanor, tenía solo 1 año y dos meses y estaba muy celoso, todo el día encima mío. Yo siempre fui muy metódica: al primero le di teta exclusiva durante seis meses -nada de mamaderas- y siempre lo llevaba conmigo a todos lados. Eso fue medio como una esclavitud, yo misma me esclavicé. En cambio, con el segundo me agarró con la mente más libre -sobre todo siendo los dos tan chiquitos- y me propuse tomarme las cosas con más calma. Si podía darle la teta, se la daba y si no, no.
Con el pasar de las semanas, el mayor requería más atención y fui cediendo espacios de la teta para poder estar con él. Cedí porque vi que Fausti toleraba bien la fórmula.
Al final, la mamadera ganó terreno porque mi pensamiento era: si la situación no amerita para darle de mamar, le doy mamadera. Y se volvieron más frecuentes esos momentos. Pero no por una cuestión de lo que dijera la gente, porque he dado la teta sentada en el cordón de la vereda. Nunca me importó eso. El tema fue que tenía a los dos nenes tan chicos, y siempre los dos a upa, que se me complicó mucho. A los 2 meses y medio de Fausti ya no producía más leche. Me había pasado definitivamente a la leche de fórmula.
Hoy, si me preguntás en qué le afectó a mi bebé, te digo que en nada. Si bien estoy a favor de la lactancia materna exclusiva y conozco sus beneficios, también me di cuenta que es mucho sacrificio y que, con mi primer hijo, mi depresión postparto fue por esa exigencia. Me lo tomé tan literal que no podía salir, ni hacer un trámite sin el nene encima. En cambio con Fausti, que me tomé las cosas más relajadas, no tuve depresión y se me hizo todo más fácil. Siento que mi apego con él es mayor que con mi hijo más grande, que es mucho más mamero. Creo que él sintió mi angustia y eso influyó en su carácter. En definitiva, para mí la cuestión es así: si la madre es feliz, el hijo es feliz".

Débora Cardozo y Sofía (11 meses)

"Mi beba nació prematura debido a que tenía una patología muy rara llamada anemia por transfusión feto-materna. Estuvo internada en neonatología varias semanas hasta que dieron con el diagnóstico y tratamiento exacto para ella. Después de que pasamos el momento más crítico, y cuando ya estaba fuera de peligro, empezamos a intentar que se prenda a la teta. Estuvimos en la lucha varios días y fue realmente muy difícil. Probé de todo hasta que entendí que con mi angustia tampoco era lo mejor, dar la teta llorando. Finalmente empezamos con la leche de fórmula en mamadera.
Creo que en ese momento no supe pedir ayuda y, además, con todo lo que habíamos pasado- el stress, la angustia, el estado de shock y el puerperio mismo- intenté un poco más y desistí. La cuestión es que para mí la lactancia era algo que iba a ocurrir seguro. Ni siquiera había comprado una mamadera, nunca fue una opción para mí no dar la teta. Pero así se dio y empecé a buscar una manera de hacer una conexión igual. Con el tiempo fui aceptándolo, trabajándolo y hoy Sofía quiere tomar la mamadera siempre conmigo, especialmente de noche.
Creo que una no es menos madre por tomar la decisión de no dar la teta o por decir 'hasta acá'. Respetar eso es muy importante. Cuando estaba internada me decían 'comé bien para darle la teta', 'cuando tome teta va a salir rápido adelante'. Esa presión social fue una de las cosas con las que más me costó pelear. Después uno lo hace con amor y busca lo mejor para una y para su bebé, más allá de la situación que una viva".

Sol y Conrado (11 meses)

"Tuve un embarazo hermoso, sin ninguna complicación y Conrado se prendió a la teta enseguida después del parto. Sin embargo, antes de las 48 hs, tuvieron que llevarlo a neo porque tenía la bilirrubina alta. Me dijeron que me sacara leche pero todavía me salía muy poco, porque era calostro. Mientras, en la neo, empezaron a darle leche de fórmula porque el gordo se quedaba con hambre. Yo lo podía sacar y darle la teta pero preferían que esté más tiempo en la lámpara para que pudiera bajarle la bilirrubina.
Cuando volvimos a casa seguimos probando con la teta. Cada dos horas comía y se quedaba con hambre. En el siguiente control nos dijeron que le demos con la jeringa un poco de leche de fórmula también, para que todos pudiéramos descansar.
Fuimos probando distintas opciones para no abandonar la lactancia materna -jeringa con mi leche, con leche de fórmula, relactador, medicación, sonda, Liga de la Leche, puericultoras, pediatras- hasta que finalmente desistí de la idea. En ese momento me sentía mal, pensaba en cómo, como mamá, no podía alimentar a mi hijo. Además, desde el embarazo sabía que le quería dar la teta. Tuve que hacer un trabajo interno para darme cuenta de que no todo se puede. También es como que te estigmatizan: te preguntan si toma la teta y cuando le decís que no, y le explicás, te entienden un poco más o tal vez otras mamás se animan y cuentan que les pasó a ellas también. No solo opinan los de afuera, también la familia. "¿Y? ¿tomó?, ¿y? ¿juntaste?", te preguntan. Todo esto te impacta psicológicamente. Además, verlo a él, que no le podés dar de comer con algo natural, te pone mal. Entonces a los 4 meses dije basta, porque no podíamos vivir los dos así y porque me di cuenta de que un montón de chicos crecen bien tomando leche de fórmula, que no es lo ideal pero sé que mi hijo está sano y es un bebé hermoso".

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