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Viajar: ¿es verdad que te ayuda a sentirte mejor?

Te contamos los beneficios que aporta a la salud mental y por qué deberías pensar en planificar ya un próximo viaje.


Viajar tiene un poder terapéutico: te contamos por qué.

Viajar tiene un poder terapéutico: te contamos por qué. - Créditos: Getty



Viajar es mucho más que desplazarse físicamente de un sitio a otro. Cuando nos movemos se activan diferentes emociones y se pone en acción todo nuestro mundo subjetivo. Como nos dice la psicoanalista Bárbara Lamanna, que reflexiona con nosotras acerca del poder terapéutico de viajar, al viajar nos encontramos con lo desconocido y lo nuevo: los idiomas, la comida, los modos de establecer lazos sociales, paisajes, culturas e idiosincrasias. "Haciendo una gran generalización, viajar puede ser la ocasión para vincularse con distintas personas y para aprender algo nuevo”, dice.

Al mismo tiempo, viajar nos activa las endorfinas, sustancias químicas que se encuentran en el cerebro y que se potencian cuando hacemos una actividad que nos gusta. Las endorfinas, a su vez, reducen los niveles de cortisol, que es la hormona que nos provoca estrés.

 

Por eso, cuando viajamos parece que los problemas cotidianos que a veces ocupan todo nuestro espacio mental pasan a segundo plano (y no hablamos de negarlos, sino de ponerlos en otra perspectiva). Claramente, el bienestar emocional va en aumento.

Los viajes nos estimulan positivamente

La psicóloga española Ana Belén Medialdea también hablaba de esto en sus redes, y coincidía en que el tiempo de viaje, sobre todo en vacaciones, es estimulante de manera positiva. Y sucede porque en un sitio nuevo, el cerebro apunta a crear una especie de mapa mental novedoso, desconocido, para poder ubicarse y tomar decisiones (hay calles nuevas, a veces también el idioma, la comida, las costumbres, etc).

Según Ana, ese estímulo no solo es eficaz en el momento del viaje, ya que al volver también nos ayuda a adaptarnos con más facilidad a las diversas dificultades que se pueden presentar con nuevas conexiones e ideas creativas para poder abordarlas. Cuando viajamos, salimos de una rutina que, por más pesada que nos pueda parecer, no deja de ser el lugar conocido, la zona de confort. Animarnos a la aventura nos obliga a despertar nuevas conexiones posibles para resolver conflictos y tomar decisiones.

En este sentido, desde una mirada profundamente psicoanalítica, Bárbara nos recuerda la metáfora del viajero que siempre hacía Sigmund Freud (el padre del Psicoanálisis) para explicar cómo funciona el dispositivo psicoanalítico. “Diga todo cuanto se le pase por la mente. Compórtese como lo haría, por ejemplo, un viajero sentado en el tren del lado de la ventanilla que describiera para su vecino del pasillo cómo cambia el paisaje ante su vista”.

 

En este sentido, viajar sería encontrarse con lo novedoso, atravesar una experiencia nueva y así como sucede en la terapia, al relatar lo que sucedió en un viaje se puede describir los lugares recorridos, los sabores, los aromas, pero siempre habrá algo que se escapa a ese relato, que no se puede transmitir: la experiencia subjetiva.

“Desde mis conocimientos no podría afirmar que viajar produce algún efecto terapéutico por sí solo. Pero sí puedo asegurar que implica poner en pausa la rutina y eso en general tiene un efecto de alivio, de descanso”.

Y advierte otra situación que está bueno poner sobre la mesa: “En varias ocasiones escuché dentro y fuera del consultorio que, ante el ocio, el tiempo libre y la falta de rutinas surge la angustia y la idea de perder el tiempo. Esto también es interesante pensarlo con las coordenadas de la época actual, cuando la exigencia de responder a ciertos ideales se vuelve cada vez más feroz y la lógica o demanda de producir pareciera no dejar espacio suficiente para el disfrute”.

 

Algunas claves del poder terapéutico de viajar

  • Nos ayuda a resolver conflictos de maneras novedosas, desconocidas.

  • Nos hace conocernos mejor y nos actualiza con nosotras mismas en lo que nos gusta hoy (y tal vez, lo que ya no)

  • Habilita nuevas formas de conectar con las emociones

  • Incrementa las habilidades sociales

  • Aporta bienestar y ayuda a disminuir los niveles de cortisol (responsables del estrés)

¿Hay un tiempo mínimo para viajar y poder desconectar?

La respuesta, para Bárbara se trata de algo muy subjetivo y, por lo tanto, variable. Ciertos estudios indican que al menos una semana se requiere para empezar a sentir los efectos positivos de viajar, pero también existen otras miradas.

Siguiendo esta idea, ella nos dice que desde el Psicoanálisis el tiempo no se entiende de manera cronológica, ya que se rige por el tan renombrado  inconsciente, el cual maneja otra dimensión de la temporalidad. Por eso, cuenta, Freud afirmaba que los procesos del sistema inconsciente son atemporales, es decir, que no están ordenados con relación al tiempo, no se modifican por el transcurso de este ni tienen relación alguna con él. Por esto es que solo podemos saber si algo tuvo algún efecto después del acontecimiento, en un segundo momento.

Dentro o fuera de la terapia, seguramente puedas reconocer qué cambio en vos luego de viajar. ¿Ya lo comprobaste?

Amores

Cuatro notas para entrar en el mundo de las relaciones.

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