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De qué se trata la faltacidad, el concepto creado por Gabriel Rolón

Faltacidad es un nuevo concepto que propone el psicólogo Gabriel Rolón. Te contamos de qué se trata y un ejercicio para aplicarlo a tu vida.


Faltacidad: en qué consiste este concepto que propone Rolón.

Faltacidad: en qué consiste este concepto que propone Rolón. - Créditos: Getty



La historia que nos contaron cuando éramos chicas, en pelis o cuentos, estaba muy clara: nacemos, crecemos, vamos al jardín, nos hacemos amigos, en la primaria aprendemos a sumar, restar, dividir y multiplicar. Después vamos a la secundaria, nos enamoramos por primera vez, con primer beso incluido, salimos a bailar, hacemos amistades que van a durar toda la vida... Nos vamos de viaje de egresados, estudiamos lo que más nos gusta en la universidad para obtener ese trabajo que nacimos para hacer, y donde seguramente conozcamos a nuestro último amor, con quien nos vamos a casar, tener hijos, envejecer y ser felices por siempre.

Si estás escuchando una risa de fondo, estás en lo cierto. Ya nos dimos cuenta de que así no es. No queremos decir que todo es mentira, pero al menos vamos a decir que ni de casualidad el camino es el mismo para todas. Primero y principal, porque no todas queremos lo mismo, y además, porque podemos hacer planes, pero después viene la vida, con toda su sabiduría y a veces injusticia, a patearnos el tablero con la cruda realidad. Entonces, ¿cómo ser felices con todo eso que no fue?

La nueva felicidad

En su último libro, La felicidad, Gabriel Rolón nos propone desandar el camino. Desarticular lugares comunes y preconceptos para poner en evidencia qué se esconde más allá de esa ilusión que se vende como panacea y no es más que una trampa. Rolón nos invita a pensar a contrapelo de las modas ligeras. Y es ahí, en esa zona incómoda y a la vez anhelante de vida, donde LA felicidad se vuelve un relato más humano y más realista.

Desde esta perspectiva, explica que es imposible desarrollar una receta de cómo ser felices. Lo que debemos conversar es acerca de cómo sobrellevar la falta que nos recorre. Y para eso, Rolón propone el neologismo “faltacidad”. 

¿Qué es la faltacidad?

Rolón: "No creamos que ser felices es estar completos".

Rolón: "No creamos que ser felices es estar completos". - Créditos: Getty Images

La faltacidad, básicamente, no buscar la felicidad, en estado de completitud, en el que no hay ningún problema, donde nada se ha perdido, donde nada nos duele, donde nadie está ausente, donde todo es placer, donde somos tan plenas... Lo que debemos buscar es la faltacidad, que es la capacidad de ser felices a pesar de nuestras faltas, porque nada va a resucitar a un padre, y nadie va a devolvernos la adolescencia o la juventud que hemos perdido. 

Es imposible que nos devuelvan algún amor que se ha ido. Porque nada nos va a quitar las heridas que hemos sufrido. Porque, en definitiva, eso es lo que somos. Eso es lo que diferencia una historia de la otra. Un individuo de otro individuo. Nos armamos también de nuestras faltas.

Tal como sugiere nuestra experta consultada, la psicóloga Inés Dates quizás el proceso personal se trate de reconocer el relato aprendido acerca de lo que creíamos que pasaría, las expectativas que ese relato nos generó y las desilusiones que vinieron después cuando algo de esa narrativa no se cumplió, no se hizo realidad. 

La búsqueda eterna de la felicidad

No es casual que el tema de la felicidad haya inquietado a los grandes pensadores de la historia. La filosofía y las religiones, con sus teorías y promesas, no han hecho más que intentar develar el enigma. “Y sin embargo, la felicidad sigue allí, tan misteriosa como siempre”, nos dice Rolón. 

Hay miles de frases hechas, como “la felicidad está en la niñez”, “la felicidad es ser tu propio jefe”, “la felicidad es el éxito”, sumado a las expectativas que imponen las redes sociales, que no hacen más que marearnos y dificultarnos el camino y poner la zanahoria en otro lugar. 

Si nos anclamos en sostener la idealización de la felicidad como un estado perfecto donde nada nos duele, todo es placer y completitud, es muy difícil de alcanzar. Si existe alguna forma de la felicidad, va a tener que abrazar de alguna manera nuestra historia, nuestras pérdidas, nuestros valores, nuestros sueños incumplidos o saber que muchos deseos se frustrarán. 

El vaso medio ¿vacío?

Nos contamos acerca de la lealtad de los amigos, o del amor eterno. El cuento de la plenitud del embarazo o de cómo cuidarnos para garantizar la salud óptima. La leyenda de que son los hijos quienes entierran a sus padres, y la santidad del matrimonio. Son todas novelas que nos ayudaron a tener cierta noción de control sobre el devenir de nuestras vidas. Si sentimos que tenemos el control, ese “saber lo que va a pasar”, baja la angustia de la incertidumbre y podemos lidiar mejor con la ansiedad de no saber.

Pero es una trampa. Tanto nos aferramos a la ilusión del control que, cuando llega lo inesperado, el descontrol, la desilusión es inevitable. Y claro que no estamos planteando que no deberíamos ilusionarnos. Más bien estamos explorando cómo integrar lo que esperábamos con lo que luego realmente fue. Y cómo reconstruirnos a partir de las posibilidades que esa falta nos abrió.

Nos imaginamos la metáfora del vaso medio lleno y medio vacío, y nos preguntamos: ¿cuál es la oportunidad que se genera en el vacío? ¿Cuál es tu medio vaso lleno y cuál es tu parte que siente la falta? Y frente a esa falta..., ¿qué tenemos ganas de hacer? A veces, la opción más cómoda es solo llorarla, o quejarnos. A veces, es todo lo que podemos hacer.

Pero también tenemos la opción, si lo trabajamos, si hacemos ese viaje para dentro, de que sea una hoja en blanco, aire para respirar. Espacio para habitar. Espacio para aprender a habitarnos.

El poder de la resiliencia

En la tan sabia naturaleza, cuando algo muere, aparecen de la nada pequeños seres mágicos, en lugares húmedos o donde algo se marchitó. Los hongos, esos seres curiosos y a menudo incomprendidos que parecen surgir del vacío para recordarnos que la vida siempre encuentra una manera de renacer. Imaginemos por un momento un bosque cubierto de hojas caídas y ramas secas. Parecería un lugar sin vida, ¿no? Pero justo cuando creemos que todo está perdido, ahí están ellos, los hongos, emergiendo del suelo como pequeñas hadas en un cuento. Su presencia nos recuerda que, incluso en medio de la descomposición y la muerte, hay espacio para la renovación y el florecimiento. Podría ser interesante descubrir cómo de nuestra falta surge nuestra nueva felicidad. Nuestra faltacidad. 

En un mundo lleno de expectativas y desafíos, es fácil sentirnos abrumadas por las decepciones y las dificultades que la vida nos presenta. Sin embargo, es en esos momentos de falta y desilusión cuando realmente podemos encontrar oportunidades para crecer y evolucionar como individuos. Cuando nos enfrentamos a la adversidad y superamos las decepciones, se desarrolla nuestra capacidad de resiliencia y determinación. Estas experiencias moldean nuestra identidad, nos hacen únicas y nos permiten descubrir aspectos de nosotras mismas que quizá desconocíamos.

No hay fórmula mágica

“Voltaire dice que buscamos la felicidad sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una. ¿Será cierto? ¿Habrá alguna felicidad esperándonos? ¿Hemos sido felices alguna vez? ¿Lo seremos algún día?”, se pregunta Rolón. Y nosotras abrimos el interrogante: quizás en lugar de pensar en LA felicidad, así en mayúsculas, podemos pensar en felicidades, singulares a cada una.  

La vida es un viaje lleno de giros inesperados y sorpresas inimaginables. A veces, nos encontramos en un camino que creíamos conocer, solo para descubrir que cada paso nos lleva a un destino diferente. No hay una fórmula mágica ni un manual de instrucciones que nos guíe de manera infalible, porque cada una de nosotras tiene su propia historia, sus propios deseos y sus propias luchas. Es en la diversidad de experiencias y perspectivas donde radica la verdadera riqueza de la existencia.

A pesar de las desilusiones y los obstáculos que se interponen en nuestro camino, seguimos adelante con valentía y determinación. Porque sabemos que cada caída nos enseña a levantarnos más fuertes, cada error nos brinda una lección invaluable y cada desafío nos invita a superarnos a nosotras mismas. En medio de la incertidumbre y la adversidad, encontramos la oportunidad de reinventarnos, de crecer y evolucionar hacia una versión más auténtica y plena de nosotras mismas.

La vida puede ser impredecible e injusta en ocasiones, pero también es un lienzo en blanco donde podemos escribir nuestra propia historia con coraje y determinación, y nuestra propia versión de la felicidad.

La oportunidad de la falta

Como dice nuestra psico, Inés Dates, faltacidad y felicidad inician un proceso de búsqueda, que implica, por un lado, hacernos cargo como adultas responsables de introducir la falta y, por otro, de ocuparnos de nuestra mente (con terapia, meditación o lo que te venga bien) para que, en lugar de encerrarnos en la falla, la abracemos e integremos.

Cada obstáculo superado, cada desilusión transformada en aprendizaje, nos abre nuevas posibilidades para explorar nuestro potencial y alcanzar nuestras metas. En lugar de ver la falta como una limitación, podemos aprender a verla como una oportunidad para reinventarnos, para descubrir nuevas pasiones y talentos, y para seguir evolucionando hacia la versión más coherente de nosotras mismas.

La próxima vez que nos encontremos frente a una situación desafiante o una decepción inesperada, recordemos que en esa falta hay una oportunidad esperando ser descubierta. Aceptar el desafío, abrazar la incertidumbre y confiar en nuestra capacidad para transformar las dificultades en oportunidades de crecimiento y evolución. 

Nuestra singularidad radica en nuestra capacidad de convertir las desilusiones en puertas abiertas hacia un porvenir más propio y más feliz. 

Capitalizá el vacío

1) Identificá esos temas en los que “la vida te engañó”. Hacé una lista con dos columnas. En una, anotá EXPECTATIVAS (¿qué querías que pasara?). Y en la otra, REALIDAD (¿qué fue lo que pasó en realidad?).

2) Con lápices de diferentes colores, del agua en el vaso, sacá flechas que indiquen qué cosas considerás hoy que hacen que tu vida esté llena, plena; qué sí tenés. De la parte vacía, sacá flechas que indiquen diferentes faltas que sientas. Eso que hoy te falta.

3) Ahora, a reflexionar... ¿Qué fortalezas aprendiste de cada una de tus faltas?

4) ¿Para qué podés usar hoy esas fortalezas?

5) Y para terminar, ¿de qué te das cuenta? Te invitamos a diseñar una acción específica a partir de lo que te hayas dado cuenta. No hay bien o mal. Cualquier idea que te surja, como los honguitos, es el principio de un nuevo proceso vital para vos.

¿Hay posibilidad de ser feliz, según Gabriel Rolón?

Fragmento de La felicidad. Más allá de la ilusión, de Gabriel Rolón.  


No tengo certezas, pero puedo asegurar que la felicidad no está en las falsas metas que nos propone la cultura contemporánea. No la conseguiremos con logros materiales, con mayor reconocimiento en las redes sociales ni al cumplir con alguno de los mandatos familiares, porque es posible que en ninguna de esas cosas se juegue nuestro deseo. 

Estamos tan atravesados por opiniones ajenas que quedamos excéntricos a nosotros mismos. Vivimos alienados al discurso de los demás, y el análisis se propone acallar esos discursos “otros” intentando que al menos como un susurro lejano el paciente pueda escuchar su propia voz. Solo cuando eso ocurra el análisis se pondrá en movimiento. Veremos luego hacia dónde nos lleva. Quizá debamos abandonar lo que creemos que nos hace felices para ser nosotros mismos. También es posible que aprendamos a valorar algunas cosas que, por tenerlas cerca, no llegamos a apreciar. No será un trabajo fácil. Se trata, a la vez, de una puja y una elección. Muchos pacientes abandonan el tratamiento porque se asustan. 

 

Todo tiene un precio, y el camino que lleva hacia uno mismo no es la excepción. Entonces, al comprender las pérdidas que se acercan, esos pacientes eligen el ruido que generan realidades que no les pertenecen. También están los demás. Amigos, familia, personas que, con sus opiniones, muchas veces interfieren en el tratamiento. El paciente se debate entre esas voces y otras que, desde adentro, pegan manotazos para hacerse oír. Manotazos que llamamos “formaciones del inconsciente” (lapsus, actos fallidos, chistes, sueños y síntomas).

Experiencias que ponen en juego algo desconocido que, sin embargo, es tan propio que devela que lo que creemos ser poco tiene que ver con lo que en verdad somos. (…) Todo sujeto humano es recorrido por una falta de la que intenta escapar construyendo una identidad imaginaria, un supuesto ser. El análisis, lejos de huir del vacío, busca que el paciente se acerque a él todo lo que pueda. Surge, entonces, una pregunta: ¿en ese punto de máxima cercanía al abismo hay alguna posibilidad de ser feliz?

Experta consultada: Lic. Inés Dates. @ines.dates.viviendo.

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