La virtud de los años: este es el aprendizaje secreto que nos llega con la edad
Los años tienen como virtudes traernos aprendizajes. ¿Cuál es el valor de la experiencia? Nos adentramos al tema y nos amigamos con la edad.
15 de agosto de 2024 • 12:24
Amigate con la edad: estas son las virtudes que nos traen los años. - Créditos: Getty Images
Una encuesta realizada y publicada el año pasado por Harvard Business Review revela que las mujeres enfrentan prejuicios de edad... a cualquier edad. En el ámbito laboral, una mujer nunca tiene la edad apropiada para un ascenso: o es demasiado joven y está en edad de ser madre, o es de mediana edad y “tiene muchas responsabilidades familiares, además de una menopausia inminente”, o es demasiado mayor “para ser tenida en cuenta”. La discriminación por edad (ageism, en inglés) cruza el sesgo de los años con el de género y redobla la apuesta.
Y esto no pasa solo en el trabajo. A medida que la expectativa de vida se alarga, los clásicos titulares del estilo de “los 30 son los nuevos 20” se van corriendo (y hoy los 60 son los nuevos 50) y, al final, por una cosa o por otra, acá o allá, nunca está OK vivir la edad que se tiene.
¿Qué dice la edad?
Nicola Coughlan, protagonista de Bridgerton. - Créditos: Getty
Nicola Coughlan, la protagonista de Bridgerton, se hizo famosa por dos roles en los que interpretaba un personaje bastante menor a su edad. Cuando el público se enteró de que tenía 37 años, la sorpresa se multiplicó por millones. Ella salió al cruce diciendo que jamás ocultó su edad, y contó que –al principio de su carrera– muchos en la industria le aconsejaban hacerse pasar por menos para obtener más y mejores papeles. “Me decían que era demasiado mayor, pero ¡yo tenía veintitantos años! No tenía conexiones en el ambiente cuando empecé, ni plata. Me llevó casi 30 años conseguir un buen papel en televisión. No siento ninguna vergüenza de la edad que tengo; al contrario, estoy muy orgullosa del camino que hice”, sostiene.
Aunque hay excepciones (como los casos de Judi Dench y Kathy Bates, que saltaron a la fama cuando tenían más de 40 años, en A room with a view y Misery, respectivamente), un relevamiento sobre el rol de las actrices en la industria cinematográfica, realizado por The Geena Davis Institute, revela que los personajes de 50 años o más constituyen apenas una cuarta parte del total en las películas taquilleras, y que solo uno en cinco es femenino.
Me acepto
“La primera adultez –de los veintipico a los treintipico– es una época de enorme narcisismo en la que nos convencemos de que lograremos cosas enormes. Sobre esa base, construimos un proyecto que tiene dos partes: qué hago (poder) y con quién (amor). Pasada la mediana edad, ya contás con datos de qué podés hacer y qué no, y esto implica un duelo necesario para ganar realidades: se trata de fortalecer lo que sos a sabiendas de lo que dejaste afuera”, explica Inés Dates, nuestra psico.
Estamos hechas para ir detrás de cosas, somos adictas a la dopamina, que nos recompensa cuando obtenemos un logro, pero también nos impide sentirnos satisfechas con lo que somos. Y descartar lo valioso que una es porque hay otra parte que no está al 100% es, por lo menos, imprudente.
Amigarnos con nosotras mismas demanda darnos cuenta de lo logrado, de lo que sí hay. Es apropiarnos de nuestra persona y despejar las molestias que se interponen en nuestra autovaloración. Es un trabajo que se hace todos los días, para siempre. “Va a haber veces que te vas a sentir bien con tu edad y mal otros cientos de veces, dependiendo de tu estado de ánimo y de otros factores”, dice Inés.
Para eso, hay que apagar el juicio y abrir el corazón. Se trata de construir dentro de nosotras una fortaleza amable y bella, un “yo valgo” amoroso con nosotras, pero también con los demás. Y esto no es algo que se dé naturalmente: hay que hacerlo a mano. Por eso son tan importantes los testigos, los amigos, la gente que nos quiere, porque lo que los otros ven en nosotras no está sujeto a vaivenes emocionales, nos valoran all-included.
El valor de la experiencia
“A los 30 años me sentía muy vieja, de mente y alma. Ahora tengo muchos más años, y el cuerpo me falla, pero me siento más joven y contenta que nunca. Es común que las personas de más de 50 sintamos menos ansiedad: tenemos todo ese tiempo detrás (menos por delante) y la sabiduría de entender que algunas cosas van y vienen, que no tenemos que ahogarnos en un vaso de agua y que finalmente aprendimos a hacer limonada con los limones”, dijo la actriz Jane Fonda.
El mismo criterio aplica a la juventud: a los 20 tenemos la piel firme, pero probablemente no nos sintamos muy cómodas dentro de esa piel porque todavía no aprendimos a habitarnos. Siempre falta algo.
Julia Roberts suele reflexionar sobre la edad y sus aprendizajes. - Créditos: Getty
Habitar nuestra edad es una manera de amigarnos con la vida. De apropiarnos de lo que nos toca, de hacer con lo que hay. En lugar de compararnos con modelos ajenos, buscarse a una misma, mirarse en el espejo hasta verse. Es un poco como la frase famosa de Oscar Wilde: “Sé vos. Todos los demás puestos están ocupados”.
Para empezar, tal vez tengamos que editar un poco nuestras redes y dejar de seguir referentes inaccesibles. No por negadoras, sino para dejar de vibrar imposibilidad y limitación. “No vaya a ser que, por obnubilarnos con espejitos de colores, perdamos de vista el oro”, nos recuerda Inés. “Tenemos que hacer un esfuerzo para acordarnos del valor de lo valioso, porque muchas veces lo olvidamos”.
La edad es un punto de vista
La actriz Drew Barrymore: "Envejecer significa que estás viva". - Créditos: Getty
La psicóloga neoyorquina Ellen Langer sostiene que la edad es una sensación. A nivel celular, una cosa es la edad cronológica y otra es la edad biológica, que se mide con marcadores moleculares para prevenir la aparición de enfermedades asociadas a los años. Ya sabemos que parte del deterioro es reversible: una alimentación equilibrada (¡fuera los procesados!), el ejercicio físico regular (sobre todo con peso, para mantener la musculatura y los huesos fuertes) y una buena gestión de las emociones mantienen el envejecimiento a raya. Mover el foco de lo estético a lo celular (de afuera para adentro) nos libera de algunos imperativos.
Pero el cambio cultural va más allá de lo que se ve.
Encontrá tu propósito
“No tenemos que pegarnos a la idea de que la edad es un castigo, de que la edad indique dejar de tomar riesgos, dejar de aprender o ser creativa... Porque, paradójicamente, cada vez vivimos más tiempo, pero al mismo tiempo, cada vez se descarta a la gente más temprano y en todos los niveles: en las parejas, en los trabajos, etc. Se agregaron muchos años a la vida, pero pareciera que nadie sabe qué hacer con esos años que nos ‘sobran’”, dijo Nacha Guevara cuando publicó su libro 60 años no es nada.
Lo que empieza a sobrarnos con la edad son los mandatos. Porque, a medida que crecemos, nos vamos deshaciendo del deber ser y encontrándonos con lo que queremos. Y esto se traduce en una relación menos conflictiva con el entorno: nos peleamos menos, nos enojamos menos. Porque, cuando te tenés a vos misma, los comentarios de los demás te hacen menos mella. Tal vez te ponen igual de triste que cuando eras adolescente, pero ahora ya sabés que no se puede complacer a todos todo el tiempo, y que –además– al otro también le pasan cosas.
Del deseo de aceptación a la aceptación del deseo, algo así. Encontrar lo que nos hace sentir vivas es una tarea que puede llevarnos toda la vida. La buena noticia es que, cuando vas aprendiendo a decir “no” a lo que los demás esperan de vos, habilitás la posibilidad de un “sí” personalísimo y muy fresco. Renovador. Joven. Y entonces sentís, genuinamente, que nunca es tarde para volver a empezar.
Guía para mirarte al espejo
1
Parate frente al espejo más grande que tengas, con los ojos cerrados. Adoptá una posición erguida pero relajada: bajá los hombros, soltá los brazos. Respirá hondo por la nariz y soltá por la boca, en un suspiro.
2
Mirate a los ojos. Sostené la mirada. Estás frente a la imagen de la persona más importante de tu vida.
3
Hablate, agradecele a tu cuerpo la vida, el sostén, el registro de tus emociones. Si te animás a más, empezá a recorrer el resto del cuerpo con la mirada. Acariciate, abrazate. Agradecele a tu cuerpo por permitirte sentir, experimentar.
4
Movete y sentí cada parte de tu cuerpo. Registrá tu elasticidad y tus zonas más rígidas. ¿Se mueven también tus emociones? ¿Y tus pensamientos? ¿Surge algún recuerdo? ¿Nace algún deseo?
5
Retorná de a poco a la calma. Registrá cómo se desacelera tu respiración. Volvé a la postura relajada del comienzo de esta guía. Soltá los brazos al costado del cuerpo y sacudilos.
6
Abrazate fuerte y sostenete en ese abrazo amoroso. Volvé a mirarte a los ojos con tu nueva mirada, la de agradecimiento y aceptación. Prometete amarte para toda la vida.
Repetí este ejercicio cada vez que lo necesites. Vos sos la única persona que va a estar para vos en todo este viaje.
“Estamos más preparados para ver mujeres que reproducen que mujeres que producen”, por Pata Liberati
Todavía se nos pide a las mujeres la eterna juventud, y esto no solamente porque la juventud se asocia falsamente a la belleza, sino porque se nos identifica con nuestra capacidad reproductiva. En el imaginario social de un paradigma que sigue siendo patriarcal, todavía se nos asocia casi exclusivamente con lo maternal. ¿Qué lugar queda para las mujeres que –por elección o por edad– no se encuentran en esa etapa? Ninguno.
Pero, aunque suene paradójico, es una excelente noticia. Durante siglos nos han asignado roles preestablecidos: la buena hija, la buena estudiante, la buena esposa, la buena madre, la buena abuela...
Como no se considera que podemos y deseamos mucho más allá de estos arquetipos, no existe un manual para nuestra etapa productiva e independiente (¡ojo! separo reproducción de producción –y codependencia de independencia– a fin de ordenar conceptos, pero estas etapas pueden superponerse y coexistir).
Y si no hay manual para nuestros deseos y aquellos aspectos que están por fuera del deber ser, ¡podemos escribirlo! Porque esta falta de registro no tiene que llevarnos a repetir o crear nuevos “deber ser”. El encuentro es de cada una con una misma para la creación de una forma propia y única.
Pata Liberati, psicóloga - Créditos: @pataliberati
No hay modos para ser, hay formas para crear. Tenemos la oportunidad histórica de hacer algo que nos represente a cada individuo. ¿Cómo? Buscando y encontrando –a través del autoconocimiento y la reflexión– esa voz poderosa que puede haber quedado escondida en los mandatos. ¿Hay alguna edad ideal para esto? ¿Tenemos que cumplir primero con los mandatos para independizarnos? ¡De ninguna manera!
Cada una irá eligiendo, atravesando los condicionamientos propios, familiares, sociales y preguntándose qué desea para sí, en este momento. A veces deseamos el modelo impuesto, a veces deseamos crear otro. Lo que vale es lo que a cada una la representa.
Porque el verdadero desafío es aprender a valorar la diversidad, las infinitas posibilidades de SER. Hoy o dentro de 10 años. Para romper con los moldes de una vez y para siempre. Cada una y para todas.
Por Pata Liberati, psicóloga y comunicadora. @pataliberati.
Carmen Güiraldes Es editora, traductora y productora de contenido corporativo, periodístico, publicitario y literario. Egresada de Letras, trabajó para Editorial Perfil y Editora Planeta do Brasil. Como profesional independiente, colabora como editora y traductora en Grupo Planeta y como redactora en Revista Living, Revista OHLALÁ!, Revista El Gourmet y @the.gelatina. Integró el equipo de comunicación estratégica de Mastercard LAC (inglés, portugués y español), Cisco y PepsiCo Latam. Actualmente, es consultora editorial para el área de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y colabora con los equipos de redacción de las agencias Conway+, Director y Gyps. Carmen tiene fluidez en español, inglés, portugués y francés. Actualmente estudia chino. Foto@retratos.profesionales
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