Estoy desmotivada: ¿qué hago?

Elección de objetivos imprecisos, difusos e irrealistas que dificultan su concreción.

No tener en cuenta los pasos intermedios en la planificación de nuestras metas.

Dificultades para definir tiempo, recursos y estrategias para alcanzar dichas metas.

Cambios constantes en los objetivos planteados, sustituyéndolos por otros nuevos sin poder alcanzar ninguno de ellos.

Baja tolerancia ante la aparición de emociones "displacenteras" (inseguridad, temor, impaciencia y frustración) propias de cada proceso.

Pensamientos negativos sobre uno mismo y su entorno: la persona desestima sus recursos y capacidades y continuamente piensa en términos de "fracaso".

Cambios en el estado de ánimo: lo más usual es que aparezcan signos de desesperanza, disminuya el umbral de tolerancia a la frustración y, en algunos casos, la persona presente apatía.

Cambios en los hábitos de sueño: generalmente la persona comienza a presentar problemas para conciliar el sueño y, por ende, no logra descansar lo suficiente.

Proponerse objetivos concretos a corto, mediano y largo plazo: a la hora de elegir y definir qué meta queremos alcanzar, es importante construir un plan con objetivos que sean concretos y realistas y no inalcanzables para nosotros.

Tener presente nuestras metas: cuanto más presente tengamos nuestros objetivos, mejor podremos "surfear" las olas, obstáculos u altibajos que se presenten y que, sin dudas, generarán sentimientos de frustración, impaciencia o desgano.

Abrazar todas nuestras emociones: debemos aprender que en este camino hacia nuestras metas coexistirán sensaciones “placenteras” (alegría, entusiasmo, optimismo), así como también “displacenteras” (temores, frustración, impaciencia). Estas últimas no necesariamente serán indicadores de que "algo está mal", sino que formarán parte del proceso y, por ende, tendremos que trabajar en ellas.

Ajustar nuestras expectativas: es importante ser tolerantes ante estos “altibajos” que podemos llegar a transitar. Debemos tener presente que la motivación es un proceso dinámico, por tanto, fluctúa. Cuando no toleramos los cambios, éstos pueden volverse una fuente de desmotivación.

Valorar nuestro esfuerzo: aprender a valorar y disfrutar de nuestros pequeños logros es sumamente importante. Plantearnos pequeñas metas diarias y premiarnos cuando las hayamos conseguido es una buena forma de sentirnos estimuladas.

Conocernos a nosotras mismas: emprender el camino del autoconocimiento y la autoaceptación son vitales para enfrentarnos a las vicisitudes y/o obstáculos que puedan llegar a desmotivarnos. Así como debemos tener presentes nuestras capacidades y habilidades, también debemos trabajar o pedir ayuda con aquello que nos genere mayor dificultad. Focalizarnos en todo lo que nos haga sentir plenas y vivas contribuye a nuestro bienestar y nuestra felicidad.