
Una noche para los sentidos: cata de vinos y sex toys en Erotique Pink
Una experiencia lúdica y sensorial que propone explorar el deseo desde todos los sentidos. En Erotique Pink, una cata de vinos se convierte en un viaje íntimo entre aromas, sabores, texturas y sex toys, guiado por la sommelier Victoria Salierno y la mirada transformadora de Francesca Gnecchi.
29 de julio de 2025 • 10:59

Cata de vino y juguetes sexuales en Erotique Pink - Créditos: Getty
La cita es en Eritique Pink, en Palermo. Apenas entramos, nos reciben con un aperitivo que es también una promesa: un vermut afrodisíaco, infusionado con hierbas pensadas para despertar el deseo. Francesca Gnecchi, anfitriona y fundadora de este espacio que busca repensar el placer con libertad y conocimiento, lo cuenta como quien abre la puerta a otro estado.
Francesca fue pionera en Argentina al crear una boutique erótica con perspectiva de género. Lo hizo en un momento en que hablar de juguetes sexuales todavía implicaba exponerse demasiado. Hoy, dirige Erotique Pink con identidad y presencia plena, y desde su escuela ofrece talleres que integran el erotismo con una mirada holística de la sexualidad. Como contó en una nota anterior para OHLALÁ!, fue el tantra el que le permitió liberar emociones reprimidas y descubrir por qué su camino estaba ahí: en comunicar, acompañar, sanar.

Francesca Gnecchi y la sommelier Victoria Salierno en una noche de cata en Erotique Pink - Créditos: Gentileza Erotique Pink
El espacio tiene una tienda conceptual en el ingreso. Las paredes blancas muestran sex toys sostenidos por manos que emergen como si invitaran a tocarlos, a preguntar. Hay sogas, lubricantes, redes y remeras intervenidas por un artista que también diseñó los stickers del vermut y la cerveza afrodisíacas que crearon. Todo se mezcla con naturalidad.
Más allá de esa primera parte, detrás de una cortina pesada de terciopelo bordó, que parece un telón de teatro, se ofrece una galería de arte erótico. El lugar tiene algo de club privado o café concert. La luz baja, pocas mesas. También hay una jaula que se usa para talleres de práctica erótica de BDSM.
La cata sensorial comienza con una serie de frascos. La sommelier Victoria Salierno –quien también dicta cursos en la escuela de Erotique Pink– nos guía con sensibilidad e intuición. Nos propone oler sin saber qué hay en cada uno. En un momento digo: “olor guardado” y ella transforma mi percepción en relato: "Puede ser un ropero con perfume, humo de cigarrillo, café impregnado". En ese ida y vuelta algo se habilita: el cuerpo empieza a entrar en escena.
Después, la copa. Un Cabernet Sauvignon intenso, primero frío, después más expresivo al calentarlo entre las manos. Lo olemos, lo giramos, lo probamos con jengibre, con nuez, con castañas. Algunas combinaciones lo apagan, otras lo encienden. El vino como metáfora: también hay que darse tiempo, también se revela distinto según con qué se lo acompañe.
Entonces, otro juego: cerramos los ojos y, de una bolsa que nos acerca Francesca, sacamos tres sex toys guiándonos solo por su forma y textura. Nos reímos, nos sorprendemos, imaginamos para qué podrían servir. Después nos cuentan su función “real”, pero ya estamos del otro lado: entendimos que el cuerpo tiene sus propias respuestas, que no siempre coinciden con el manual.
Más tarde llega el vino blanco, con notas frutadas y otros maridajes. El vino se abre, se potencia, nos recuerda lugares, experiencias.
En un momento alguien dice que nadie se va de este lugar sin una foto en el baño. ¿Qué habrá de especial? Me río: pienso que luego voy, pero no lo hice. Claramente, tengo que volver.
Salir de Erotique Pink es irse con los sentidos encendidos. Y con la curiosidad de oler con más atención, de explorar sabores, texturas y, sobre todo, de habitar el cuerpo con más presencia. Porque el deseo –como dice Francesca– no es solo sexual: es motor de vida. Y cuando se habilita, puede reaparecer en formas inesperadas.
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