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Río de Janeiro y Buzios: la escapada que necesitás si estás pensando en viajar sola

¿Estás pensando en hacer un viaje sola por Brasil? Acá una ruta por Rio y Buzios que combina paisajes, descanso, aventuras y mucho para reconectar con vos.


Una chica en el mar

Rio siempre es un buen plan: un recorrido para disfrutarla y reconectar con vos. - Créditos: Gentileza Romina Musso



Viajar sola por primera vez puede despertar una mezcla de emociones: nervios, entusiasmo, incertidumbre y esa adrenalina que aparece cuando sabés que estás por hacer algo solo para vos. En mi caso, decidí celebrar mi cumpleaños en una ciudad cautivante como Río de Janeiro. Así empezó esta escapada transformadora: entre lluvia, mar y certezas nuevas.

Me bajé del avión en Río de Janeiro a las 5:35 de la mañana, con un nudo en la panza y una sonrisa expectante. Eduardo, el chofer del transfer, me esperaba con un cartel y una calidez que me tranquilizó de inmediato. Mientras avanzábamos por la ciudad, me fue contando historias, compartiendo recomendaciones y mostrándome rincones de la ciudad como si me estuviera entregando un mapa secreto. Fue la mejor manera de llegar: con lluvia, sí, pero también con la certeza de estar justo donde necesitaba estar.

Así comenzó este viaje que no fue solo turístico. Fue personal, emocional y, sobre todo, necesario. Después de un año de cambios profundos, decidí regalarme una aventura distinta. Brasil fue el escenario, sí, pero el verdadero movimiento fue interno. Y Río, con su caos encantador y su belleza vibrante, fue el punto de partida perfecto.

Acá te comparto todo lo que hice, lo que descubrí y lo que aprendí, por si estás pensando en animarte a una escapada sola o simplemente querés enamorarte, una vez más, de esta ciudad increíble.

1. Subir al Cristo Redentor en el tren del Corcovado

Una mujer sacándose una selfie en un Cristo Redentor.

La selfie con el Cristo: un sí absoluto. - Créditos: Gentileza Romina Musso

Sí, es un clásico. Y sí, vale cada segundo. El tren que sube hasta la cima del Corcovado atraviesa la exuberante selva de Tijuca y te va preparando para uno de los grandes momentos del viaje: encontrarte con el Cristo Redentor cara a cara. El impacto visual es fuerte, pero lo mejor es mirar más allá de la estatua. Desde ahí arriba, todo Río se despliega como una maqueta: las curvas de Copacabana, el Pan de Azúcar, la bahía, Ipanema. Un consejo: andá temprano para evitar multitudes y, si llueve (como me pasó a mí), no te frustres. Hay algo mágico en ver la ciudad entre nubes.

2. Copacabana e Ipanema: playa, vida y contraste

Copacabana fue mi base, y despertarme a metros del mar fue un regalo diario. Esa playa es el corazón popular de Río: vendedores que pasan cantando, grupos jugando al fútbol, puestos de agua de coco. Ipanema, a pocos minutos caminando, tiene otra vibra: más tranquila, más chic. Mi ritual fue simple: toalla, libro y observar. Las playas en Río no son solo para nadar, son para mirar y dejarse llevar por el ritmo local. Un datazo si estás sola: si no te sentís cómoda dejando tus cosas para meterte al mar, hacé como las brasileras: llevá poco y entrá al agua con lo esencial a la vista.

Una mujer en la playa

Si vas a la playa sola, llevá pocas cosas así podés meterte al mar tranquila. - Créditos: Gentileza Romina Musso

3. Escaleras de Selarón y Catedral Metropolitana: arte, color y espiritualidad

En el barrio de Santa Teresa, las Escaleras de Selarón son pura energía visual. Mosaicos de más de 60 países se combinan en un homenaje vivo a la diversidad. Es imposible no sacarse mil fotos. A pocas cuadras, la Catedral Metropolitana impacta por dentro y por fuera: con forma de pirámide truncada y vitrales que atraviesan todo el techo, es uno de esos lugares que invitan al silencio. Una clave para las fotos: subí por las escaleras y después bajá por los costados menos transitados para descubrir azulejos ocultos.

Una mujer en las escaleras de Selaron

Las escaleras de Selarón son un must de la ciudadpara conocer su vibra y energía. - Créditos: Gentileza Romina Musso

4. Ilha Grande: la joya ecológica

Este fue uno de los grandes highlights del viaje. Contraté una excursión de día completo desde Río: primero en trafic hasta Conceição de Jacareí, y luego en lancha rápida por la bahía de Angra dos Reis. En un solo día visité la Laguna Azul (ideal para snorkel), el Saco do Céu, la playa de Camiranga y almorcé en la paradisíaca Praia da Crena con los pies en la arena. Isla sin autos, sin rutas, con 193 km² de selva y mar. Conocí gente de Chile, una chica de Ecuador que también viajaba sola y compartimos el almuerzo como si nos conociéramos de antes. Ilha Grande tiene eso: te conecta, con otros y con vos.

Dura: todo el día, con salida temprano (tipo 6 AM) y regreso cerca de las 20 hs.

Llevá: traje de baño, zapatillas, toalla, protector solar y buena energía.

5. Búzios: más de 20 playas para elegir (y una caminata por Rua das Pedras)

Después de Río, seguí viaje a Búzios, una villa costera encantadora a solo 3 horas. Me alojé en una posada cerca de Praia dos Ossos, desde donde podía salir caminando a descubrir rincones. Rua das Pedras es el corazón vibrante del pueblo: artesanos, bares, galerías, gente de todas partes. Por la tarde, el empedrado se convierte en pasarela hasta la madrugada. La postal infaltable: la estatua de Brigitte Bardot mirando al mar. Camino a Búzios conocí a una chica argentina que también viajaba sola. Y así, como si nos conociéramos de toda la vida, compartimos el trayecto hablando de decisiones, viajes, aprendizajes. Historias parecidas, tonos distintos. Nos cruzamos de nuevo en la playa, tomamos mate, nos sacamos fotos. Viajar sola también es eso: estar abierta a encuentros que se sienten como coincidencias necesarias. De todas las playas que visité en Búzios, me quedo con João Fernandes y la tranquila Praia dos Ossos, donde vi uno de los atardeceres más lindos del viaje. Ese momento sola, con los pies en la arena y el cielo encendiéndose, fue como una postal interna que me llevé conmigo.

Cómo llegar: hay transfers compartidos desde Río o buses desde la Terminal Novo Rio.

Datazo: elegí hospedarte cerca del centro si querés moverte caminando.

6. Arraial do Cabo: aguas turquesas y ballenas

Desde Búzios, tomé una excursión a Arraial do Cabo, conocido como el Caribe brasilero, y no es exageración: las aguas cristalinas, las arenas blancas y los paisajes de postal hacen que cada rincón parezca una pintura. Esta reserva ecológica sorprende con su belleza natural y se puede disfrutar a través de un paseo en barco con paradas para relajarse en la playa o hacer snorkel. La aventura comienza en el puerto de Praia dos Anjos, donde se embarca hacia lugares como:

Ilha do Farol: solo se accede en barco y podés quedarte solo 30 minutos, ya que es una reserva natural protegida.

Gruta Azul: donde el mar se cuela entre las piedras y lo tiñe todo de azul.

Fenda de Nossa Senhora: un pasaje angosto entre acantilados que tiene su propia leyenda. Y sí, vi ballenas. Entre junio y septiembre, estas gigantes del mar visitan la región durante su migración, y fue uno de esos momentos que te sacan el aliento y te graban el viaje para siempre. Después, regresamos a tierra firme para almorzar y cerramos el día volviendo a la posada con la piel salada y el alma liviana.

Recomendación: llevá agua, protector solar, gorro, y respetá siempre las indicaciones de la reserva.

 

Este viaje fue muchas cosas: aventura, descanso, descubrimiento. Pero, sobre todo, fue una forma de volver a mí. De estar conmigo, de cuidarme, de animarme. Porque viajar sola no es estar sola: es elegirte. Es hacer espacio. Es confiar en que vas a encontrar lo que necesitás, incluso sin buscarlo. Brasil me recibió con lluvia, pero también con sol, con mar, con risas compartidas y con una versión de mí que estaba esperando ser descubierta.

Mini guía para animarte a viajar sola

Una mujer leyendo en un barco

Claves para viajar sola. - Créditos: Gentileza Romina Musso

¿Alguna vez se animaron a viajar solas? Si lo están pensando, acá va una mini guía para ayudarte a dar ese primer paso: armar la valija, comprar ese pasaje y salir a encontrarse.

  • Planeá, pero dejá lugar a la sorpresa: organizar el viaje te da confianza, pero los mejores momentos suelen estar fuera de agenda.

  • Confiá en tu instinto: si algo no te da buena espina, alejate. Si te entusiasma, animate.

  • Sumate a excursiones o caminatas grupales: es una buena manera de conocer gente sin presión.

  • No tengas miedo de preguntar: desde direcciones hasta recomendaciones. La amabilidad muchas veces te encuentra del otro lado de una sonrisa.

  • Llevá poco, viví mucho: viajás sola, y eso también es aprender a andar liviana.

  • Elegí bien tu base: hospedarte cerca del centro o de zonas caminables te facilita todo.

  • Conectá, pero también registrá: dibujar, escribir, sacar fotos. Lo que sea que te ayude a guardar lo vivido, más allá de Instagram.

Texto y fotos gentileza de Romina Musso (@romi.musso).

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