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 • HISTORICO

Cualquier visita a Jerusalén es divina

Codiciada por las grandes religiones monoteístas del mundo, es lógico que esta ciudad tenga sus encantos; muchos de ellos están guardados entre las calles angostas del casco antiguo, otros se esconden en célebres capítulos de la historia




JERUSALEN.- Una ciudad amurallada es la única descripción que se puede hacer de esta maqueta impresionante de la historia universal del monoteísmo. Paradoja de la vida: el corazón del monoteísmo es un inmenso campo de batalla entre monoteístas. Todos coinciden en que hay un solo Dios, uno verdadero, y que es el propio. Por eso guerrean.
Aquí mataron a Cristo, dicen unos, y señalan al pasado sin precisar muy bien cuándo y ni siquiera a quién. Estas son las ruinas del Templo , dicen otros, y señalan una pared milenaria llena de papelitos, con oraciones y pedidos en cien idiomas, incrustados en el muro rodeado de una solemnidad tan fastuosa que nadie osaría describir como en ruinas. En esta mezquita, contra esa piedra, descansó Mahoma y luego ascendió al cielo , dicen los terceros, con los pies descalzos dentro del edificio de la cúpula dorada.

Muros del tiempo

Judíos y cristianos han visto caer esplendores aquí. Unos al templo de Herodes, rey de Judea; otros vieron morir a Jesús a manos de los esbirros de Poncio Pilatos. El Islam, en cambio, reza embelesado ante la figura invisible de un Mahoma ascendiendo al cielo para sentarse junto a Alá sin que nadie lo hubiera flagelado y sin que ningún invasor hubiera destruido los muros de su ciudad.
Curiosa paradoja: aquí los hombres se mataron y se matan -¿se matarán?- para ver quién le es más fiel al mismo Dios. Los que guerrean, entonces, son los profetas o mejor dicho, lo que se interpreta de ellos. Se matan los pensadores y los que no piensan; unos porque creen saber, otros porque no saben. Todos aman la ciudad y la reclaman propia. Por eso se matan: por Jerusalén, por Al Quds.
Es necesario alejarse mucho de semejante pasión por las verdades indemostrables para entender si efectivamente, como todos reclaman, hay unos que tienen razón y otros que no. ¿De quién es la ciudad? Es la primera pregunta, y motivó cien guerras que no han terminado.

Las ocupaciones

En junio de 1967, durante la llamada Guerra de los Seis Días, las tropas israelíes hicieron lo suficiente como para que Jerusalén tuviera su status actual, es decir, capital del Estado de Israel para los israelíes, capital de Palestina para los palestinos.
Los soldados conducidos por Moshe Dayan vencieron a los jordanos en una batalla que se libró casa por casa, piedra por piedra, hasta que la tuvieron completamente bajo control. Esa lucha tuvo por escenario a la ciudad vieja, lo que no sorprende: durante tres mil años ocurrió lo mismo.
Por ella pasaron los turcos, los cruzados de toda Europa, desde siempre. Y luego vinieron otros que tampoco consultaron la opinión de la mayoría de los que allí habían nacido, judíos, cristianos o islámicos. En 1917 fue ocupada por los ingleses, quienes la mantuvieron como colonia hasta 1948, cuando la partición de Palestina dio origen a la primera guerra regional de las cuatro que se libraron a partir de la segunda mitad del siglo.
Jerusalén quedó dividida en un sector israelí y otro jordano. Pero por las inmensas puertas que perforan el muro de la ciudad antigua cruzan cada día decenas de miles de hombres y mujeres, que en busca de fe, de exotismo, de curiosidad o de negocios, según el caso, pueblan las calles de la parte indudablemente más bella de Jerusalén: la vieja.
La ciudad antigua se divide en cuatro sectores: el armenio, el cristiano, el judío y el musulmán. Sus murallas son restos de las construidas por los turcos en el siglo XVI.
El sector cristiano, al noroeste, contiene la Puerta Nueva; comparte la Puerta de Jaffa con el sector armenio, en el Sudoeste, y la Puerta de Damasco con el sector musulmán, al Norte.
El sector musulmán está en la parte nororiental de la ciudad antigua y allí se alzan la Puerta de Herodes, la Puerta de San Esteban y la Puerta Dorada. Al este de esta última se encuentran el Monte de los Olivos y los Jardines de Getsemaní.

En los alrededores

El Monte de los Olivos es parte de una sierra que tiene una elevación máxima de 823 metros y está separada de Jerusalén por el estrecho valle de Kidron.
La sierra tiene tres cimas, y en la conocida como monte Scopus está la famosa Universidad Hebrea de Jerusalén, fundada en 1918.
En la cima central se ubica el antiguo pueblo de Olivet, hoy llamado at-Tur -el monte, en árabe- y es allí donde ocurrieron los principales acontecimientos de la historia cristiana.
El principal sector judío, que ocupa la parte suroriental de la ciudad, contiene la Puerta de Sión, al sur de la cual se encuentra el monte del mismo nombre y la tumba del rey David. Rodeando la ciudad antigua está la ciudad nueva, que comenzó a desarrollarse a partir del siglo XIX y se extiende por las colinas circundantes con suburbios y jardines poblados que llegan hasta el desierto. Sus amplias avenidas, sus apartamentos modernos y sus edificios de oficinas contrastan con las calles estrechas, los callejones y las casas pobres de la ciudad antigua.
plias avenidas, sus apartamentos modernos y sus edificios de oficinas contrastan con las calles estrechas, los callejones y las casas pobres de la ciudad antigua.
En la Jerusalén nueva conviven las grandes marcas internacionales y las modas europea y norteamericana con el aire austero de los barrios como Mea Shearim (cien puertas), habitado por los judíos ortodoxos, que siguen al pie de la letra los mandamientos bíblicos, y los hacen cumplir en sus calles.
Cuídese el viajero de no respetar las tradiciones del sábado en esa zona de la ciudad: habrá quien se las haga cumplir, y no siempre de buenas maneras.

El arte del regateo

Perderse en el tiempo: ésa es la idea que asalta al viajero cuando llega a Jerusalén. No alcanzan los concurridos mercados de la parte nueva para opacar ese aire extraño que corre por las callejuelas del viejo mercado en el sector antiguo. Las voces retumban bajo los toldos y los comerciantes insisten ante el extranjero como si en ello les fuera la vida.
Se trata de una actuación que en ocasiones merece aplausos, pero que les sale en forma natural. Después de todo, llevan muchas generaciones, durante de tres mil años, practicando el arte del regateo.
Que uno de ellos se obsesione con el viajero puede parecer, por momentos, insufrible, pero al fin y al cabo, también puede ser una experiencia fascinante. Tanto como darse cuenta de que el precio de un artículo puede disminuir a menos de la mitad, si se tiene la paciencia de entrar en el juego.

Un peregrinaje incesante

La Vía Dolorosa y el Santo Sepulcro son dos de los sitios que los peregrinos de todo el planeta visitan cada año. La Basílica del Santo Sepulcro fue originalmente restaurada por el emperador Constantino y destruida en el año 614.
Luego, el sepulcro sufrió grandes daños en el 0976 y en el 1009, al ser destruido en parte por el califa Hakim. Este hecho alimentó la animadversión europea, y contribuyó a la aparición de la primera Cruzada, durante la cual Jerusalén fue conquistada en 1099.
Los cristianos levantaron una nueva basílica, que se conserva hoy. Tras la reconquista de la ciudad por los musulmanes, en 1187, se limitaron las peregrinaciones cristianas a pesar de que Saladino I prohibió la desacralización del recinto.
Las restauraciones más importantes en su cúpula se realizaron durante el siglo XVIII y tras el incendio que sufrió el templo en 1810.
También fueron destacadas las rehabilitaciones de 1863 a 1868 y en la segunda década del siglo XX, estas últimas bajo dominio británico. Estos trabajos continúan de manera casi permanente.
Como todo el mundo lamentablemente sabe, la ciudad sagrada no es el sitio más seguro del mundo, por tal motivo el extranjero tendrá que alojarse fuera de las grandes murallas y atravesará las puertas enormes durante el día para entrar. Al caer la tarde, es conveniente salir y regresar a los circuitos turísticos que la ciudad nueva ofrece al visitante.
Leonardo Freidenberg

Datos útiles

Cómo llegar

  • El pasaje aéreo, ida y vuelta, desde Buenos Aires hasta Tel-Aviv cuesta alrededor de 1300 dólares, con tasas e impuestos incluidos.

  • Desde allí, hay aproximadamente una hora de viaje en ómnibus hasta Jerusalén y el pasaje vale 5 dólares.
Alojamiento

  • En Jerusalén existe una variada oferta turística. Se puede conseguir una habitación doble en un hotel tres estrellas por 60 dólares; en uno de cuatro, por 90, y en uno de cinco, desde 150.
Visa

  • Para una estada menor a 3 meses, los argentinos no necesitan visa, sólo se requiere pasaporte en regla y pasaje de ida y vuelta.
Excursiones

  • Un tour por la ciudad vieja cuesta alrededor de 24 dólares, con guía incluido, y tiene una duración de 9 horas aproximadamente. Lo mismo en el caso de la ciudad nueva, pero por 53 dólares.

  • A la hora de las compras lo mejor es visitar, en la ciudad vieja, el bazar o shuk, como lo denominan ellos. Allí se venden antiguas urnas, cerámicas, cristalería, cobre, madera de olivo y objetos de plata labrada, entre otros artículos. El mercado al aire libre de Majaré Yehudo es otra opción.
Más información

  • Oficina de Turismo de Israel: Avenida de Mayo 701, piso 10º.
El horario de atención es de lunes a jueves, de 12.30 a 16. Informes por el 4338-2524/2598
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