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El caso de Lucio Dupuy: "Solo puedo pensar en cómo todos los de su alrededor, le fallaron"

Ayer se conoció el veredicto del juicio contra Magdalena Espósito Valenti y Abigail Páez, quienes torturaron y asesinaron a Lucio Dupuy.


Lucio Dupuy, el nene asesinado por su mamá y la pareja de ella.

Lucio Dupuy, el nene asesinado por su mamá y la pareja de ella.



Escribo esta columna con el veredicto del caso de Lucio Dupuy todavía sonando en mis oídos. Todo el día, lo único que hice fue pensar en ese nene. En ese nene y en cómo, todos los que estaban a su alrededor, le fallaron. En ese nene y en cómo dos de las personas en las que él más confiaba en su vida no solo lo mataron, sino que lo torturaron como nadie (en especial ningún niño) se merece.

Una solo aclaración: antes de seguir, les aviso que puede que la columna de hoy esté desprolija, inconexa y un poco alborotada. Así estoy hoy, así me tiene este tema.

Hoy, cuando quise bañar a mi hijo (que tiene cuatro años, la edad de Lucio cuando fue entregado a su progenitora y su pareja), no quiso y lloró. Mientras lloraba me decía: “No quiero. Basta. No quiero”, y yo solo podía ver la carita de Lucio diciendo que él tampoco quería. Escribo esto y se me caen las lágrimas. Como madre, pero también como ser humano..., no se puede entender tanta crueldad.

Después de bañarlo, lo senté en el sillón mientras yo hacía los ravioles que íbamos a comer y se quedó profundamente dormido. Estaba cansado, había jugado todo el día. Jugó todo el día. Fue feliz. Cosa que Lucio no pudo ser porque no lo dejaron.

Lo miré y vi sus piecitos, todavía de bebé, sus manos con dedos gorditos apretando su trapito y sus pestañas largas. Su piel tersa. "Todavía es un bebé", pensaba. Otra vez las lágrimas.

Lo levanté del sillón para pasarlo a su cama y él me dejó. Entreabrió los ojos, me vio y entregó todo su peso a mi cuerpo para que yo lo cargara hasta donde quisiera.  Ahí me golpeó esta sensación que es lo que en realidad quería compartirles: los mapadres somos el lugar seguro de nuestros hijos. No somos personas, somos un espacio donde ellos dejan caer su peso, donde depositan su confianza y sus miedos. Se dejan estar ahí porque saben que somos el lugar más seguro del mundo para estar.

La progenitora (sí, progenitora, porque no fue su mamá) de Lucio no fue su espacio seguro. Le quitó a ese nene la posibilidad de entregarse al lugar de más amor del mundo. Lo hizo vivir una pesadilla que lo llevó a la muerte.

¿Cómo puede haber tanta maldad? ¿Cómo puede haber tanta inhumanidad? ¿Cómo dos seres supuestamente humanos pueden ser tan monstruosos?

Hoy una colega me planteó si existe la maldad y yo le respondí que sí. Que lo que esas dos mujeres le hicieron a Lucio es maldad, pura y llana. No hay otra explicación. Porque decir que estaban enfermas, que padecen algún tipo de psicopatía, sería alivianar su culpa y eso no lo podemos permitir. 

No se entiende tanta crueldad. Perpetua es toda la justicia que podemos darle a Lucio pero, la verdad es que no se siente suficiente.

 

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