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Lo tiene el 50% de los argentinos: ¿qué es el estrés financiero y cómo nos está afectando la salud?

Entre el FOMO financiero, la dismorfia del dinero y la crisis económica, la gen Z es la más estresada. ¿De qué se trata y cuáles son sus riesgos?


Mujer haciendo cuentas con cara de preocupada.

Un informe reciente de la UCA sostiene que el 50% de los argentinos sufre de "estrés económico”. - Créditos: Getty Images



Como si no fuera suficiente el estrés que las nuevas generaciones tienen que afrontar viviendo en un mundo complejo y cambiante como el actual, de hecho según diversos estudios globales ya se sabe que la Gen Z reporta niveles muy altos de agotamiento y burnout antes de llegar a los 30, pero ahora además un informe reciente de la UCA sostiene que el 50% de los argentinos sufre de "estrés económico”.

Es una investigación basada en datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA) de ODSA-UCA, y entre otros hallazgos muestra que el estrés económico resulta transversal a todos los estratos sociales, y además compara la medición de pobreza monetaria y la multidimensional que abarca otras cuestiones como alimentación, salud, servicios básicos, vivienda digna, medio ambiente, educación y empleo, entre otras. 

¿Cómo se define al estrés económico?

El estudio de la UCA define «estrés económico» como la manifestación de insuficiencia de ingresos por parte de los miembros del hogar. Es decir, la percepción de que los ingresos totales del hogar no alcanzan para cubrir los consumos básicos habituales y sostener los patrones de consumo. Pero atención, tampoco para ahorrar, algo clave en lo que es la planificación y construcción del proyecto de vida en los más jóvenes.

Otro rasgo importante que alumbra este informe es que el aumento del estrés económico, si bien es lógicamente marcado entre las clases más pobres, presenta un agravamiento que se concentra, de manera principal y casi exclusiva, en el grupo de los no pobres, esto es, en la clase media. En los estratos medios bajos, se destaca un crecimiento de los hogares entrantes (que en 2022 no percibían estrés económico, pero sí en 2023-2024, o que no lo percibían en 2022 ni en 2023, pero sí en 2024), reflejando un deterioro coyuntural de los sectores medios bajos”, señala el ODSA.

Si bien según las cifras en el segundo semestre del año pasado la pobreza llegó al 38,1% y la indigencia al 8,2%, una baja en relación con los 6 meses previos, el encarecimiento de la vida cotidiana y los salarios rezagados (sobre todo en el empleo informal, el menos medido, pero el que más creció), más la suba de los gastos fijos en los hogares por los aumentos de tarifas y servicios, hizo que el 50% de la población percibiera un deterioro en su capacidad para afrontar consumos o ahorrar. 

¿Algunos de los puntos más afectados? La dimensión salud tiene un papel clave para explicar al estrés económico, ya que con inseguridad alimentaria y/o recortando gastos en atención médica y medicamentos, o sin disponer de cobertura de salud -más allá del sector público-, se incrementa el riesgo.

¿Una generación crónicamente endeudada?: el riesgo del FOMO financiero

Una mujer abriendo una billetera vacía

Estrés financiero: ¿qué es y por qué la Gen Z lo está sufriendo más que nadie? - Créditos: Getty Images

Mientras acá crece el estrés financiero, la escasa capacidad de ahorro y el endeudamiento en para cubrir gastos básicos como alimentos o alquiler (más de la mitad de un salario joven se va en alquiler), en lugares como EE. UU. distintos estudios señalan una situación diferente, pero similar en algunos puntos: los jóvenes se están contrayendo deuda para poder sostener su estilo de vida y sus vínculos. En 2023 la empresa Credit Karma encontró que el 88% de los Millennials y el 80% de la Gen Z se había endeudado luego de pasar tiempo con amigos o personas con mejor nivel adquisitivo, y al menos un 31% de la Gen Z y un 32% de Millennials admite haber gastado de más para sostener una apariencia frente a terceros.

Esto habla no solo del estrés financiero en los grupos etarios más jóvenes, sino también de los motivos por los cuales muchos de ellos eligen contraer deuda: la presión social y la necesidad de sostener las apariencias en un contexto global de crisis económica en muchos países. Cerca de 30% del mismo estudio admitió gastar más de lo que su crédito o situación le permitía para no quedarse aislado o bien querer aparentar un estilo de vida que no es el suyo.

Algo que puede resonarnos mucho en un momento en donde en las redes sociales explotan los contenidos relacionados con la ostentación de la riqueza (los videos con el hashtag #Oldmoney tienen un total de 1.700 millones de visitas en redes sociales y la cifra sigue creciendo), y abundan los gurús que venden consejos para hacer dinero rápido (“cripto bros”), o inclusive, cómo maximizar tus ahorros produciendo más plata con la que tenés. En una época en que la movilidad económica está cada vez más fuera del alcance de los jóvenes, aparentar ser o tener más, se ha vuelto una estrategia de subsistencia en sí misma.

Ante la proliferación de tips” para ahorrar en comida y poner esa platita en acciones”, dice Laura Visco, de la comunidad Amiga hablemos de Plata, conviene parar y pensar. “Ultimamente hay una obsesión con "aprender a invertir", como si esa fuera la única vía válida o deseable de relacionarse con la plata. Se nos educa con el mito de la compradora compulsiva, con la idea de que nuestro problema es el "gasto innecesario", como si el verdadero peligro para nuestra economía personal fuera ese vestido en oferta y no la brecha salarial estructural”, explica Visco, quien también habla de la culpa financiera y del FOMO (fear of missing out) financiero. Algo así como el miedo a no estar invirtiendo tu dinero y haciendo más dinero con eso, en una rueda que da por supuesto que todos debemos comportarnos de la misma manera (como si tuviéramos la misma situación, educación financiera, objetivos y necesidades), y además produciendo más ansiedad y culpa a un combo ya complicado.

La dismorfia del dinero: otra consecuencia de las redes sociales

Para aportar a este fenómeno, una nota reciente del New York Times habla de la dismorfia del dinero (money dysmorphia), en relación con la percepción distorsionada sobre nuestro estatus socioeconómico, en gran parte, culpa de las redes sociales hoy. “Muchos jóvenes sufren inseguridad económica y les dicen a sus amigos o terapeutas que no pueden seguir el ritmo de los vecinos (ni de lo que publican en Instagram). Otros tienen dificultades para ahorrar y luego hacen compras impulsivas que les generan ansiedad o culpa”.

"La inquietud resultante está llevando a lo que los planificadores financieros llaman "dismorfia financiera". Un término hermano del de "dismorfia corporal", que significa que las personas se miran al espejo y no ven lo que realmente hay, se refiere a quienes tienen una visión distorsionada de su propio bienestar financiero”, sigue el artículo con gravedad hablando de los dos extremos, aquellos que creen que tienen menos que la media y aquellos que sobreestiman su situación.

El consumidor promedio de la Generación Z tiene una deuda de aproximada de $3,500 dólares en tarjetas de crédito, según datos de Experian y un estudio realizado en 2024 por Qualtrics reveló que casi un tercio de los estadounidenses reportaron experimentar dismorfia financiera, incluyendo al 43% de la Generación Z. Estas problemáticas crecen globalmente al ritmo de la inflación, el desempleo y la pobreza.

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Laura Marajofsky

Laura Marajofsky Periodista especializada en cultura, sociedad y género. Escribe actualmente en diversos diarios y revistas (La Nación, Forbes, OHLALÁ!, Volcánicas, Malvestida, Crisis, Anfibia, etc). Innovación en gastronomía & speaker.


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