
Volver a la empatía: un hombre escribe sobre violencia de género
En "Donde termina la lluvia", el escritor Norberto Gugliotella narra una historia dura y necesaria. Lo hace desde múltiples voces —la de una adolescente, la de una madre silenciada y la de un padre violento—, con una sensibilidad que interpela y con la valentía de mirar el horror desde lo masculino para no repetirlo.
22 de mayo de 2025

Volver a la empatía: un hombre escribe sobre violencia de género - Créditos: Gentileza
Narrar la violencia de género desde la mirada de un hombre. La literatura puede incomodar, reflexionar y hacerse cargo. En Donde termina la lluvia, de Ediciones Corregidor, Norberto Gugliotella —editor y escritor— escribió una historia que genera inquietud e interrogantes. Con una construcción coral, su novela retrata una historia de abuso en el corazón de una familia, atravesada por el miedo, el silencio y también la posibilidad de reconstrucción.
La trama avanza con la voz de Violeta, una adolescente que escribe un diario íntimo para entender lo que le pasa; la historia de otro personaje central, Diana, su madre, cuya historia reprimida comienza a emerger como una catarata; y Sergio, el padre, un personaje inquietante cuya perspectiva expone crudamente una forma de pensar que, tristemente, abunda. Así lo dicen los datos que reflejan esta cruda realidad.
Movilizado por las marchas de NiUnaMenos y por las conversaciones con su hija, Gugliotella se propuso escribir lo que muchos callan. “Como varones, también tenemos que contar estas historias”, dice. En esta entrevista, reflexiona sobre su proceso creativo, los desafíos de escribir desde lugares incómodos y la necesidad de seguir hablando, incluso —y sobre todo— cuando parece que todo retrocede.

Norberto Gugliotella, editor y escritor. - Créditos: Gentileza
-¿Qué te impulsó a escribir Donde termina la lluvia, una novela que se mete en un tema tan profundo y delicado como la violencia de género?
-Era una historia que tenía ganas de contar desde aquella primera marcha de NiUnaMenos. Cómo pensar esa violencia privada, la que no siempre se ve, la que sucede dentro de las paredes que delimitan el espacio de las familias.
-El libro está contado desde tres voces muy distintas: una niña/adolescente, una madre marcada por el abuso y un padre violento. ¿Qué te pasó internamente al ponerte en la piel de cada uno?
-La historia tuvo un largo proceso de escritura y reescritura porque me costaba encontrar los tonos. Primero, se me impuso la voz de Violeta, pero sentía que necesitaba las otras voces para que interactúen de alguna manera dentro del texto. La voz del padre fue la más difícil de conseguir porque el personaje es contado dentro del historia en las otras voces y tenía que mostrarlo en toda su dimensión y que atravesara de lleno las otras dos voces.
-Como varón, ¿cómo fue el proceso de escribir sobre violencia de género?
-Las formas de representación de la violencia siempre me interesaron y, como decía antes, pensar en lo que puede suceder dentro de la familia, esa institución “sagrada” me pareció que podía servirme para contar cómo, durante tantos años, estuvo silenciada esa violencia y cómo, poco a poco, se pudo comenzar a hablar. Dos generaciones diferentes, una madre y una hija, una misma violencia, pero con diferentes posibilidades de hacerla visible. Y esa violencia es siempre de un lado hacia otro. Como varón lo tenemos que contar también, claro que es más complejo abordarlo, fue un desafío hacerlo.
-El diario íntimo de Violeta sirve para estructurar gran parte de la novela. ¿Qué te llevó a usar este recurso narrativo? ¿Creés que la adolescencia es una etapa clave para explorar el trauma y la reconstrucción?
-El diario fue la primera voz de la novela, me parecía la mejor manera de contar la historia de una adolescente que se pregunta todo. Es como una segunda instancia de descubrimiento del mundo, el momento de plantearse por qué sucede todo y cómo hacemos para intervenir en ese mundo. Creo que la adolescencia es eso, preguntarse y empezar a intervenir, comenzar a ser una voz propia dentro del mundo.
-Diana, la madre, aparece en una narración en segunda persona. Es muy movilizadora y conmueve cuando va apareciendo, gracias al diario de Viole, una etapa silenciada de su pasado. ¿Cómo te nutriste para abordar este personaje?
-Diana pertenece a esas generaciones que tuvieron que silenciar toda esa violencia. La de Diana es una historia entre tantas y para contar una historia entre tantas historias lo más conveniente era hacerlo desde afuera, desde una voz que le hablara, que le relatara su vida, que la hiciera sacar todo eso que tenía guardado. Una especie de voz de la conciencia que le sacara todo el pasado afuera. Para poder sobrevivir, Violeta no para de escribir y preguntar, mientras que para Diana todo es convertirlo en silencio. La voz que le habla a Diana es primero el diario de Violeta que está leyendo y luego esa segunda persona que la interpela.
-En el personaje del padre, Sergio, trabajás desde el silencio, la negación. Como autor/hombre, ¿qué te interesaba mostrar a través de él?
-No creo que sea silencio y negación lo de Sergio, es otra cosa. Sergio solo puede verse él en el mundo, no hay un otro que le importe, nadie atraviesa esa mente. El lector lo ve de frente, como si una cámara lo apuntara todo el tiempo y no veamos lo que lo rodea. Y no lo vemos porque él mismo no lo ve. Nos muestra su universo en crudo. El personaje de Sergio es el motor del relato, todo pasa por él. La novela empieza con una pregunta suya y termina con otra pregunta suya; en el medio están Diana y Violeta y el mundo del afuera. La novela nos permite ver el Sergio de Violeta y el Sergio de Diana, pero para ver el Sergio que es Sergio había que verlo así, en su pensamiento más profundo. Ya sabemos lo que es el personaje, para conocerlo había que mostrar cómo piensa y cuando lo vemos así no podemos más que rechazarlo.
-La violencia está presente, pero también la posibilidad de reconstrucción. Y tal vez, de esperanza. En esto, ¿qué representa Claudio, la nueva pareja de Diana, en ese nuevo mapa emocional?
-Lecturas son lecturas. Hay quienes leyeron el final con esperanza y otros que no. Lo cierto es que sí hay un mapa emocional nuevo en la vida de Diana y en la de Violeta también, que existen esos varones que no son Sergios. La novela también muestra eso y ese fue el borde con el que tuve que lidiar, porque podía pasar que se romantizara o banalizara la historia.
-Mostrás con detalle y con sentimiento una marcha de Ni Una Menos. ¿Participaste de alguna de las marchas? Si fue así, ¿cómo influyó en tu novela?
-Estuve en varias por tener que atravesarlas para ir a la facultad o para volver a mi casa. Ver los carteles y las miles y miles de mujeres ahí me movilizaron como pocas cosas. Acompañé también las marchas por el aborto legal, seguro y gratuito, una de las leyes fundamentales que iban a ser el puntapié para debatir otras nuevas que tuvieran que ver con las libertades de las personas, y que ahora parece que debemos sostener para no retroceder. Leer con mi hija cuando era más chica ´Ni una menos´ de editorial Chirimbote casi que me obligó a escribir esta historia porque me encontré intentando explicarle cosas que no sabía cómo explicarlas. No entendía cómo hacerlo.
-¿Pediste lecturas durante todo el proceso de escritura? ¿Quiénes fueron esos lectores? ¿En qué te ayudaron?
-Sí, claro. Muchas. Desde que estaba en proceso hasta que tenía el texto y faltaba pulir. Lo leyeron grandes autoras que quiero mucho como Débora Mundani, Julieta Lopérgolo o Mariana Travacio y, principalmente Gloria Peirano me ayudó a darle la forma final para terminar de dárselo a la editora, que es mi compañera, María Fernanda Pampín, que terminó de hacer el trabajo de edición.
-Venís del “palo” editorial. Pero con esta novela asumiste un nuevo rol, ¿qué repercusiones tuviste al ser un hombre que narra y escribe sobre esta temática?
-Por suerte tuve respuestas con lecturas hermosas. No puedo decir otra cosa. Agradecido.
-Abrís y cerrás la novela con la voz del padre. ¿Cuál fue tu objetivo?
-Es una novela circular, todo lo que encierra esas preguntas que abren y cierran la novela es el miedo de una madre y una hija a volver a vivir el infierno que vivieron.
-¿Cómo creés que los hombres pueden contribuir a ese proceso de reconocimiento y revisión sobre el tema de la violencia de género?
-Digamos que este contexto político no ayuda demasiado, porque hay un retroceso muy importante en políticas de género. Dar vuelta conductas enraizadas lleva tiempo. Ahora el Estado tiene las herramientas que antes no tenía porque la lucha de las mujeres hizo visible una historia de violencia que estaba prácticamente silenciada. Nos toca enfatizar en que la libertad es otra cosa para volver a tener una política de género activa.
-¿Cómo fue para vos publicar esta novela en un contexto social y político que muchas veces violencia de género o la invisibiliza?
-Cuando la escribí el contexto era otro. Le toca a la novela encontrar lectores y lectoras en una época difícil. Me toca defenderla en este contexto y seguir militando para que volvamos a lo más básico de todo: la empatía.
Por Andrea Albertano, gentileza para OHLALÁ! Ig: @andreaalbertano
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