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Niños de 6 a 12 años: cómo acompañarlos en esta etapa olvidada de la crianza

Tres mujeres —una pediatra, una psicóloga y una comunicadora— escribieron "No tan grandes", un libro imprescindible sobre el tramo que va de los 6 a los 12 años, cuando los chicos parecen grandes, pero no lo son tanto. Por qué esta etapa suele ser invisibilizada y cómo acompañarla desde el respeto, la escucha y la presencia.


Niños de 6 a 12 años: cómo acompañarlos en esta etapa olvidada de la crianza

Niños de 6 a 12 años: cómo acompañarlos en esta etapa olvidada de la crianza - Créditos: Getty



El jardín queda atrás y todo el mundo comenta lo mismo: “¡Qué grande está!”. Pero si bien crecen rápido, todavía no son tan grandes. Entre los 6 y los 12 años sucede una etapa vital, muchas veces pasada por alto en los discursos de crianza, que pone en juego el desarrollo emocional, la autonomía, los vínculos sociales, el cuerpo que cambia y la construcción de la identidad.

Sobre esta franja tan intensa como silenciosa trata No tan grandes (Planeta), el nuevo libro de Adí Nativ, Ivana Raschkovan y Noelia Schulz, autoras también de No tan terribles y De eso sí se habla. A partir de sus miradas interdisciplinarias —desde la medicina, la psicología y la comunicación—, proponen una guía sensible y fundamentada para madres, padres y cuidadores que buscan criar con respeto en un mundo hiperconectado, exigente y acelerado.

Charlamos con ellas sobre los desafíos de esta etapa, los mitos que la rodean, el rol de la tecnología, la necesidad de acompañar sin invadir y la importancia de construir herramientas propias para que la crianza también pueda ser disfrutable, incluso en el medio del caos cotidiano.

 

-¿Qué las inspiró a escribir No tan grandes? ¿Hubo algún disparador personal o profesional que marcó la necesidad de abordar esta etapa de la infancia?

ADÍ: No tan grandes es un libro que fue necesario y muy deseado. Luego de haber escrito No tan terribles nos vimos en la necesidad de seguir acompañando a las familias en el crecimiento de sus hijos e hijas. Así como No tan terribles fue un libro necesario para poder bajar información rigurosa en relación al crecimiento y desarrollo físico y emocional de los peques, No tan grandes viene a dar una continuidad a ese primer encuentro. 

IVANA: Desde mi trabajo como psicóloga especializada en infancia, empecé a notar que muchos de los recursos, libros y discursos estaban enfocados en la primera infancia o en la adolescencia, pero que había una franja —la de los chicos y chicas de entre 6 y 12 años— que quedaba bastante desdibujada. Y sin embargo, es una etapa de profundo crecimiento, de desarrollo de la socialización, de construcción de la identidad. Es un libro que lo venimos pensando desde hace cinco años cuando vimos el impacto que tuvo y sigue teniendo nuestro libro No tan terribles. No tan grandes, vendría a ser algo así como su sucesor. La crianza respetuosa es un discurso social que atraviesa todas las etapas del desarrollo y sentimos la necesidad de visibilizar este momento tan particular, de acompañar a las familias en la construcción de herramientas y palabras para nombrarlo. 

NOE: Yo creo que el nombre, además, resume un poco nuestro sentir. Pareciera que, a medida que los chicos y las chicas crecen, la crianza fuera “menos necesaria” o más fácil. Y eso no es cierto. Criar a hijos en etapa primaria tiene un montón de desafíos enormes, sobre todo en el momento histórico que nos toca. Nos quedamos sin referencias en un contexto nuevo, difícil, acelerado. La idea de nuestros libros es, además de informar y acompañar, recordar que la crianza puede ser disfrutable y maravillosa.

No tan grandes, el libro que ayuda en un momento clave de la crianza.

No tan grandes, el libro que ayuda en un momento clave de la crianza. - Créditos: Prensa

-¿Por qué creen que esta etapa —entre los 6 y los 12— suele quedar un poco invisibilizada en el discurso sobre crianza?

ADÍ: Hay algo que sucede que yo no entiendo bien porqué, pero resulta ser que cuando un niño o niña entra en primer grado todo lo que tiene que ver con su crecimiento y desarrollo parecería que tiene que ser para la familia, algo que salga de memoria, algo que toque de oído y que no se puede pedir ayuda porque se supone que ya están grandes y nosotros como familia ya tenemos que saber cómo acompañar. Entonces, es por eso que aparentemente encontramos muy poca información en los espacios que acompañan familias para esta etapa. No entendemos el por qué no entendemos el motivo y por eso hoy traemos a “no tan grandes”

IVANA: Es una etapa que parece “tranquila” en comparación con otras. Ya no son bebés demandantes ni adolescentes desafiantes y, a veces, eso lleva a pensar que no necesitan tanto. Pero en realidad es una etapa súper importante donde se construyen cimientos sobre los que se apoyarán luego los trabajos psíquicos de la adolescencia. Es fácil que se nos escape su complejidad y profundidad. Desde el psicoanálisis tradicional a esta etapa entre la primera infancia y la pubertad se la llamaba período de “latencia sexual” o simplemente de “latencia”. Se la nombraba así porque se consideraba que era una etapa más “calma” del desarrollo psicosexual de los niños y niñas, como si hubiera una suerte de “disminución” de la sexualidad. En realidad lo que sucede es que la sexualidad no desaparece, sino que se reprime. Lo cierto es que hoy en día el concepto de “período de latencia” está bastante cuestionado. Creo que se tiende a subestimar la importancia de los procesos que deben armarse a lo largo de esta etapa.

NOE: Todo esto que describimos, esta creencia colectiva de que se trata de una etapa tranquila,  creo que deja a las familias más desprotegidas. En la era de la sobreinformación, del exceso de datos que vienen y van a la velocidad de la luz, de las publicidades disfrazadas de recomendaciones, a veces saber cómo abordar un tema, qué leer o a quién consultar es más difícil que hace 50 años. Buscamos crear contenidos y espacios bien fundamentados, pensados desde la empatía y basados en evidencia.

 

-¿Cuáles dirían que son los desafíos más grandes que enfrentan las familias en esta etapa?

ADÍ: Creo que los desafíos más grandes que enfrentan las familias en esta etapa son varios, pero el más difícil tiene que ver con la tecnología. Hoy por hoy como pediatra me llegan muchos casos al consultorio de situaciones vinculadas con las redes sociales, el acceso a tanta información en peques que todavía no son tan grandes como para poder saber cómo manejarse en ese sentido. Todavía necesitan de nuestro acompañamiento y tutela.

IVANA: Creo que es difícil generalizar porque va a depender mucho de los contextos y las condiciones socioeconómicas donde las crianzas tengan lugar, pero creo que uno de los grandes desafíos es acompañar el crecimiento sin apurarlo. A veces, por las demandas del entorno, por los ritmos acelerados, o por el propio vértigo que genera ver que nuestros hijos ya no son tan chiquitos, se corre el riesgo de exigirles madurez antes de tiempo. Otro desafío es sostener la presencia: aunque ya son más autónomos, siguen necesitando mucho de nuestro acompañamiento emocional, de nuestra mirada y de nuestra escucha. La regulación de la tecnología en esta era de la hiperconectividad es otro de los grandes desafíos de las crianzas actuales. Considero que aún no hay suficiente conciencia acerca del daño que provoca el exceso de pantallas en la infancia. 

NOE: Sin duda coincido en todos y sumo el desafío de la autonomía. Aprender cuándo soltar y qué permisos ir otorgando, bancarse la inseguridad que nos genera y convivir con los miedos, tratando de no interferir en la relación de los chicos y chicas con el afuera, eso es un desafío del que se habla poco y requiere de un gran esfuerzo.

 

-¿Qué pasa con las emociones, los cambios corporales, los vínculos sociales y el deseo de autonomía en esta etapa?

ADÍ: Son cambios que ocurren muy seguidos unos de otros, que los desafían a ellos mismos. Los cambios corporales vienen tan rápido que los cambios emocionales no logran todavía alcanzar la misma etapa evolutiva para poder darles explicación. Entonces, por ejemplo, una niña empieza a atravesar cambios físicos en relación a su desarrollo, pero todavía su emocionalidad está lejos de ser la de una adolescente. Como madres y padres nos pasa que también necesitamos saber cómo acompañar esos cambios y cómo amortiguar la emocionalidad de los peques.

IVANA: Es un momento en el que empiezan a tener un mundo interno más complejo, más privado, en el que aparecen dudas existenciales, preguntas nuevas, miedos, deseos más duraderos. El cuerpo empieza a cambiar, incluso si la pubertad no se instaló del todo, y eso impacta en la percepción de sí mismos. Y sí, la autonomía aparece con fuerza, pero no como rechazo a los adultos, sino como una necesidad de ensayar otras formas de ser y estar. Es una etapa que pide que estemos cerca, pero sin invadir. 

Además, los vínculos con pares se vuelven más importantes. Hay un gran despliegue de la socialización y el aprendizaje de las habilidades sociales. Las funciones del yo tienen un nivel de funcionamiento mucho más complejo que en la primera infancia, lo que permite un mayor control de los impulsos, el desarrollo de las capacidades para pensar en los demás, para asumir consecuencias y muchas otras que se van desplegando y refinando a lo largo de todo el proceso del desarrollo que abarca este libro. 

Por su parte, el encuentro con la pubertad conlleva un cambio abrupto en el cuerpo de los chicos y las chicas que deben apropiarse de ese cuerpo que de golpe se les vuelve extraño. Los procesos puberales demandan un duelo ante la pérdida del cuerpo infantil y un reacomodamiento del vínculo con las figuras parentales. La pubertad es una etapa de mucho cambio tanto a nivel físico como emocional. 

NOE: Como mamás, papás (o cualquier otro rol en el que acompañemos preadolescentes) tenemos que aprender nuevos modos, nuevos códigos, nuevas dinámicas. Si hasta ese momento basamos la relación en amenazas y castigos, esta etapa nos va a chocar de frente con la realidad. En contraste, la crianza respetuosa es una posición ética que nos va a permitir encontrar siempre nuevas formas, construir herramientas propias, dialogar, buscar consensos y, también, comunicar con firmeza las decisiones que sean inamovibles. Por supuesto, mediado con conflictos inevitables, desacuerdos, enojos y también risas, pero sin violencia y con la certeza de estar buscando el mejor modo de cuidar y proteger. 

 

-¿Cómo creen que se ejerce una crianza en un mundo hiperconectado y exigente?

ADÍ: Nos parece súper importante no dejar de escuchar a las familias desde el lado profesional, poder acompañarlas, entendiendo que, por más que los años pasen, los cambios empiezan a aparecer. Los peques todavía no son tan grandes como para no darles ese sostén y acompañamiento que necesitan, justamente, en un mundo hiperconectado y exigente. Es muy importante entender que la crianza parte desde nuestras casas, nuestros hijos e hijas estarán inmersos en un mundo social en donde no todas las familias crían de la misma manera y no todas las personas tienen los mismos ideales. Entonces, es muy importante sentar una buena base segura desde nuestras casas, empática, inclusiva, amorosa. Si logramos que eso sea así podremos aspirar a ese mundo que soñamos en donde no haya más violencia, ni agresión.

IVANA: Pienso que es una época muy compleja para criar. Se necesita mucha presencia y conciencia. Es un contexto que empuja a la inmediatez, a la productividad, al rendimiento, incluso en las infancias. Criar en este mundo implica resistir un poco esas lógicas, desacelerar, recuperar el tiempo de las conversaciones, del aburrimiento, de la presencia. También implica revisar nuestras propias prácticas digitales, porque educamos más con el ejemplo que con los discursos. 

La falta de redes de sostén, la inestabilidad económica, la ausencia de políticas de conciliación laboral, la pobreza de proyectos a futuro, el incremento acelerado de exposición a las pantallas, la consecuente disminución en el juego simbólico de las infancias, la tercerización de los cuidados, son solo algunos de los factores que componen esta complejidad. Aún así veo cada vez más compromiso e interés en las familias y en las instituciones por desnaturalizar las distintas formas de violencia hacia las infancias, incluso aquellas violencias que durante años han estado legitimadas tanto en la educación como en la crianza dentro de los hogares. Hoy muchas mamás y papás se esfuerzan, se interrogan, buscan información y trabajan a diario para poder criar con respeto, disponibilidad y buenos tratos.

NOE: Todavía estamos aprendiendo sobre los efectos de esta hiperconexión y vamos haciendo lo mejor que podemos, con sus luces y sombras. Ojalá podamos encontrar un equilibrio y nos apropiemos de la tecnología sin perder lo importante en el camino. Me preocupa cuando veo familias que delegan decisiones de crianza o de salud en las inteligencias artificiales, por ejemplo. Apoyo totalmente la idea de resistir de la que habla Ivana. Resistir no en el sentido reaccionario, sino en el sentido de recuperar el valor de lo humano, lo tangible, lo manual. Por suerte la niñez es una etapa que nos invita constantemente a revisar creencias, a vivir el presente y a jugar. Pero hay que hacer el esfuerzo de mirar el mundo desde la mirada de ellos y ellas. 

 

-¿Qué recomendaciones hacen para acompañar la vida digital de los No Tan Grandes, sin caer en el control excesivo ni soltar por completo?

ADÍ: La recomendación que damos para acompañar la vida digital tiene que ver, justamente, con no soltar por completo. Nos corresponde como familia saber y entender cuáles son los espacios digitales que nuestros hijos y nuestras hijas viven. Por supuesto que sería hipócrita prohibirles tener acceso al mundo digital porque inevitablemente vivimos en un mundo de pantallas, pero lo importante es poder conocer qué cosas son las que les interesan a nuestros hijos e hijas, cuáles son los espacios digitales que consultan, con quiénes se vinculan y tratar de poder hacerles entender que ciertos espacios digitales podrían ser peligrosos y explicarles los motivos. Hoy por hoy existen libros, películas y series que muestran un poco ese lado B, que nuestros peques por estar en plena etapa de descubrimiento, tal vez desconocen.

IVANA: Hacemos hincapié sobre todo en la importancia de la regulación en la crianza digital, es decir, en la responsabilidad de las personas adultas en el cuidado de la cantidad y calidad de contenidos y dispositivos que las infancias consumen tanto dentro como fuera de casa. Creemos que lo principal es acompañar desde el interés genuino. Saber qué juegos les gustan, qué miran, con quiénes juegan o interactúan. No se trata solo de regular el tiempo de pantalla, sino de construir criterios con ellos. La idea no es espiar ni prohibir, sino abrir el diálogo, generar acuerdos, y sobre todo, estar disponibles para cuando algo les genere dudas o malestar. Si sienten que pueden hablar con nosotros, ya tenemos allí una gran oportunidad de cuidado.

NOE: También es importante no delegar el cuidado de lo digital únicamente en las aplicaciones de control parental. Pueden ser una buena herramienta (hoy por hoy son muy necesarias), pero requieren de saber usarlas, de prestar atención y de dialogar con los chicos. Por ejemplo, los contenidos de las redes sociales son casi imposibles de bloquear. Si damos acceso a estos espacios pueden encontrarse con violencia de todo tipo, desafíos virales que ponen en riesgo su vida, sexismo, grooming, etc. Por eso son espacios pensados para otras edades. Y más allá de todo, el diálogo abierto sobre los posibles riesgos tiene que estar, siempre adaptado a la edad y capacidad de cada chico o chica.

 

-Para los padres, ¿cómo creen que se puede encontrar el equilibrio entre poner límites necesarios y a la vez criar con empatía y escuchando a los niñxs?

IVANA: Ese equilibrio se construye todos los días. Los límites también son una forma de cuidado. El desafío radica en cómo los transmitimos. Escuchar, validar lo que sienten, explicar el porqué de las decisiones y también sostener cuando una decisión es necesaria aunque no les guste. Criar con empatía no es ceder siempre, es estar disponibles emocionalmente, incluso cuando decimos que no.

NOE: La crianza fue durante demasiado tiempo tan autoritaria que hoy seguimos creyendo que la empatía y la escucha son incompatibles con “poner límites”, que en realidad no es otra cosa que acordar y transmitir normas y valores. Pero hay que tener cuidado con confundir el respeto con evitar el conflicto o no guiar adecuadamente a los chicos porque eso sería sencillamente negligencia. Si bien el equilibrio perfecto no creo que exista, sí podemos orientar nuestras decisiones de crianza poniendo como brújula el respeto y la empatía, siempre teniendo claro el rol asimétrico que nos toca. Somos las personas adultas quienes tenemos la responsabilidad de proteger y acompañar, ojalá siempre podamos elegir cómo hacerlo del mejor modo posible.

Por Andrea Albertano, gentileza para OHLALÁ! @andreaalbertano

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