La felicidad convive en los pequeños detalles - Créditos: Pexels.com
En un estudio seminal, la investigadora Sonjia Lyubomirsky reveló que la felicidad nuestra de cada día (la línea base de nuestra propensión a la alegría) se compone de este modo: 50 por ciento es genética, 10 por ciento es circunstancial (depende del ambiente en que crecimos) y el 40 por ciento restante depende de lo que hacemos. De ese 40 por ciento restante tratan estas ideas, prácticas y consejos.
CÓMO MEJORAR NUESTRA "LÍNEA BASE" DE FELICIDAD
- Proponérnoslo. Nuestro cerebro ha evolucionado para prestar atención mayormente a los aspectos negativos de nuestro día y de nuestra vida. Esto es lógico: nos conviene estar al tanto de posibles amenazas y peligros. Pero dista mucho de una fórmula para ser feliz. Para vivir con alegría necesitamos contrarrestar esta tendencia con una fuerte intención. Para cimentar esta intención en el alma, y renovarla cada día, vale crear un ritual matutino poderoso: escuchar una canción que nos encienda el corazón, decir una oración inspiradora, hacer unos saludos al sol, caminar por el barrio mirando los pájaros, leer un poema distinto cada día.
- Ver lo bueno. A medida que transcurre el día, prestar especial atención a todas las cosas buenas, placenteras y sorprendentes que nos cruzamos en el camino. Detenernos unos instantes a "saborearlas", escribir sobre ellas, pensarlas, contarlas.
- Cultivar el asombro. Es una de las emociones más transformadoras que existen, y habitualmente nos contentamos con dejar que ocurra espontáneamente, de tanto en tanto, sin que la busquemos. Podemos cultivar esta emoción en la naturaleza, y sobre todo al presenciar fenómenos mucho más vastos que nosotras: mirar el cielo diurno o nocturno, observar las nubes, pararnos frente a árboles altos y mirar para arriba, disfrutar de las imágenes cambiantes de una tormenta, visitar el río.
- Habitar los sentidos. Nada nos devuelve tanto al presente como recibir con conciencia lo que nos llega por los sentidos, y el presente es el mayor regalo del que podemos gozar. Detenernos a disfrutar del aroma del café, antes de beberlo. Escuchar los sonidos que se cuelan por la ventana. Sentir la textura de la ropa, de la mesa sobre la que trabajamos, de la propia piel. Saborear un trozo de chocolate como si fuera la primera vez. Observar la luz que entra por la ventana. Tener en cuenta que esa luz no será igual en unos minutos, ni tampoco al día siguiente a la misma hora. Cada momento es único, y vivirlo estando despiertos le agrega años -y calidad- a nuestra vida.
Saber apreciar las bondades que nos rodean - Créditos: Pexels.com
- Hacernos buenas preguntas. La auto-indagación es un camino de crecimiento antiguo y propicio. No hace falta esperar a los cumpleaños o al balance de fin de año para preguntarnos, por ejemplo: ¿Qué es lo que más valoro en la vida? ¿Qué me da sensación de propósito, dirección, sentido? ¿Qué cosas me dan una alegría espontánea, más allá de todo fin utilitario? ¿Cuánto de lo que estoy haciendo hoy honra estos sentimientos? Si la respuesta es "poco", es hora de cambiar las prioridades.
- Dedicarle tiempo a los vínculos. Un estudio tras otro lo confirma: nada inclina la balanza en favor de la alegría como los momentos y sucesos compartidos. La clave no es cantidad de vínculos sino calidad. ¿Cómo lograrla? Practicar la empatía, la escucha activa, las muestras de cariño, la incondicionalidad.
- Abrazar nuestras emociones. La felicidad no es un estado que excluya otras emociones, como el enojo, el miedo y la tristeza. Si procuramos vivir con una sola tonalidad emocional, solo lograremos reprimir lo que sentimos, e ir por la vida contraídos y separados de nuestra vitalidad. La verdadera felicidad siente y convive con un amplio abanico de emociones, sin quedarse a vivir en ninguna de ellas.
- Llevar un diario de gratitud. La gratitud es el arte de la abundancia: saber apreciar las bondades que nos rodean, reconociendo que no nos las procuramos nosotros mismos. Desde el primer valor, que es la vida misma, gran parte de lo que nos rodea es gracia. Anotar cada noche tres cosas -siempre específicas, siempre distintas- en un cuaderno que guardemos al lado de la cama, es una forma científicamente validada de mejorar en forma consistente nuestro estado de ánimo.
Asesoró: Fabiana Fondevila.
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