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Día mundial de la prevención del suicidio: la historia de Jess Browne, una mamá que vivió el suicidio de su hijo y que hoy ayuda a otras familias

En el día mundial de la prevención del suicidio, te contamos la historia de Jess Browne, cuyo hijo Ignacio tomó la decisión de suicidarse en abril de 2020. Hoy, a través de su proyecto Empesares, trabaja para ayudar a otras familias a transitar el duelo.


Jess Browne es la mamá de Ignacio.

Jess Browne es la mamá de Ignacio.



"¿Alguien habló con Ignacio?"

Ignacio fue mi primer hijo, también el primer nieto y el primer sobrino. Con él yo tenía una relación muy cercana. Aun viviendo en países diferentes –él en Argentina, yo en Inglaterra–, me escribía hasta para preguntarme qué camisa usar para ir a una entrevista de trabajo. Hablábamos por videollamada tres o cuatro veces por semana. Un día antes de su suicidio, el 9 de abril, chateamos tanto que incluso llegué a preguntarle: “¿Estás muy aburrido, Nachi? Porque hablaste todo el día conmigo”. Me dijo que no, pero me hizo un aviso, que solo pude entender días después: “Ma, si mañana no contesto, no te preocupes, me voy a tomar el día para descansar”. Al día siguiente, lo llamé un par de veces y, efectivamente, no me contestó. Mis hermanos preguntaban en el grupo de la familia: “¿Alguien habló con Ignacio?”. El 11 por la mañana, me llamó la señora que trabajaba en su casa, una mujer que forma parte de la familia desde hace muchos años. A ella también Ignacio le había dicho: “No vengas hasta el lunes”. Pero ella decidió ir igual, y fue quien lo encontró. A partir de ese momento, tengo algunos flashes, pero no me acuerdo de nada con claridad, ni siquiera recuerdo si llegamos a ver el entierro por Zoom, porque por la pandemia no pude viajar.

"¿Cómo puede ser que nadie se dio cuenta?"

Si bien vivíamos en distintos países, mi comunicación con Ignacio y con toda nuestra familia era diaria. Por eso, la pregunta que nos hicimos todos fue “¿cómo puede ser que nadie se dio cuenta?”. De hecho, mi hermana es psiquiatra y visitó Argentina en febrero, ella había sido la última que estuvo con él. A ella le costó un montón superar la culpa de decir “yo laburo de esto... y no vi nada”. Hoy, habiendo estudiado mucho más, sabemos que hay dos grupos de suicidas: los que se puedan salvar y los que no. Por eso, es importante entender que cuando una habla de “prevención de suicidio”, en realidad genera mucha más culpa en algunas familias, porque claramente hay un gran grupo de personas que se pueden salvar: son las que piden ayuda, las que dan indicios, las que se lastiman, las que tienen problemas de conducta. Pero hay, aunque no nos guste, otro grupo de gente que toma una decisión y justamente trata de no dar ningún indicio porque sabe que la van a ayudar y no quiere. Ignacio estaba en este último grupo. Por eso nadie vio nada. De hecho, un par de días antes de la pandemia, Ignacio había firmado un contrato de trabajo con una multinacional a la que tuvimos que llamar para explicar lo que había pasado. Y desde el área de Recursos Humanos de esa empresa nos contaron que a Ignacio lo habían entrevistado siete personas y que no había nada que pudiera indicar que esto iba a pasar.

Jess y Nacho

Jess y Nacho - Créditos: Gentileza de Jess Browne

"A veces está bien estar mal"

Al principio, no podía ver nada, sentía que no iba a poder seguir viviendo, que me iba a morir. Yo tenía una relación muy pegada con mi papá. Desde que era chica, si yo tenía un problema, llamaba siempre primero a mi papá, y él me decía: “Todo va a estar bien” y yo me lo creía. Cuando Nacho se suicidó, me quedó muy grabado que lo primero que mi viejo me dijo fue: “Jess, esta vez no te puedo decir que todo va a estar bien. Vos no vas a sobrevivir a esto”. Sin embargo, también existía cierta presión de la gente, que te dice que “tenés que estar bien”. No estamos educados en el duelo, y el entorno, por no saber, por desesperación, por lo horrible que es ver sufrir a alguien, casi que lo exige. Los seres humanos queremos arreglar las cosas y lo que nos pasó como familia es inarreglable, es definitivo. Cuando las mamás o mis amigas me dicen “no me lo puedo ni imaginar”, por un lado, no quiero que se lo imaginen... porque no tiene sentido. 

El discurso que más se escucha es el que dice que “ninguna mamá debería enterrar a un hijo, los hijos no deberían morirse antes que los padres”. Pero hoy tengo otra realidad: eso pasa mucho más de lo que creemos. Hay días en los que no entiendo nada, que todo lo que hago o escribo me parece que es una estupidez, y en esos días también escribo porque siento que le debo a la gente que me lee decirle: “Che, a veces está bien estar mal”. Y cuando estoy un poco mejor, me acuerdo de mi papá también –que falleció unos meses después que Nacho–, miro el cielo y le digo: “Mirá, pa, acá estoy”.

"Usá el amor que tenés para contar mi historia"

Ignacio dejó cuatro cartas. En ellas también me dijo que –desde donde estuviese– me iba a cuidar, que me amaba más que a nadie en el mundo, y que cuando lo extrañara, lo buscara en la música, una de sus pasiones. Y también escribió algo clave: “Contá mi historia, usá todo el amor que tenés para contar mi historia. Esto no es tu culpa ni la de nadie. Nadie podría haberme frenado, esto yo ya lo había decidido, nadie podría haber hecho nada, así que no te culpes”. Y en lo racional, entiendo que no es mi culpa, pero la culpa no racional está, viene con nosotras. Si sos madre, atrás de la placenta viene la culpa. Existe un punto donde no tengo más respuestas que estas, pero tengo las cartas. Por lo menos, tengo escrito lo que me amaba. Y tomé aquello de “usá tu amor para contar mi historia”, y la certeza de que Nacho, en el fondo, quería cambiar el mundo. En una de las cartas decía muy en claro: “Sé que te voy a romper el corazón con esto, sé el dolor que te voy a causar, pero más grande es el dolor que siento yo todos los días. Vivimos en una sociedad machista que no me permite pedir ayuda, me siento un fracasado”. Por eso creo que los cambios, en una sociedad, está buenísimo que los hagamos entre todos.

A partir de su historia, Jess Browne, busca acompañar a otras familias

A partir de su historia, Jess Browne, busca acompañar a otras familias - Créditos: Mariana Roveda.

"Creo que no hablar de salud mental hoy ya no es una opción"

Celebro que hoy podamos hablar de esto. Yo quiero que este sea mi laburo de acá en adelante: hablar. El suicidio es algo que está pasando mucho más; los números suben y son espantosos. No hablar ya no es una opción. Y no solo hablar de suicidio, también hablar de salud mental. La diferencia entre hombres y mujeres, en este punto, es enorme. En general, cuando dos o más mujeres se juntan, en algún momento la charla va un poquito –aunque sean diez minutos– a lo profundo. Las mujeres tenemos como más permitida esa emocionalidad. Pero los varones tienen tan minimizados los sentimientos que les es muy difícil decir: “Estoy deprimido, estoy triste”. A los varones siempre les digo: “Hagan la tarea: cuando vayan a jugar al fútbol y después se van a comer, pregúntense cómo están, hablen de cómo están, aunque sea diez minutos”. No lo hacen. A un varón nada le da más pánico que escuchar a su pareja decirle: “Hablemos”. Es clave poder hacer como si fuera un chequeo con ellos, o que lo hagan cuando están entre pares: ¿qué te pasa con tus amigos?, ¿cómo te sentís con tu paternidad?, ¿cómo te sentís con el laburo?

A los varones siempre les digo: ‘Hagan la tarea: cuando vayan a jugar al fútbol y después se van a comer, pregúntense cómo están, hablen de cómo están, aunque sea diez minutos’

Jess Browne

"Todos me decían que volviera a empezar"

Yo siempre escribí. Tenía un blog que se llamaba Blog de Jess. Pero después de perder a Nacho, le pedí a mi amiga Beta Suárez –también escritora–: “Beta, te pido que cierres el blog, yo no voy a escribir más”. Ella avisó lo que había pasado y lo cerró. Algunos meses después, mientras estaba corriendo, me vino esto de que la gente todo el tiempo me decía que tenía que volver a empezar. En ese momento, vi ese juego de letras y dije: “Por ahí, con todos los pesares, tengo que volver”. Empecé a escribir de nuevo y a recibir un montón de historias de otros papás, mamás, de chicos y chicas. Ahí también entendí que no soy tan especial, que esto le pasa a mucha gente. Leyendo y respondiendo a estas historias, pude ver el agujero enorme que hay en la sociedad con el tema de salud mental. Y no es solo en Argentina, es mundial: si vos tenés un problema de salud mental y no tenés plata, fuiste. Así nació Empesares, el espacio que hoy lidero. Me escribían mamás que perdieron hijos, mamás de hijos deprimidos. Y también muchos mensajes de chicos diciéndome: “Yo pensé en suicidarme”. Suena raro, pero esta es la generación que, antes de suicidarse, mira las redes sociales. Y cuando vos buscás algo en las redes sociales, con esa cosa tremenda que tienen los algoritmos, puede aparecerte algo horrible, o puede aparecerte Empesares. Hoy tenemos un equipo de 13 psicólogas, registramos el nombre y creamos una página en la que podés pedir ayuda en primera persona: “Estoy deprimido/a”, “soy un/a papá /mamá que tiene un/a hijo/a deprimido/a”, “se suicidó mi hijo/a”. Y de acuerdo a cada caso, vamos derivando a cada uno a los grupos en los que van a poder obtener la contención que necesitan. En Empesares, yo no soy una profesional, simplemente soy una mamá a la que le pasó esto y que decidió compartir su camino.

"Entendí la importancia de educarse en el duelo y hablar de la muerte sin miedo"

Hace como 20 años, había leído unos libros de Elisabeth Kübler-Ross, experta en duelos, que fue la que empezó a hablar de la muerte. Ella dijo un día: “Basta de tenerle tanto miedo”. Y ella fue la que teorizó los cinco pasos (o etapas) del duelo. David Kessler fue su discípulo hasta que ella falleció. Cuando ella se muere, a David se le muere un hijo y ahí se da cuenta, pasando su duelo, que no eran cinco pasos. El último paso que escribió Elisabeth era la aceptación. Pasás por el enojo, pasás por la negación y después aceptás. Pero cuando David atraviesa su duelo, dice: “Voy a escribir el sexto paso, que es encontrar sentido”. Tenés que encontrar un sentido, no te podés quedar simplemente en “OK, acepté”, sino que tenés que bucear en el “¿qué hago con esto?”. Y en 2020, por primera vez, David dijo: “Voy a dar un curso de grief educator” y yo me sumé. Fue una experiencia muy especial y sanadora.

Tenés que encontrar un sentido a la muerte, no te podés quedar simplemente en ‘OK, acepté’, sino que tenés que bucear en el ‘¿qué hago con esto?’

Jess Browne

"Mientras atravesaba el duelo, me separé"

Mientras atravesaba el duelo de Nacho, también me separé. Una tragedia como esta es muy difícil. No nos culpo a nosotros y nunca me quiero poner en el lugar de víctima. Hoy, mirando para atrás, tampoco nos culpo como matrimonio. Creo que la muerte de Ignacio puso en evidencia que no nos podíamos acompañar ahí. Es muy difícil acompañar a alguien que está pasando por esto, en esas circunstancias, encerrados por una pandemia. Es muy incómodo estar con alguien que está mal. Estamos viviendo en un momento en el que queremos ser todo el tiempo divertidos, estar todo el tiempo disfrutando, pero a veces no se puede y no pasa nada. Me acuerdo de que los primeros meses yo iba a un grupo de padres, y había una mamá que hacía dos o tres años que había perdido a su hijo y dijo: “El sábado fuimos a una fiesta y estuvimos bailando”. Me acuerdo de que cuando la escuché, pensé: “¡Qué atrevida!, ¿cómo se le ocurre?, nunca más bailás si se te muere un hijo”. Y la verdad es que hace unos meses yo también bailé. Todo depende de la etapa, del momento. Por eso es bueno y necesario hablar y contar estas historias para dejar en claro que el duelo no es lineal y que una puede aprender a vivir con esto.

"Lo que quiero es abrir estas conversaciones"

Lo que me pasó como mamá no tiene sentido. Y la pregunta es: ¿cómo aprendemos a vivir con las cosas que no tienen sentido? Y no es que yo no piense en mis hijos cuando siento que no puedo más. Pero las mamás tenemos que tratar de seguir adelante por nosotras y no solo por los hijos. Yo tengo a Isabella (18) y Mateo (16). También es una presión enorme para ellos pensar: “Mi mamá se quería morir, pero sobrevivió por mí”. Por eso, lo que quiero es abrir estas conversaciones, hablar de estos temas, para que el día de mañana, si a mis hijos les pasa algo parecido y yo no estoy, puedan decir: “Mi vieja fue por este lado, tengo por dónde empezar a buscar’’.

La campaña de Empesares para este 10 de septiembre

Una ONG realizó en Londres una campaña llamada “La última foto”, en la que se muestran las últimas fotos de personas que se suicidaron. En todas las fotos, las personas parecen felices.
¿Cuál era el mensaje de esta campaña? Demostrar que el suicidio muchas veces no se ve como todos pensamos. Este mensaje busca romper con alguno de los mitos sobre el suicidio, hablar de salud mental y concientizar. En Empesares queremos sumarnos a esta campaña presentando el 10 de Septiembre un video con todas las “últimas fotos”. Creemos que sería un buen aporte para empezar a hablar de salud mental, para visibilizar el suicidio y conseguir que se tomen cartas en el asunto y haya en todos los hospitales dispositivos preparados para atender a los pacientes no solo en la emergencia sino también en el tratamiento a largo plazo. Que la salud mental no sea solo para los que tienen acceso al sector privado.

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¿Dónde pedir ayuda?

  • Empesares: tiene una web (empesares.com) donde podés pedir ayuda para vos o si, como familiar o amigo, te encontrás atravesando un duelo. Desde esa página van a encontrar el grupo adecuado para brindarte contención y herramientas de mano de profesionales de la salud mental que prestan servicio de forma gratuita.

    Más info: @empesares.

     

  • Renacer BA: es una organización gratuita y solidaria que desde 1988 trabaja con grupos de padres y madres que perdieron a sus hijos y que se reúnen para afrontar el dolor y aprender de él.

    Más info: renacerba.com.ar.

Para seguir leyendo: Empesares, el libro

Hace muy poco, Jess contó su historia completa en su libro Empesares (Urano, $2290), en donde –con la ayuda de la Lic. Valeria Becerra– expresa sus miedos, sus inquietudes, sus deseos, emociones y sentimientos desde la muerte de Nacho hasta hoy. Con una pluma sensible y honesta, nos permite acompañarla en su recorrido por las distintas etapas del duelo y siempre bajo la premisa de “que el amor nos oriente”. Algo importante: todo lo recaudado de la venta de este libro, Jess lo dona para poder solventar el equipo de psicoterapia gratuito que le brinda a las familias sin recursos que llegan a Empesares. 

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