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Daniela Aza: ser mamá con discapacidad, un tabú que necesitamos derribar

A partir de su experiencia en la maternidad, en este Día de la Madre, Dani Aza nos cuenta los desafíos que se le presentaron y por qué es importante hablar de maternidad y discapacidad para seguir construyendo un mundo más inclusivo y empático.


Daniela Aza, con su hijo Lucas.

Daniela Aza, con su hijo Lucas. - Créditos: Gentileza Celina Bentancor



De niña soñaba con ser mamá. Jugaba con mis bebotes y los cuidaba como si fueran reales. No me daba cuenta, en ese entonces, de que ese sueño, para mí, iba a ser un poco más complicado de concretarse. Complicado, pero no imposible. Como conté en otra columna sobre mi embarazo, ese sueño de chiquita no se cumplió cuando quería, sino justo cuando más lo necesitaba.

Lucas, como su nombre lo indica, llegó en noviembre del año pasado para iluminarnos y demostrarnos que vale la pena pelear por lo que anhelás. Pero también Lucas significa para mí revelación. Es la forma que encuentro, en este momento, de desafiarme y desafiar a los demás, y de romper moldes. También es mi manera de educar en la diversidad, con un niño que se cría y educa con valores únicos.

 

En este camino de casi un año he aprendido, con aciertos y fracasos, que el amor de una mamá no se mide por la fuerza o lo físico, sino por el inmenso y único amor hacia su hijo, capaz de mover montañas. Me doy cuenta de lo capaz que soy y de lo que puedo llegar a ser. Agradezco y celebro tener un apoyo constante en mi marido, Jonatan, que paterna de la mejor manera y me abraza y sostiene en mis momentos más vulnerables, esos en los que me pregunto sobre el futuro o si lo estoy haciendo bien.

Por supuesto que existen dudas e interrogantes, pero ¿acaso no todas las tienen? Claro que los límites físicos existen, pero yo me pregunto: “¿Y si damos una mano o abrimos camino?”.

Dani Aza, su esposo Jonatan, y Lucas, su pequeño hijo.

Dani Aza, su esposo Jonatan, y Lucas, su pequeño hijo. - Créditos: Gentileza Celina Bentancor

Sos egoísta e irresponsable”, “El niño te va a cuidar a vos”, “Le van a hacer bullying en la escuela”, “Yo no tendría un hijo con tu condición”. Son algunos de los comentarios hirientes que recibo a través de las redes sociales desde que muestro mi embarazo y visibilizo mi maternidad con discapacidad. Como si mi maternidad fuera un problema o una carga para la sociedad. Sin embargo, no es casual que esto suceda: poco se habla sobre los prejuicios en torno a este tabú, que sigue siendo un terreno ocultado e ignorado por muchos.

¿Cuántas mamás con discapacidad vemos en publicidades? ¿Y cuántas vemos en la calle? ¿No existen? Claro que sí, pero no se ven y, ya sabemos, lo que no se ve no existe. Las barreras y obstáculos derivados de un mundo que todavía perpetúa estereotipos e ideales sobre la forma de maternar nos siguen dejando afuera, sin permitirnos ser a nuestra manera.

Vivimos en una sociedad que mira con desconfianza y evalúa, pero que no propone apoyos ni accesibilidad en, por ejemplo, plazas o centros médicos, y que hasta sigue sugiriendo esterilizaciones de mujeres en muchos casos. Un entorno que construye una única forma de maternar como válida, excluyendo a aquellas mujeres con diferentes condiciones, circunstancias y características, que debemos optar por otros caminos y otras formas. Formas y maneras que no son menos válidas que otras, pero que, aun así, se encuentran menospreciadas, juzgadas y violentadas.

Lucas, el hijo de Dani Aza.

Lucas, el hijo de Dani Aza. - Créditos: Gentileza Celina Bentancor

Es fundamental que, como sociedad, reconozcamos y respetemos los derechos de las mujeres con discapacidad a ser reconocidas como madres sin cuestionamientos ni infantilización. Es hora de romper los prejuicios y estereotipos que las rodean, y de promover la inclusión y la igualdad de oportunidades para todas. Las mujeres con discapacidad somos sujetos de derecho, sobre todo, con derecho a decidir. Así lo define la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.

Por eso, una condición física como la mía no debería definir la capacidad de amar y cuidar. Desafortunadamente, para las mujeres con discapacidad se convierte en una odisea poder ejercer la maternidad con igualdad de oportunidades y sin cuestionamientos. Los desafíos son muchos: acceso a información y educación, políticas inclusivas que apoyen las maternidades con discapacidad durante el embarazo y la crianza, eliminación de barreras físicas y actitudinales, formación y capacitación en materia de discapacidad.

Soy consciente de mis limitaciones y recursos, pero necesitamos una sociedad que crea en nosotras. Necesitamos menos miradas o cuestionamientos, y más apoyos y adaptaciones. En lugar de abrir prejuicios, espero que este Día de la Madre podamos celebrar todas las maternidades, más allá de sus características y condiciones, para que, por fin, dejemos de ser olvidadas. Cada maternidad y cada persona es única, porque todas somos diferentes. Valorar esas diferencias, creo, es lo que nos hace mejores.

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