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Andrés Neuman publicó "Isla con madre": un libro de poesía sobre el cuidado, el duelo y la crianza

En "Isla con madre" (La Bella Varsovia), Andrés neuman regresa a la poesía para transformar el duelo en conversación. Un libro íntimo y luminoso sobre el cuidado, la pérdida y la manera en que el amor persiste más allá de la ausencia.


Andrés Neuman publicó Isla con madre (La Bella Varsovia)

Andrés Neuman publicó Isla con madre (La Bella Varsovia) - Créditos: Gentileza



En Isla con madre (La Bella Varsovia), Andrés Neuman vuelve a la poesía para escribir sobre una experiencia universal y, al mismo tiempo, profundamente íntima: el cuidado, la pérdida y el duelo de una madre. El libro, nacido de notas que el autor escribió en silencio durante los años de enfermedad y despedida, se convirtió en un poemario conmovedor que habla de la vulnerabilidad, el amor y la memoria compartida. 

Neuman, autor de novelas, cuentos y ensayos reconocidos internacionalmente, regresa aquí a su tono más confesional. Con una voz que se mueve entre la ternura y la lucidez, los poemas de Isla con madre dialogan con el pasado y con las ausencias, pero también con el presente: el de un hijo que, convertido en padre, vuelve sobre aquello que lo formó. En esas páginas, el duelo se transforma en conversación, y la escritura en un modo de acompañar.  

Nacido en Argentina, exiliado en Granada, con sus padres, —que ya había explorado la figura del cuidador en su novela Hablar solos— teje en este libro una suerte de puente entre generaciones: su madre, su hijo, y la transmisión de aquello que el tiempo no puede borrar. La música, la poesía y el mar funcionan como hilos que unen vidas separadas por la distancia, la muerte o el exilio, y que sin embargo siguen dialogando en la palabra. 

En esta entrevista con OHLALÁ!, Andrés Neuman reflexiona sobre la escritura como gesto de amor y reparación, la relación entre el cuidado y la creación, y la manera en que la poesía puede devolvernos una forma de compañía frente al silencio del duelo. 

 

- En los poemas se plasman sentimientos de un hijo que cuida a su madre; también del duelo: ¿nos contás cómo surgió este poemario, qué te impulsó a publicarlo? 

 - Quizá fueron varias experiencias y aprendizajes que se entrelazaron en el tiempo: los cuidados, el duelo y la crianza. Cuando todavía era estudiante, en mi familia nos tocó vivir una inversión de roles que me dejó huella. Mi papá tuvo un problema de salud, y mi mamá de algún modo nos enseñó a cuidarlo. Pero poco después fue mi mamá la que cayó enferma, y entonces mi papá, mi hermano y yo pasamos a cuidarla hasta su muerte. Ver cómo la persona cuidada se convertía en cuidadora, y viceversa, me dejó pensando en la vulnerabilidad de quienes cuidan, en nuestro silencio cultural en torno a ese trabajo de vida, y en la necesidad de elaborarlo desde la literatura.  

Los procesos de duelo suelen estar llenos de trabas y soledades. Y ahí el lenguaje sirve como herramienta para atravesar ese desierto. Quizá por eso fui instintivamente tomando notas en papelitos mientras cuidaba a mi mamá y la despedía, como un modo de ampliar la conversación con ella, antes y después de la pérdida. Completé como pude el trabajo del duelo, guardé esas notas en un cajón y pasé muchos años sin abrirlo siquiera. Hasta que nació mi pequeño, y el duelo se reabrió. Ya lo había hecho como hijo, pero no como padre. A mi hijo recién nacido no podía presentarle a la mujer que me había dado vida: me sentía un padre huérfano. Entonces sentí que tenía que volver a esas notas. 

Cuando por fin me atreví a abrir el cajón y releer esas notas, me encontré con que estaban en verso y formaban una especie de poema astillado. Con bastantes dudas y pudores, me atreví a compartirlo con mi círculo íntimo, y después con gente menos cercana. En todos los casos hubo una reacción para mí inesperada, de inmenso entusiasmo, de mucha emoción, empatía y reflexión. Me di cuenta de que en realidad la mayoría de la gente había transitado o estaba transitando esa misma experiencia, y que es una parte esencial del vínculo con nuestros seres queridos, en especial con madres y padres. Así que Isla con madre es un librito pensando para nombrar y acompañar los procesos de cuidado, pérdida y duelo, que son secretamente compartidos por toda la comunidad, pero suelen pasar desapercibidos en nuestro vértigo cotidiano. 

Andrés Neuman publicó Isla con madre (La Bella Varsovia)

Andrés Neuman publicó Isla con madre (La Bella Varsovia) - Créditos: Prensa

- Pensaba en Hablar solos, ¿encontrás conexión entre esa novela y estos poemas? 

- Sí, tal cual. La novela Hablar solos puede leerse como un desarrollo ficcional de esa exploración, como la propuesta de novelar esa figura socialmente poco comprendida, llena de contrastes y también conflictiva que es la persona que cuida, sin simplificarla ni angelizarla, incluyendo el derecho al lamento, la culpa o el placer. Isla con madre podría leerse a su vez como una versión más explícitamente autobiográfica, de confesión poética, de estas inquietudes.  

Umbilical, Pequeño hablante son dos libros en los que dejás testimonio a tu hijo de su gestación, su nacimiento y sus primeras palabras. ¿Con este hay un dejar testimonio de su abuela, a quien Telmo no pudo conocer?  

 - Mi madre es un personaje oral para mi hijo, una presencia amorosa que existirá en la medida en que se la narremos. Así funciona no sólo la literatura sino, en el fondo, el amor mismo. En Pequeño hablante cuento cómo un día lo llevé a mi hijo a cuidar los violines de mi mamá (que se dedicaba profesionalmente a ese instrumento) y, cuando abrimos el estuche de su violín principal, él acarició las cuerdas, sonó un arpegio raro y pensé: “esto es lo más cerca que mi hijo va a estar de tocar a su abuela”.  

 

 - En nuestra generación muchos estamos duelando a nuestras madres/padres: ¿cómo es poetizar ese tema que ayuda en el sentir a tantas personas contemporáneas que atraviesan por esto y vivencian en la literatura un modo de reparo? 

 - Es que esa parte de nuestra vida familiar suele ser un hueco social, una especie de silencio incómodo, y el arte trata de articular esas carencias y convertirlas en discurso compartible. En mayor o menor medida, somos hijos porque alguna vez nos cuidaron y ahora cuidamos. El título Isla con madre metaforiza precisamente ese paso de la intimidad individual a la colectiva, de la isla al archipiélago. Nos educan para vivir nuestras experiencias fundamentales (como el deseo, el amor, la pérdida o el duelo) de forma aislada, como si fuesen únicas, intransferibles e incomprensibles para los demás. Sin embargo, todo el mundo las vive, nuestro prójimo pasa por experiencias muy similares. Se trata de encontrar cauces dignos para colectivizarlas. En realidad, nuestras islas no están separadas, sino comunicadas, por el agua. El mar las interconecta. Y ese mar primordial puede ser la lengua. 

Cuando murió nuestra madre, mi hermano deseaba plantar un árbol con sus cenizas, y yo prefería el mar. Él necesitaba un lugar al que peregrinar, que es una necesidad profunda; pero a mí tener que elegir una de nuestras orillas me desgarraba a la madre, porque nació en una y se murió en otra. Al final decidimos plantar un árbol con la mitad de sus cenizas y esparcir la otra mitad en el mar para que viajara. Ahí caí en la cuenta de que justo en eso consiste una isla: en el encuentro de la tierra y el agua. 

 

- Me decías en la última entrevista que tuvimos que ante todo sos poeta: ¿por qué lo sentís así? ¿Hay algo de ir a la poesía cuando se trata de sentimientos casi inenarrables de otra manera? 

- Bueno, al menos trato de serlo, es decir, de mantener una actitud curiosa, lúdica y balbuceante ante las posibilidades de nuestro idioma. Intento no dar ninguna palabra, ningún matiz por sentado. La poesía no es necesariamente un género literario, sino una manera de relacionarse con la lengua y la mirada. Disfruto especialmente leyendo o escribiendo poesía, porque en esos instantes cada movimiento interior se vuelve nítido. Lo dijo Valéry: la sintaxis es un movimiento del alma. 

- ¿Sentís la música de tu madre en estos poemas? Porque a mi me da la sensación de que su violín suena a lo lejos...  

- Ojalá. Porque hay algo en el cruce misterioso entre la precisión y la emoción, entre lo aparentemente pequeño y lo potencialmente infinito, que vincula al violín y a la poesía. En un instrumento tan sintético e intenso como el violín, el sonido depende de cada milímetro. Y, en un poema, el sentido depende de cada sílaba.  

- ¿Cómo fue presentar el libro en Argentina, el país natal de ambos?   

- Raro y conmovedor. A diferencia de otros lugares donde había leído esos poemas, en Buenos Aires tenía enfrente a gente que había conocido a mi madre y hasta había tocado con ella, porque asistieron también ex compañeros suyos de la Filarmónica del Colón. Ahí, de pronto, en una librería de Buenos Aires, esos poemas no sólo hablaban de un personaje poético, sino de un cuerpo con el que habían trabajado hombro con hombro. Así que terminamos escuchando a una especie de orquesta con fantasma.

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