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Helados fáciles. 4 recetas 100% naturales de la cocinera Nati Kiako


Helado de mango y Campari.

Helado de mango y Campari. - Créditos: SEBASTIAN PANI



El verano los pide a gritos. Por eso, le damos la bienvenida a la temporada de “nice creams”, con recetas 100% veganas y especialmente pensadas por la cocinera Nati Kiako para comer un postre rico y libre de crueldad animal.

Helado de mango y Campari

  • Para 2 porciones
  • ¿Qué lleva? Una taza de mango pelado y cortado en trozos / Un dedo de Campari (lo podés reemplazar por ron, vodka o la bebida que te guste) / 1 cucharada de jugo de limón / 1 cucharada de aceite de coco / Opcionales: azúcar, arrope, dátiles o stevia para endulzar
  • ¿Cómo se hace? Procesar, licuar o mixear todos los ingredientes. Llevar al freezer hasta que solidifique. Servir en cucuruchos, solo o con algunas hojas de menta.

Bombones de chocoporotos

Bombones de chocoporotos.

Bombones de chocoporotos. - Créditos: Sebastián Pani

  • Para 20 bombones
  • ¿Qué llevan? 2 tazas de porotos negros, aduki o blancos, ya cocidos / ½ taza de cacao amargo / ½ a 1 taza de azúcar mascabo (o tu endulzante favorito, por ejemplo, dátiles) / ½ taza de aceite de coco (o de oliva, o el que tengas) / ½ taza de agua tibia / Chocolate para cubrir / Opcionales: 1 cucharadita de canela, 1 cucharadita de extracto de vanilla o de café
  • ¿Cómo se hacen? Mixear los porotos, el cacao, el aceite y los opcionales que quieras hasta obtener una crema tersa (si lo hacés con las legumbres calientes, queda más sedoso). Sumar el azúcar gradualmente e ir probando hasta llegar al punto de dulzor deseado. Agregar el agua de a poco hasta obtener una crema bien densa y homogénea. Llevar a moldes –o cubetera– y congelar. Se puede completar con nueces, almendras, trocitos de chocolate, de cereza, etc. Cuando estén listos, bañar en chocolate.

Helado de banana con frutillas

Helado de banana y frutillas.

Helado de banana y frutillas. - Créditos: Sebastián Pani

  • Para 4 porciones
  • ¿Qué lleva? 6 bananas / Un chorrito de leche (o bebida vegetal) / 20 frutillas
  • ¿Cómo se hace? Pelar las bananas y cortarlas en trozos. Lavar las frutillas. Freezar las bananas en una bolsa o recipiente de plástico para evitar que se oxiden, y las frutillas en otra bolsa. Una vez congeladas las frutas, mixear o licuar primero las bananas hasta lograr una crema, agregando un chorrito de leche o bebida vegetal para lograr textura. Si el mixer tiene poca potencia, cortarlas en trozos más pequeños o esperar unos segundos fuera del frío para que se ablanden. Luego ir agregando las frutillas congeladas, hasta alcanzar el sabor, textura y color deseados. Lo ideal es servir en el momento o volver a licuar para recuperar la textura. Datazo: esta misma receta también vale para otras frutas como frambuesas o duraznos.

Paletas de coco y fruta

Paletas de coco y frutas.

Paletas de coco y frutas. - Créditos: Sebastián Pani

  • Para 4 porciones
  • ¿Qué llevan? 150 cc de yogur de coco / 50 g de chocolate blanco vegano (reemplazable por 2 cdas. de mantequilla de maní o 2 cdas. de aceite de coco) / Fruta en trozos / Endulzante (solo si no usás chocolate blanco)
  • ¿Cómo se hace? Derretir el chocolate blanco (o sus alternativas) a baño María o en microondas. Incorporarlo al yogur (y agregar el endulzante si no usaste chocolate). Colocar en los moldes para helado algunas frutas –pueden ser kiwis, arándanos, frambuesas, frutillas, ananá, etc.– y completar con la mezcla. Freezar hasta que esté firme.

“Cocino lo que hace bien y me hace feliz”

Nati Kiako tiene su propia definición de lo saludable: que sea rico, variado y placentero.
Por Cynthia Cónsoli.
Las recetas de Nati Kiako están en sus dos libros, A cuatro manos y Cómo como (Editorial Sudamericana).

Las recetas de Nati Kiako están en sus dos libros, A cuatro manos y Cómo como (Editorial Sudamericana). - Créditos: Sebastián Pani

¿Cuándo hiciste el clic en tu alimentación?
Vengo de una familia típica de inmigrantes europeos, con mucho amor puesto en comer bien y suculento. Cuando llegó la adolescencia, como nos pasa a la mayoría de las mujeres, comer sano se confundió con comprar todo etiqueta verde y bajas calorías, pero nunca terminé de acomodarme a esa forma de alimentación. Llegué a la macrobiótica acompañando a mi pareja en su propia búsqueda, y, si bien hoy no hago esa cocina, me encontré con alimentos reales que estaban olvidados. Y lo más importante: aprendí a cocinar y a entender que eso estaba muy relacionado con comer rico y sano. Yo me formé en Letras, mis trabajos tenían que ver con estudiar, todo muy cabezón, entonces, hacer algo con las manos y tan sensorial me hizo bien. Creo que la búsqueda más interesante es cuestionarnos por qué tomamos cada decisión, qué cosas heredadas queremos mantener y cuáles no.
¿Qué es para vos comer saludable?
Tiene que ver con combinar lo que da placer, hace bien, es rico y es sano. Si comemos solo lo que nos gusta porque tiene mucha grasa, azúcar o sal y no nutre para nada, son comestibles y no alimento. También se trata de comer variado. Comer mandarinas de la mañana a la noche tampoco es mi idea de saludable. Es clave ampliar el repertorio.
Fuiste una de las primeras en comunicar ¡y militar! esta cocina, ¿cómo ves la evolución de esa conciencia?
Cuando empecé el blog en 2012, ni siquiera había Instagram. Me parece súper interesante cómo creció la comunicación en torno a la comida, no solo en lo saludable. Lo que me parece dudoso o al menos invita a hacernos preguntas es el montón de discursos alrededor de la conciencia del comer bien que no son tan copados. Por un lado, un montón de corrientes nos llenan de prohibiciones, sin explicar el sustento. Hay una ola de discursos fit, que es una nueva forma de lo light, porque busca –aunque no lo diga explícitamente– cierta estética y cierta silueta, como si comer sano se tratara de eso. Es algo que no termina de resolverse y cambia de nombre, y en el fondo aleja a la gente de la comida, en lugar de acercarla.
¿Cómo impactó la cuarentena en las cocinas argentinas?
Hubo un boom y fue una forma de hacer algo productivo y creativo en un momento de mucha desazón. Además, impuso una lógica muy útil para mejorar esta cuestión a la que tendíamos de comprar en función de una sola receta y cocinar una receta para cada comida. Era una dinámica inviable porque nadie quiere ni puede estar todo el día cocinando, ¡yo tampoco! Con la cuarentena, cada vez que salíamos, teníamos que pensar en lo necesario para varios días. Acopiar fue piola y despertó un músculo, un criterio muchísimo más funcional: nutrir la heladera y las alacenas de compras inteligentes que se puedan ensamblar.
¿Qué te inspiró a la hora de crear estas recetas de helados?
Rige la estación, el verano y esos ingredientes frescos y coloridos como las frutas y jugué a cambiarles las texturas y las presentaciones –por eso hay bombones, paletas y cremosos–, para desafiar la repetición y la posibilidad de aburrirnos. ¡La de chocoporotos fue mi receta más hitera en las redes! Funciona porque es muy fácil de hacer, es difícil que no salga, es muy económica y el resultado es de verdad sorprendente.
¿Cuáles son tus mantras a la hora de cocinar?
Está bueno disfrutar del momento de cocinar y no vivirlo como una carga. Tengo un ritual con mi hija: nos damos un abrazo de cocineras cuando empezamos a cocinar juntas para festejar esa situación. Otro es no obsesionarnos con reglas que creemos saludables. No sirve cocinar algo nutricionalmente perfecto desde un lugar de estrés. Más cintura y menos presiones.

¿Más recetas?

Las recetas de Nati están en sus dos libros, A cuatro manos y Cómo como (Editorial Sudamericana, $1699 cada uno). Además, todos los meses dicta talleres sobre cocina natural, cocina con harinas alternativas y deconstrucción alimentaria.
Agradecemos a Crudda (@crudda_), Biomarket (@biomarketorganico) y Origo (@origochocolate) su colaboración en esta nota.
Producción de Sofía Di Nunzio.

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