
Las huellas de la infancia en el amor: por qué repetimos patrones en nuestras relaciones de pareja
Muchas de las escenas que vivimos en la adultez con nuestra pareja no nacen en el presente, sino que se repiten desde la infancia. Reconocer esas demandas invisibles puede ayudarnos a transformar la manera en que amamos.
8 de septiembre de 2025 • 13:54

Las huellas de la infancia a la hora de armar una pareja - Créditos: Getty
En el amor de pareja pensamos que elegimos con libertad, cuando en realidad, en la gran mayoría de los casos, lo que hacemos es elegir por repetición. Nos mueve la necesidad de recrear escenas que no nacen en el presente, sino en la infancia. Pero, entonces, ¿a quién le pedimos cuidado, atención y reconocimiento?, ¿es a nuestra pareja o es a aquellas figuras tempranas que nos criaron? Lo inquietante de la repetición es que la posición en la que terminamos nos resulta conocida y vivida.
Una amiga que llevaba un tiempo haciendo terapia –y que tiene un oído afilado por el trabajo en análisis-, me dijo: “Qué loco cómo buscamos rasgos de nuestros viejos en la pareja”.
Descubrió que la misma lógica que había visto en la relación de sus padres se repetía en la suya; ella en el lugar de su madre y su pareja en el de su padre. Una misma escena que, esta vez, logró advertir, cuestionar y, así, moverse de lugar. Esta es una de las potencias que pueden aparecer en análisis: cuando lo que parecía destino empieza a volverse elección. Incluso si decidimos quedarnos en el mismo lugar, ya es una elección consciente.
En la clínica, la repetición aparece de manera insistente. Es común escuchar frases como: “siempre termino con alguien que me hace lo mismo”, “siento que mi pareja no me entiende”, o incluso, “ya no creo en el amor”. Lo que emerge cuando se escucha más allá de la queja, es el guion en el que cada uno queda atrapado.
El análisis no borra la infancia, pero sí permite reubicarla. Nos hace ver que lo que pedimos hoy empezó mucho antes, y que no se trata de que el otro venga a saldar esa ausencia, sino de poder mirar a la pareja como lo que es, alguien con quien poder vivir algo nuevo y distinto a todo lo vivido.
Sigmund Freud, con la teoría del Edipo, mostró que aquello vivido en la infancia retorna en nuestras elecciones de amor. Esa primera etapa —los vínculos y experiencias con las figuras parentales— no se olvida: deja huellas en la forma en que deseamos, amamos y nos relacionamos en la adultez. Lacan, más tarde, complejizó la idea del amor al señalar que lo que retorna no es solo la escena infantil, sino la imposibilidad de que exista un otro que nos complete. Ese vacío insiste, aunque intentemos cubrirlo con demandas, y cuanto más esperamos que la pareja venga a colmarlo, más nos enfrentamos con la evidencia de que la “completud” no existe.
Recuerdo a una paciente que decía en sesión: “otra vez caí en lo mismo, tendría que haber dicho otra cosa”. Esa frase, lejos de quedar en reproche, posibilitó otra mirada: reconocer que en la repetición también hay una nueva oportunidad. En análisis no se trata de borrar lo que retorna, sino de advertir que cada repetición trae consigo la posibilidad de hacer una diferencia. Porque en el amor, como en la vida, siempre hay chance de cambiar.
Por Ornella Benedetti, psicoanalista, fundadora de REDPSI, coautora de Imperfectos y verdades no dichas. Instagram: @orne_psi. Gentileza para OHLALÁ!
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