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¿Estamos preparando a nuestros hijos para sentir?

En un mundo que prioriza la velocidad y la productividad, la gestión emocional en la infancia se vuelve un pilar urgente. Celina Cocimano invita a repensar la crianza desde la empatía y propone herramientas concretas para educar hijos emocionalmente inteligentes.


mamá abraza a su hijo pequeño.

Cómo formar a los chicos en emocionalidad. - Créditos: Getty



En este mundo que gira a una velocidad vertiginosa, me detengo a reflexionar sobre un aspecto fundamental de la crianza y la educación que, a menudo, dejamos en un segundo plano: la gestión emocional en la infancia. Es fácil pensar que los niños simplemente "son niños", que sus enojos o sus momentos de alegría desbordante son parte de su naturaleza y que con el tiempo aprenderán a manejarse. Pero la realidad es que, si no sembramos esas semillas ahora, estamos abonando un terreno fértil para cosechar problemas en el futuro.

Por un lado, la sociedad nos impulsa a sentir emociones intensamente a través de la publicidad, las redes sociales y el entretenimiento, pero al mismo tiempo nos enseña a reprimirlas en la vida real. ¿Cuántas veces hemos escuchado o pronunciado frases como "no llores por eso", "no te enojes, no es para tanto" o "ya se te pasará"? Al hacerlo, sin darnos cuenta, estamos cavando una grieta profunda en la psique de nuestros hijos. Les estamos enviando el mensaje de que algunas emociones son "malas" o inaceptables, de que deben esconder lo que sienten o que sus sentimientos no tienen validez.

 

El resultado de esta omisión es preocupante y ya lo estamos viendo hoy. Jóvenes y adultos que luchan contra la ansiedad, la depresión, problemas de comunicación, dificultades en las relaciones interpersonales y una falta de resiliencia ante los desafíos de la vida. ¿Cómo podemos esperar que manejen la frustración de un despido, el dolor de una ruptura, la anulación que a veces provoca dar orales en la facultad, la no confianza  para ser líderes en su materia, o la incertidumbre de un futuro cambiante, si nunca les enseñamos a identificar y procesar la frustración de un juguete roto, el dolor de una caída o la incertidumbre de un nuevo día de clases? Estamos formando generaciones de "analfabetos emocionales" en un mundo que les exige más inteligencia emocional que nunca.

Si no incorporamos la gestión emocional como un pilar fundamental desde la infancia, la proyección no es alentadora. Corremos el riesgo de ver un aumento significativo. Tendremos mayores tasas de ansiedad, depresión, trastornos de conducta alimentaria y adicciones, como mecanismos de escape ante emociones no procesadas.

Dificultad para resolver conflictos de manera pacífica, aumento de la polarización y la intolerancia, ya que la empatía y la comprensión del otro nacen de la propia comprensión emocional. Incapacidad para establecer vínculos sanos y duraderos, tanto en lo personal como en lo laboral, debido a la falta de herramientas para la comunicación asertiva y el manejo de las diferencias.

Tendremos generaciones más frágiles, menos capaces de adaptarse a los cambios y de levantarse tras las caídas, perpetuando ciclos de frustración y desesperanza.

 

Tenemos la capacidad y la responsabilidad de cambiar este rumbo. Algunos ejemplos para llevar la gestión emocional a la primera línea de la infancia pueden ser:

  • Diarios emocionales en la nube: Aprovechando su fascinación por la tecnología, puede ser una plataforma interactiva, privada y gamificada para niños y niñas, donde puedan registrar sus emociones del día usando avatares, colores y descripciones sencillas. Que no sea una tarea, sino un espacio seguro y divertido para explorar su mundo interior, con sugerencias personalizadas para momentos de calma o para celebrar la alegría. Los padres podrían tener acceso limitado y solo con la invitación del niño, fomentando la autonomía.
     
  • Talleres de teatro emocional callejero: Sesiones itinerantes en parques y plazas donde actores y educadores interactúen con los niños a través de pequeñas obras que representen dilemas emocionales comunes (la envidia, la frustración al perder, la alegría de compartir). Después, los niños participarían en debates abiertos y propondrían sus propias soluciones creativas, transformando el espacio público en un aula vivencial.
     
  • Embajadores de la calma: Un programa escolar donde los niños de grados superiores, previamente capacitados en gestión emocional, actúen como "mentores de la calma" para los más pequeños. Podrían enseñarles técnicas de respiración, ofrecer un oído atento o simplemente acompañarlos en un "rincón de la tranquilidad" diseñado por ellos mismos. Esto empodera a los mayores y normaliza la búsqueda de apoyo emocional.
     
  • La caja de los sentimientos (y sus superpoderes): Crear en casa una caja física con objetos simbólicos que representen emociones (un peluche suave para la tristeza, una roca pesada para el enojo, una pluma ligera para la alegría). Cada vez que el niño experimente una emoción fuerte, se le invita a elegir el objeto correspondiente y a "contarle" al objeto lo que siente, y luego pensar en el "superpoder" de esa emoción (por ejemplo, el enojo me da el superpoder de poner límites). 
Libro El juego de las emociones de Uma, de Celina Cocimano.

Libro El juego de las emociones de Uma, de Celina Cocimano. - Créditos: Gentileza


La gestión emocional no es una moda, es una necesidad urgente. Es invertir en la felicidad, la salud mental, en la prevención  y la capacidad de nuestros hijos para navegar un mundo complejo. Ya no es suficiente enseñarles lengua e historia, la inteligencia emocional es tan o más importante en estos tiempos, que la inteligencia cognitiva.

Es hora dd dejar de pedirles que no sientan, y empezar a enseñarles a sentir de forma inteligente y constructiva, es hora de dedicarles el tiempo que se merecen para ser acompañados por los adultos y que ambas partes ingresen en el aprendizaje del campo emocional y su gestión. ¿Estamos listos para este cambio? El futuro de nuestros niños depende de eso.

 

Por Celina Cocimano, gentileza para OHLALÁ! Ig: @celinacocimano. Autora del libro El juego de las emociones de Uma. 

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