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Somatizar: ¿puede una palabra dicha a tiempo evitar que el cuerpo se enferme?

Ornella Benedetti, coautora de Imperfectos y Verdades no dichas, reflexiona sobre la íntima relación entre salud mental y salud física. 


Somatizar: ¿puede una palabra dicha a tiempo evitar que el cuerpo se enferme?

Somatizar: ¿puede una palabra dicha a tiempo evitar que el cuerpo se enferme? - Créditos: Getty



La pregunta puede sonar extraña: ¿cómo una palabra podría prevenir algo tan complejo como una enfermedad física? Sin embargo, pocas cosas dejan marcas tan profundas como lo que se dice, y más aún, lo que se calla. Lo “no dicho” no desaparece, en cambio insiste y, muchas veces, encuentra su lugar en el cuerpo. 

Hablamos de somatizar, un término que suele escucharse mucho. La somatización, o trastorno de síntomas somáticos, es un fenómeno en el que las emociones o experiencias psicológicas se expresan como síntomas físicos, como dolores, mareos, fatiga, o problemas digestivos, sin que exista una causa física identificable. Estas manifestaciones físicas son reales y pueden ser muy molestas para la persona, pero no tienen una base orgánica o médica clara. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las personas con trastornos mentales graves mueren entre 10 y 20 años antes que el promedio general. Lo más impactante es que muchas de esas muertes no se deben a suicidios ni a accidentes, sino a enfermedades físicas prevenibles en las que no se pudo procesar psíquicamente el tema y terminó afectando y enfermando al cuerpo. La línea entre lo emocional y lo físico no es tan nítida como solíamos creer. 

Lucho antes de que el OMS hablara de esta problemática, Sigmund Freud ya lo decía en su época, y es interesante pensar como hoy en un contexto donde todo parece necesitar comprobación científica, esos mismos planteos encuentran respaldo en datos concretos. Porque lo que antes era teoría, hoy también es evidencia. Freud señaló que “no hay un solo cuerpo”.

 

En su teoría, distinguió entre el cuerpo anatómico, es decir aquel que estudia la medicina con sus órganos, células y síntomas visibles, y el cuerpo libidinal, atravesado por el aspecto psíquico y por los deseos, historias, vínculos y emociones. Este concepto permite comprender por qué el cuerpo que se presenta enfermo no siempre tiene una causa orgánica. Muchas veces, cuando no hay palabras es el cuerpo libidinal quien nos habla a través del síntoma.

En consulta se observa con frecuencia que el cuerpo expresa lo que el psiquismo no pudo elaborar. Hoy lo llamamos fenómeno psicosomático, un término que nos sirve para reconocer que detrás de ese cuerpo que se enferma hay sufrimiento mental: personas que no registran lo que sienten, que se exigen en silencio, que aprendieron a callar y seguir adelante sin preguntar para “no molestar”. El cuerpo siempre aparece en escena ante la falta de palabras. 

 

Recuerdo el caso de una paciente con diagnóstico de colon irritable. Había probado dietas, medicamentos, se realizó diversos estudios, pero nada funcionaba. Ella “venia tragando” enojos no expresados y eso es algo que no aparecía en sus análisis clínicos. Lo que apareció, en cambio, no tenía que ver con lo que comía, sino con lo que venía “tragando” hacía años: enojos no dichos, cosas a las que renunciaba, vínculos marcados por exigencias sutiles y silencios emocionales. Fue criada para ser “fuerte”, no para llorar. Fue criada para no ocupar lugar. 

En cada sesión fue encontrando nuevas palabras para eso que su cuerpo venía sosteniendo. Y en ese movimiento el cuerpo empezó a distenderse y a sanar. 

En Imperfectos, mi último libro, dediqué un capítulo entero a repasar casos en los que el cuerpo aparece como la puerta de entrada a todo ese dolor que no pudimos expresar a tiempo. 

 

Vivimos en una época en la que hablar parece un lujo, detenerse es visto como debilidad, y priorizar el deseo por sobre el deber todavía incomoda. En ese contexto, no sorprende que lo que no decimos, lo que apuramos, lo que dejamos “para después” reaparezca en forma de insomnio, contractura o síntoma. Por eso no podemos seguir concibiendo a la salud con un aspecto físico y otro mental en mundos separados. Así como una palabra dicha a tiempo puede aliviar, acompañar y prevenir; una palabra no dicha también puede enfermar.

Poner en palabras no solo alivia, también cura. Todo lo que nos atraviesa por dentro, lo que postergamos y no trabajamos, nos enferma. Hablar saca peso y es una de las condiciones para vivir más livianos y cuidar nuestra salud mental. 

Para habitar el cuerpo con mayor liviandad, considero que es importante hacer el ejercicio de nombrar aquello que nos duele y enoja. En psicoanálisis, cuando logramos poner en palabra (y elaborar), decimos que es un buen signo de salud mental. 

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