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¿Tristeza o depresión? Cómo reconocer cuándo pedir ayuda profesional

Aprender a distinguir entre la tristeza y la depresión es clave para pedir ayuda a tiempo. Por qué es importante no apurarse con los diagnósticos, cómo acompañar el duelo y qué señales tener en cuenta para cuidar la salud mental.


mujer triste

Tristeza y depresión no son lo mismo: ¿cómo identificarlas? - Créditos: Getty



La tristeza es una emoción inevitable de la vida. Llega sin pedir permiso, a veces con una lágrima que no se puede contener, a veces como una nube gris que cuesta disipar. Pero, ¿cómo saber si es solo una emoción pasajera o si estamos frente a algo más profundo, como una depresión?

Vivimos en una época en la que se idealiza el bienestar permanente. Pareciera que estar tristes es un problema que hay que resolver rápido, como si el objetivo fuera volver cuanto antes a una alegría constante y sin matices. Esta presión por mostrarnos bien puede llevarnos a negar lo que sentimos y a reprimir emociones necesarias.

La psicóloga y psicoanalista Jimena García Lauria explica que la tristeza no debería tener mala fama. “Nos conecta con nuestra vulnerabilidad y, muchas veces, con la empatía y la solidaridad”, señala. Sentir tristeza no solo es esperable en muchos momentos de la vida: también es saludable aprender a habitarla. La clave está en no confundir este estado emocional con un cuadro depresivo, que sí requiere acompañamiento profesional.

¿Cuándo la tristeza es parte del proceso y cuándo es señal de algo más?

La tristeza suele tener un motivo identificable: una pérdida, una decepción, un cambio. Puede doler y hacernos sentir apagadas, pero no necesariamente nos paraliza. En cambio, la depresión afecta múltiples aspectos de la vida. “Se reducen las áreas de placer, aparece desánimo constante, se abandonan hábitos de autocuidado y persisten pensamientos negativos”, explica la especialista.

Una persona que atraviesa una depresión puede necesitar ayuda incluso para realizar actividades cotidianas. Y aunque el entorno a veces no sepa cómo intervenir, hablar, preguntar y acompañar es un primer paso importante para abrir la posibilidad de un tratamiento.

Cuidado con los autodiagnósticos

En tiempos de hiperconexión, no es raro buscar respuestas en internet y terminar con un diagnóstico que quizás no corresponde. “El apuro por encontrar alivio puede llevar a etiquetar lo que sentimos sin entenderlo”, advierte García Lauria.

Esto no solo puede intensificar el malestar, sino también cerrar caminos de comprensión más profundos. Antes de ponerle un nombre, es importante preguntarnos: ¿por qué me pasa lo que me pasa?.

El duelo, la melancolía y el tiempo

Perder a alguien, atravesar un duelo, también duele profundamente. En esos casos, la tristeza es parte del proceso psíquico de reacomodar nuestra realidad ante una ausencia. No hay que apurarse a “salir adelante”: cada duelo tiene su tiempo, sus formas y sus recaídas. Pero cuando ese proceso se detiene, cuando el dolor se vuelve inmanejable o se instala como una sombra permanente, puede transformarse en melancolía.

Desde el psicoanálisis, la melancolía se entiende como la imposibilidad de hacer el duelo. En esos casos, un tratamiento terapéutico puede ayudar a poner en palabras lo que duele y a recuperar el movimiento psíquico que quedó interrumpido.

Hacer lugar a la tristeza

Aceptar la tristeza como parte de la vida es, también, una forma de cuidado emocional. No se trata de romantizar el dolor, sino de dejar de verlo como algo anormal o indeseable. “Si aprendemos a habitar esos momentos difíciles sin rechazarlos ni patologizarlos, podremos atravesarlos con más flexibilidad y compasión”, concluye García Lauria.

Y esa es quizás una de las enseñanzas más importantes: aceptar nuestra fragilidad nos permite vivir con más humanidad. Reconocer cuando necesitamos ayuda, también.

Experta consultada: Lic. Jimena García Lauria, psicóloga – UBA, psicoanalista, co-directora de Tomar la Palabra. Ig: @tomarlapalabra.psi.

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