
¿Es recomendable tener sexo en la misma habitación donde duermen tus hijos? Esto dice la sexología
La psicóloga y sexóloga Mariana Kersz explica por qué la intimidad de la pareja nunca debe compartirse con los chicos, cuáles son las consecuencias emocionales y qué alternativas existen para sostener la vida sexual sin exponerlos.
2 de septiembre de 2025 • 16:24

¿Es recomendable tener sexo en la misma habitación donde duermen tus hijos? Esto dice la sexología - Créditos: Getty
Hablar de sexualidad y crianza es incómodo, pero inevitable. La llegada de los hijos transforma la vida sexual de las parejas: hay mucho cansancio, falta de tiempo y, sobre todo, pérdida de privacidad. Y cuando la intimidad se posterga demasiado, la relación se resiente. Lo sabemos: una vida sexual activa fortalece el vínculo, nos acerca, potencia la relación, pero ese “plus” nunca puede ser a costa de la salud mental de los hijos.
Muchas veces escuchamos: “si el bebé está dormido, no pasa nada”. Sin embargo, sí pasa. Aun dormidos los bebés perciben sonidos, olores, movimientos. Y si se despiertan, pueden encontrarse con escenas que no pueden procesar y pueden asustarse. No tienen la madurez para simbolizar lo que ven y suelen interpretarlo con miedo o confusión. De hecho, cuando son apenas más grandes, y escuchan o ven una escena sexual, quedan relatos para toda la vida: “Pensé que mi papá le pegaba a mi mamá”, “Creí que mi mamá lloraba”. Esas huellas emocionales persisten en la vida adulta y pueden afectar el disfrute sexual. Lo veo en mi consultorio: las personas llegan con traumas de su infancia, asociados a haber visto o escuchado a sus padres teniendo sexo con ellos en la misma habitación (o en otra habitación pero escucharon gritos o gemidos fuertes y se asustaron muchísimo).
Por eso, nada lo justifica tener sexo en el mismo espacio con ellos, aunque estén dormidos: Ni que sean bebés. Ni que “no se enteran”. Ni que hagas colecho. Ni que estés agotada/o. Ni que lo hagas en silencio.
Tener sexo en la misma habitación que tus hijos nunca es aceptable: Pueden incluso hacerse los dormidos para que no los reten y estar escuchando absolutamente todo. Mucho peor si también lo ven. Conozco casos de niños durmiendo en la misma cama de sus padres mientras ellos tenían relaciones. Y no es solo un mal ejemplo ni se trata de mi juicio de valor: esto es un delito contra la integridad sexual. La ley argentina lo tipifica como una forma de abuso, porque no hace falta contacto físico: basta con que un niño sea testigo de actos sexuales para que se vulnere su derecho a la intimidad y al desarrollo emocional.
Hay una pregunta que hago y es: ¿lo harías delante de otro adulto dormido en la misma habitación? Solo sería válido con consentimiento. Con un niño, ese consentimiento nunca existe. Entonces, ¿por qué tener un criterio diferente? Lo mismo cuenta para desnudarse, bañarse o tener cualquier acción íntimada delante de alguien que no da su consentimiento.
Ahora bien, muchas familias conviven en espacios reducidos o con otras personas. Pero la falta de espacio no es excusa. La creatividad tiene que ser tu aliada:
Usar otros ambientes de la casa, probá en el baño o la cocina.
Organizar noches (o unas horas) en las que los chicos estén con familiares de confianza.
Apostar a encuentros más breves, sin esperar siempre la “gran ocasión”.
Nunca, jamás, en presencia de los hijos: usen la imaginación y activen cuando estén en la escuela, en un club o en un cumpleaños.
¿Y si ocurre lo que no queríamos, si entran y nos ven? Bueno tienen que elegir cómo reaccionar. Negarlo o esconderlo empeora la situación y los chicos suelen quedar muy confundidos y enojados porque no se valida lo que dicen. Lo mejor es habilitar ahi mismo el diálogo con un lenguaje claro y acorde a la edad.
Podés decir: “Nos queremos, y a veces disfrutamos de estar juntos de esta manera”. Así transmitís que el amor y la intimidad forman parte de la vida adulta de manera segura. Y es fundamental dar certezas: “Lo que viste es de grandes, te pedimos disculpas porque fue nuestro descuido: no va a volver a pasar, vamos a poner una cerradura, y de ahora en más, antes de entrar a nuestra habitación siempre golpeá la puerta, lo mismo vamos a hacer en tu habitación”. De esa forma, lo inesperado puede transformarse en una oportunidad única para enseñar intimidad, respeto y privacidad.
Criar implica proteger. La sexualidad adulta es un derecho, si. Pero nunca debe ejercerse a costa de los hijos. Tener hijos no significa el final de la vida sexual, sino un nuevo desafío: sostener la intimidad sin poner en riesgo la inocencia de los más pequeños. Se puede encontrar un equilibrio entre deseo y cuidado. Solamente tienen que encontrar la manera en que les sea más funcional.
Por eso insisto tanto en que antes de decidir la planificación familiar una pareja debería hacer un curso de crianza respetuosa y ESI: porque nada justifica que los chicos sean espectadores de lo que no les corresponde. Su bienestar siempre está primero.
Por Lic. Mariana Kersz, psicóloga y sexóloga @lic.marianakersz. Gentileza para OHLALÁ!
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