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Sexo meditativo: cómo bajar el ritmo y disfrutar más de la intimidad

Conectarse con el cuerpo, explorar sin presiones y habitar el momento presente son las claves del sexo meditativo, una forma de vivir el placer con más calma y profundidad.


Sexo meditativo: cómo bajar el ritmo y disfrutar más de la intimidad

Sexo meditativo: cómo bajar el ritmo y disfrutar más de la intimidad - Créditos: Getty



No podemos decir que la pasión ya fue. Jamás diríamos eso. Pero hay ciertas representaciones de ella que ahora nos parecen algo ridículas. ¿Por qué en el amor todo tiene que ser frenético? ¿Por qué el deseo, para ser válido, debe arrasar con todo? ¿Por qué sentimos esa presión de ser siempre veloces y ardientes? ¿Escuchaste hablar de sexo meditativo?

Si la vida ya muchas veces nos tiene con la lengua afuera, no hace falta que tus encuentros sexuales te dejen así también. A veces, lo mejor que nos puede pasar es que pasen menos cosas. O que encontremos otras formas, otros ritmos y tiempos para el placer, sin resignar intensidad o sensaciones. ¿Es tanto lío aceptarlo? 

Bajar el ritmo no es resignarse 

Quizás haya habido una época en la que dormir la siesta te embolaba, quedarte sin hacer nada era una pesadilla y una tarde libre en tu casa te parecía el mayor de los emboles. ¿Te acordás? Ahora, sin embargo, puede que todo eso te parezca un lujo. Y algo parecido pasa en el sexo. Si antes estar con alguien sin que pasara demasiado te parecía un embole, puede que ahora te parezca el mejor plan del mundo: estar, descansar, compartir, conectarse de verdad. Y ya.

En todos los momentos de la vida, pero especialmente después de haber acumulado algunas décadas, la nada vuelve a ser sexy. Cuando eso pasa, es probable que quieras recordar que tenés un cuerpo que está ahí, detrás de un sistema nervioso siempre alterado y otro hormonal que te desafía y te llena de preguntas. Tal vez sea hora de quedarte retozando como si tuvieras todo el tiempo del mundo para encontrarles formas a las nubes. 

¿Por qué cambia nuestro deseo? 

El deseo se mueve más que el mar: hoy está arriba, mañana está abajo, luego sube, un día es un tsunami y tal vez después sea la plancha total. Así son las cosas. ¿Qué hay detrás? Detrás hay cuestiones físicas, hormonales, de energía disponible, de instintos naturales y también hay una maquinaria social fantasiosa enorme: imágenes que nos impulsan, mandatos que nos arrastran, tiempos y formas de hacer para ser “normales”.

Luego también está tu motor íntimo, personal: la forma en que canalizás las emociones, la manera en que expresás tu creatividad y las cosas que te va inspirando la gente que vas conociendo en el camino. Pensar que el deseo “real”, que el deseo “posta”, es lo que te pasó en cierta circunstancia, con cierta persona o a cierta edad es tan tonto como tratar de reproducir adrede el movimiento del mar: no por mucho sacudirlo vas a crear olas más altas.  

¿Cómo ir más lento?

Todo empieza por las sensaciones. Las sensaciones son el primer lenguaje que hablamos cuando somos bebés, cómo codificamos el mundo entre agradable y desagradable; por eso, no es mala idea, cuando las cosas se complican demasiado, volver a ellas. ¿Qué querés sentir? ¿Qué sería una experiencia meditativa para vos hoy?

Cuando las mujeres estamos estresadas, cuando pasamos por etapas de la vida demandantes o cuando sentimos que ya estamos pegando la vuelta de ciertas presiones y mandatos, suelen aparecer estos deseos: 

  • Apagar el radar, dejar de buscar cosas, sin angustia. 
     
  • Disfrutar de lo que sí encontramos, con calma. 
     
  • Conectarnos desde el cuerpo sin penetración ni fin orgásmico. 
     
  • Dejar de exigirnos cumplir con parámetros físicos corporales. 
     
  • Conectarnos con sensaciones agradables en soledad. 
     
  • Aflojar con el ritmo y el guión, con el deber ser.  
     
  • Retirarnos de la competencia por la atención y la tensión. 

Si te reconociste en algunos de estos deseos, tal vez vos, como muchas de nosotras, estés necesitando lo que dimos por llamar “sexo meditativo” que es, en realidad, un sexo tan relajado –pero no menos intenso o placentero– que casi no importa si aparece tal y como lo conocías. 

Cómo crear una experiencia de sexo meditativo 

El sexo meditativo es, más bien, una invitación a estar presentes, a explorar el cuerpo y el deseo desde un lugar de conexión genuina, sin exigencias. Para muchas mujeres, esto implica desarmar años de automatismos, mandatos y expectativas. Estas son algunas claves prácticas para empezar a habitar el encuentro sexual de una forma más consciente, más plena y menos automatizada. 

  • Entrená la presencia: respiración, tacto y contacto visual. La respiración es una puerta directa al presente. Inspirar profundo, exhalar lento y volver al cuerpo es una forma de comenzar. Sentir el roce de una caricia, sostener una mirada, escuchar lo que está pasando adentro. Estar presente es lo contrario de actuar en piloto automático. Y el sexo meditativo se construye, justamente, cuando logramos habitar el aquí y ahora, con los sentidos despiertos y el juicio en pausa. 
     
  • Explorá sin expectativas: no todo tiene que “pasar”. El deseo no es una línea recta, y el placer no siempre tiene forma de clímax o de orgasmo. Animarse a explorar sin buscar un resultado es una de las claves más potentes del sexo meditativo. Podés tocar, respirar, abrazar y no tener que ir a ningún lado. La intimidad también se da en la pausa, en la ternura, en los silencios compartidos. Liberarse de la presión de “cumplir” puede ser profundamente erótico. 
     
  • Desactivá el piloto automático: cada encuentro puede ser distinto. A veces repetimos gestos y rutinas sin darnos cuenta. El sexo se vuelve una secuencia conocida, sin sorpresa ni presencia real. En cambio, cada encuentro es una oportunidad de redescubrirse. ¿Cómo se siente hoy el cuerpo? ¿Qué quiere? ¿Qué no quiere? Despertar la curiosidad es fundamental: nada está garantizado, y eso lo hace más vivo, más auténtico. 
     
  • Cuidá el entorno: luz, temperatura, silencio, tiempo sin interrupciones. Crear un espacio cuidado consciente también ayuda a que el cuerpo se abra con más facilidad. Una luz suave, una manta cómoda, una habitación sin apuros ni teléfonos pueden marcar una gran diferencia. El entorno no tiene que ser perfecto, pero sí debe invitar a relajarse y a quedarse un rato más en ese estado de intimidad. 
     
  • Sintonizá con tu cuerpo y tu momento: aceptá si hoy hay deseo suave, tibio o ausente. El deseo no siempre aparece con intensidad. A veces es apenas un susurro, otras veces está dormido. Aceptarlo, en lugar de forzarlo, es una forma de amor propio. El sexo meditativo no trata de “activar” el cuerpo, sino de escucharlo. De acompañarlo como está hoy, sin juzgar. Hay belleza también en los encuentros suaves, en el afecto sin urgencia, en la ternura sin expectativa. 
     
  • Volvé a conocerte. El sexo, como vos, también madura, cambia, se transforma. Y en ese proceso puede ganar una profundidad que antes no tenía. No es menos intenso, es distinto. El sexo meditativo no busca cumplir con un ideal externo, sino conectar con lo más genuino. Tal vez no se trate de hacerlo más seguido, ni de hacerlo “mejor”. Tal vez se trate de estar más ahí, de sentir más, de habitar el silencio y el cuerpo con otra escucha y, en ese estado de presencia, descubrir un tipo de placer más humano, más real. Una intimidad menos frenética puede ser menos rimbombante, sí, pero no por eso menos brillante.  

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por Redacción OHLALÁ!

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