Mendoza, la ciudad del sol eterno: los mejores planes de aventura, alta gastronomía y bodegas para disfrutarla

La escena gastronómica mendocina está en plena efervescencia y ya no hay duda de que la ciudad se convirtió en una meca para quienes amamos comer bien (¡y beber aún mejor!). Este año, la Guía Michelin volvió a dar a conocer sus elegidos y Mendoza brilló con luz propia: fueron 24 los restós que recibieron algún tipo de distinción, mientras que 6 de ellos ya tienen su famosa estrella, siendo muchos de ellos los restaurantes de bodegas.

En el centro de la ciudad, Centauro (@centauro.restaurante) es uno de esos lugares en donde podés saborear Mendoza en todo su esplendor, ya que su propuesta trata de llevar la materia prima a otro nivel: trabajan con un 85% de productos mendocinos –damos fe: cada plato es una obra de arte– y ofrecen un menú por pasos maridado con unas 142 etiquetas de vinos de distintas regiones de la provincia en una experiencia que atraviesa todos los sentidos. 

Pero si hay algo que hace única a esta provincia, es la posibilidad de comer entre viñedos. Las bodegas también son templos de la buena mesa y cada una ofrece su propio ritual de sabores, fuegos y paisajes. Acá, tres propuestas imperdibles para sentarte a la mesa sin apuro, con la vista puesta en la cordillera y el solcito pegándote en la cara: 

Con más de 150.000 hectáreas de viñedos y unas 289 bodegas abiertas al turismo, Mendoza es el alma de la vitivinicultura argentina. También es cuna de la malbec, la uva que conquistó el mundo y que, temporada tras temporada, se reinventa con identidad propia. Esta cepa, que llegó con los colonizadores para abastecer las iglesias, hoy es todo un símbolo de la provincia. De hecho, vas a encontrar a muchos mendocinos y mendocinas con uvas, botellas y viñedos tatuados en la piel (¡literalmente!). 

Y hay algo mágico que sucede en las visitas guiadas por las bodegas: cada copa cuenta una historia, y cada historia empieza en la tierra. Charlar mano a mano con quienes la trabajan te permite conocer el increíble proceso desde la uva hasta la botella –te juro que vas a valorar mucho más cada copa que llegue a tus manos– y descubrir cómo se transformó el desierto en oasis y hasta revivir historias como la del “vinoducto”, una cañería que llevaba el vino desde las bodegas hasta la estación de tren, para embotellarse en Buenos Aires. En un viaje es imposible contar cuántas copas de vino te van a ofrecer para degustar. ¿Mi único consejo? ¡Aceptalas todas! Y si querés vivir el vino día y noche, hay muchas bodegas que ofrecen la opción de alojamiento.  

Para las amantes de la naturaleza y la acción, Mendoza también es sinónimo de adrenalina. Uno de los planes imperdibles es el rafting en el río Mendoza, especialmente en la zona de Potrerillos. Con sus rápidos de nivel intermedio y el paisaje imponente de montañas, es una experiencia que difícilmente puedas olvidar. No te dejes amedrentar por las numerosas advertencias de seguridad que te dan los guías: es una actividad re disfrutable en familia y no necesitás ningún conocimiento previo ni experiencia. Pero la aventura no termina ahí: también podés hacer kayak, stand up paddle, canopy o trekking por senderos que suben hasta miradores y te premian con paisajes soñados. ¿Después de un buen rato de actividad física y movimiento? ¡Te merecés terminar el día con otra copa de vino, claro que sí!  

Dónde hacerlo: Argentina Rafting tiene una sede en Potrerillos y la actividad dura unas 2 horas aproximadamente.  

Más info: @argentina_rafting. 

Aunque el vino se lleva todas las miradas, hay otro elixir mendocino que conquista paladares y que vale la pena conocer más a fondo: el aceite de oliva. Corazón de Lunlunta es el nuevo proyecto de Gabriel Guardia –el rockstar del aceite de oliva en Mendoza–, el winemaker Alejandro Vigil y los hermanos Saldaña, y visitar su planta es toda una experiencia sensorial inolvidable. Te recibe su anfitriona, Carolina Peralta, que es sommelier de aceite ¡y Reina Provincial del Olivo! Es ella quien guía las visitas por esta finca hermosa de 4 hectáreas donde se cultiva la variedad Arauca. Vas a poder entrar y conocer las máquinas donde se realiza el proceso, que es breve –dura menos de 3 horas– pero intenso: desde la cosecha verde hasta el filtrado. Después podés conocer el lugar con los tanques donde se almacena y se fracciona. Y hasta saborear sus diferentes versiones, hasta llegar a su opción más premium, que, al ser rica en polifenoles, es un verdadero superalimento. Si visitás la finca, no te pierdas la posibilidad de terminar la experiencia con su cata de aceite de oliva, acompañada de los quesos y la charcutería artesanal, que son de otro planeta (y que arrancan en los $25.000 sin vino y $30.000 con vino). 

Más info: @corazondelunlunta.