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¿Cuál es el souvenir más popular en la frontera de dos países en guerra?

LA NACION recorrió la Zona Desmilitarizada, en el límite que divide a Corea en dos, en un conflicto que lleva más de medio siglo




ZONA DESMILITARIZADA, Corea del Sur.-¿Qué imagina uno cuando le dicen que se acerca a la "frontera más caliente del mundo"?
Era un viernes gris. Una espesa capa de niebla acompañaba a los cuatro colectivos cargados de periodistas a medida que nos acercábamos a la Zona Desmilitarizada (DMZ, por sus siglas en inglés), el tapón libre de soldados de cuatro kilómetros alrededor de la frontera entre Corea del Norte y del Sur , enfrentadas desde 1950.
Los dos checkpoints que hay que atravesar para llegar la DMZ hacen palpable la tensión que uno imagina cuando se refieren a la "frontera más caliente del mundo". Mientras los medios locales hablaban del eventual lanzamiento de un misil de mediano alcance de Corea del Norte hacia su vecino del sur, nosotros nos topábamos con el límite que une a ambos sectores de la península.
Se sube un soldado al colectivo. No habla. Sólo mira nuestras caras durante unos cinco minutos. Se baja. Seguimos camino.
"No se pueden tomar fotos durante el recorrido", advierte la guía y uno se sumerge en la sensación de guerra. Detrás de los checkpoints, se observa un pequeño pueblo, con casitas de techos azules, calles asfaltadas, sendas peatonales y poco tránsito. Podría ser cualquier barrio suburbano en el distrito surcoreano de Paju, a una hora de Seúl, si no fuera por la presencia de las cámaras de seguridad, vallas en medio de la ruta para evitar los excesos de velocidad, alambres de púa y carteles de advertencia por la presencia de minas.
Los colectivos estacionan fuera del observatorio Dora. Justo enfrente de un local de souvenirs y a metros de un aro de básquet en desuso. Inmediatamente se desvanece esa sensación de encontrarnos en la "frontera más caliente del mundo". Estamos a dos kilómetros de la línea que separa a Corea en dos, desde la guerra de tres años que concluyó con un armisticio en 1953, pero sin un acuerdo de paz. Los dos estados soberanos siguen en guerra, pero en la DMZ el peligro no se percibe. Todo está preparado para un excéntrico paseo turístico.
"Fin de la separación, comienzo de la unificación", dice en inglés y en coreano un cartel acompañado por las banderas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de Corea del Sur al tope de un edificio pintado en un camuflado verde militar. Adentro, nos espera Peter, un soldado indonesio-estadounidense, que brinda una charla introductoria con la ayuda de una maqueta. Allí, un hilo rojo representa la línea de demarcación militar, es decir, la frontera consensuada en el armisticio. Dos kilómetros hacia el norte y dos hacia sur de esa línea funciona la DMZ, de 238 kilómetros de largo sobre el paralelo 38, custodiada por la ONU. Fuera de esos cuatro kilómetros, la frontera comienza a llenarse de casi dos millones de soldados: norcoreanos al norte y surcoreanos y estadounidenses al sur.
Antes de invitarnos a la zona de los binoculares, Peter explica que con ellos podríamos ver un edificio muy moderno, el Complejo Industrial Kaesung, donde se radicaron empresas surcoreanas con mano de obra norcoreana. Está cerrado desde febrero pasado por decisión de Seúl después de la prueba nuclear ordenada por Kim Jong-Un. También se podría divisar Gijeon-dong, el "barrio propaganda", una suerte de aldea fantasma con edificios altos y antiguos que en realidad están vacíos; una estatua gigante del fallecido líder supremo Kim Il-Sung y una bandera norcoreana de 160 metros de alto. Del otro lado, probablemente también haya, aunque Peter no lo dice, un grupo de turistas como nosotros. La DMZ también es un negocio para Pyongyang.

Remeras, muñecos y alambre de púa de recuerdo

Por la niebla, pocos están dispuestos a gastar 500 won (5 pesos) para intentar ver Corea del Norte a través de los binoculares durante tres minutos. Entonces los turistas se reúnen, con sus celulares enganchados en el "palito de la selfie", dentro del cuadrado delineado en amarillo, con un cartel que indica "línea para fotografías", unos metros más atrás de los binoculares, para que nadie pueda fotografiar al régimen comunista.
El souvenir shop es un mundo aparte. Lejos de la belicosidad, los turistas entran allí en modo shopping: lo recorren de punta a punta, mirando y tocando las remeras, gorras, lapiceras, banderines, cucharas, muñecos, medallas, todos con simpáticas imágenes de soldados, con un precio promedio de 15.000 won (175 pesos). Las dos mujeres que atienden el local apenas hablan inglés. Lo suficiente para decir los precios y cobrar. El objeto más popular, comentan, es la placa con alambre de púa de la DMZ, de 32.000 won (370 pesos).
El alambre de púa, el souvenir preferido para los turistas

El alambre de púa, el souvenir preferido para los turistas - Créditos: Julieta Nassau

Una veintena de niños corretean afuera del local, antes de subirse a un colectivo y continuar su paseo. Son alumnos de la escuela primaria Song-nae, de 12 años (10 en Occidente), que por primera vez visitan la Zona. Dentro de siete años, la frontera tendrá otro significado para ellos: en Corea del Sur, el servicio militar es obligatorio a los 19 años.
"Hace mucho quería mostrarle el lugar a mis alumnos porque es importante. En las clases hemos aprendido sobre la DMZ, es muy importante", dice a LA NACION Eun Jueng Heo, la maestra, y subraya que les costó "mucho" organizar la visita porque los trámites para entrar son "difíciles e incómodos".
¿Qué opinan del lugar? "Maravilloso", "misterioso", "extraño" son algunos de los adjetivos que los niños lanzan al aire, hasta que empiezan a poner reparos. "Están tristes porque querían ver Corea del Norte", traduce al inglés la docente.

Como la Torre Eiffel

"DMZ, para ver una zona desmilitarizada, el punto de división", ofrece el folleto de Paju que promociona el tour oficial. Más de un millón de turistas visitan la DMZ al año, la mayoría, coreanos. Los que llegan hasta el lugar en auto, pueden dejarlo en uno de los checkpoints y luego contratar la excursión oficial -sin guía- en colectivo (por unos 150 pesos) o en monorriel (100 pesos).
Para los que quieren un paquete más armado desde Seúl y con guías, hay que acudir a las agencias de turismo, que hacen tres aclaraciones: se necesita pasaporte para entrar, sólo se pueden sacar fotos "donde esté permitido" y los lunes está cerrado.
"¡París tiene la torre Eiffel, Alemania tiene el muro de Berlín y Corea tiene la DMZ!", afirma la agencia Cosmojin en su sitio, que ofrece tours de 46,000 a 119,000 wons (550 a 1400 pesos).
La agencia Seoul City Tour lo exhibe como "el campo de guerra más seguro del mundo" y aclara que no hay que preocuparse porque hasta "presidentes estadounidenses y estrellas de Hollywood lo visitaron". Los precios de los paquetes son similares a Cosmojin. El más caro incluye un tour por las atracciones clásicas de la DMZ, un almuerzo y una excursión al Área de Seguridad Conjunta (JSA, por sus siglas en inglés) y dura casi 12 horas.

De la guerra al parque de diversiones

La JSA, en Panmunjeom, es un área custodiada por la ONU en medio del paralelo 38, el único lugar donde el turista puede poner un pie en cada Corea y donde los soldados de ambos países están frente a frente. En la sala de conferencias se firmó, el 27 de julio de 1953, el armisticio entre ambos países y hoy se llevan a cabo las negociaciones en una mesa donde cada estado tiene un sector. Nosotros no pudimos acceder. Era uno de aquellos extraños días en que la cierran por un evento.
Como indica el sitio de Seoul City Tour, la JSA tiene sus propias reglas. "Cuando llegue a la sala de conferencias, no toque ningún equipo. No hable con, haga gestos a, o de alguna manera acérquese a personal militar del otro lado", recomiendan. También tienen exigencias de indumentaria: no se puede ingresar con jeans rotos, remeras sin mangas, polleras cortas, shorts, ropa militar, remeras de cuello redondo u ojotas. Los menores de once años no pueden pasar.
Otro de los puntos que más interés despiertan es el tercer túnel. Es uno de los pasadizos subterráneos hallados por Seúl entre la década del 70 y del 90 y que, según aseguran, fueron excavados por Corea del Norte para ejecutar una invasión. Los tours por la DMZ también incluyen un paseo por Deasong-dong, el barrio surcoreano más cercano a la frontera; la estación de trenes Dorasan, muy moderna pero inutilizada; y Haemaruchon, que, por la falta de presencia humana en los últimos 60 años, se convirtió en una reserva natural.
El Super Viking, el juego más llamativo en el Parque Imjingkak

El Super Viking, el juego más llamativo en el Parque Imjingkak

La última parada, a unos siete kilómetros de la línea de demarcación, es el Parque Imjingkak. "Podés sentir el dolor de la división, deseando la unificación aquí, en este punto turístico de unificación y seguridad", asegura el folleto del parque, que recibe 5 millones de visitantes por año, según sus autoridades. Allí está el Puente de la Libertad y la Campana de la Paz, hay memoriales, una vieja locomotora y vallas donde se pueden colocar cintas con mensajes debajo de un alambre de púa. Lo más sorprendente, por lejos, es un pequeño parque de diversiones en medio del lugar. El "barco pirata" llamado Super Viking, que se balancea de un lado hacia al otro, es lo único que puede generar adrenalina en esta zona de conflicto.

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