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Festejar sin contar calorías: cómo disfrutar las fiestas sin culpa ni control con la comida

Agus Murcho invita a correrse del mandato de controlar todo lo que se come en Navidad y Año Nuevo. Por qué una comida especial no define la salud, cómo evitar la culpa y qué claves ayudan a vivir las fiestas con más disfrute, presencia y bienestar emocional.


Festejar sin contar calorías: cómo disfrutar las fiestas sin culpa ni control con la comida

Festejar sin contar calorías: cómo disfrutar las fiestas sin culpa ni control con la comida - Créditos: Getty



Llega la época de las fiestas y empiezan las preocupaciones en relación con la comida: cuántas calorías vamos a comer y cómo vamos a hacer para “quemarlas”. En el medio, aparecen posteos en redes sociales y mensajes nocivos en televisión que hablan sobre “todo lo que vas a comer” con tono de alarma, pasando por alto el verdadero significado que estas fechas representan para muchas personas.

Las fiestas son mucho más que una fecha marcada en el calendario: son un momento del año cargado de expectativas y emociones que se mezclan. Para algunas personas representan alegría y reencuentro; para otras, nostalgia, tensión o cansancio. Muchas veces conviven todas esas sensaciones al mismo tiempo y, en ese contexto, la comida ocupa un lugar central. Históricamente, compartir una mesa fue una forma de celebrar, de reunirnos, de marcar que algo especial está pasando.

 

El problema aparece cuando la comida deja de ser parte del encuentro y pasa a convertirse en el eje del conflicto interno. Cuando, en lugar de estar presentes en la charla, en las risas o incluso en los silencios compartidos, estamos mentalmente calculando calorías, evaluando porciones, pensando si “corresponde” comer eso o anticipando cómo vamos a compensarlo. Así, las fiestas dejan de vivirse como un espacio de disfrute y se transforman en una especie de cárcel.

Contar calorías en una noche de fiesta no es control ni salud: es desconexión. Este nivel de control, en ese contexto, suele generar más estrés que bienestar. Nos pone en modo vigilancia, nos saca del presente y nos aleja del verdadero sentido del momento compartido.

Conviene decirlo con todas las palabras: una o dos comidas distintas no definen tu salud ni cambian tu cuerpo de un día para el otro. En cambio, lo que sí suele afectar al cuerpo y a la mente es la culpa, el miedo y la sensación de haber fallado otra vez.

 

Por eso, comer platos que no forman parte de la rutina, repetir recetas familiares, probar algo nuevo o sentarse a la mesa sin apuro es algo que también tenemos que permitirnos sin culpa. Pretender que esos días sean idénticos a cualquier otro suele ser poco realista y, muchas veces, termina generando más ansiedad que alivio. Cuando el objetivo es “controlar”, el disfrute queda desplazado y terminamos pasando un mal momento.

Por otro lado, es importante resaltar que pasarla bien no es sinónimo de descontrol ni de pérdida total de registro. Tampoco es sostener una rigidez extrema y estar pendiente de cada bocado. No es blanco o negro: existe un punto intermedio que suele ser el más saludable, aunque no siempre sea el más fácil de sostener. Alcanzar el equilibrio lleva esfuerzo, pero se puede lograr.

Algunas sugerencias a tener en cuenta al momento de comer en las fiestas:

  • Comer durante el día es clave: “guardarse para la noche” suele aumentar la ansiedad, la voracidad y la sensación de pérdida de control. Además, se llega con mucha más hambre y es probable que se coma el doble.

  • Comer algo antes de la noche no arruina la fiesta; es todo lo contrario.

  • Elegir lo que realmente te gusta y no comer por compromiso, presión o inercia suele generar más satisfacción.

  • Comer despacio para registrar sabores, texturas y sensaciones corporales también ayuda. La clave es estar presente.

  • Recordar que una comida no define tu forma de comer ni tu valor personal puede aliviar mucha presión innecesaria.

  • Evitar comer desde la culpa, el castigo o el enojo, porque suele llevarnos a extremos no deseados. Evaluar todo el tiempo si “te pasaste” te saca del momento.

  • Intentar sostener dietas o restricciones mientras estás comiendo solo alimenta el ciclo de rigidez y frustración.

​​​​​​​Las fiestas no son ninguna prueba a superar

Disfrutar sin excederse no tiene que ver con fuerza de voluntad, disciplina ni reglas rígidas, sino con aprender a escucharte. Escuchar cuándo el disfrute sigue siendo disfrute y cuándo ya no suma tanto; cuándo el hambre baja, incluso si queda comida en el plato; escuchar también las emociones que aparecen, porque no todo lo que pasa en las fiestas tiene que ver con la comida.

Algunas veces vas a comer un poco más, otras un poco menos, y está bien: es parte de una relación flexible y real con la alimentación.

El verdadero problema no es una comida distinta ni un día especial, sino vivir cada fiesta como una prueba que hay que superar. Porque las fiestas pasan, pero la relación con la comida queda —y es para toda la vida—, y cuanto más control, miedo y culpa ejercemos, más difícil se vuelve sostener un vínculo saludable a largo plazo.

En definitiva, que la comida acompañe el encuentro y no lo opaque. Que sea parte del momento y no el enemigo. Y que las fiestas puedan vivirse como un espacio para compartir, disfrutar, aflojar un poco el control y correrse de la exigencia constante, sin estar contando calorías ni castigándote por hacerlo.

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