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 • Opinión

Las 3 claves de Sole Simond para enfrentar nuevos desafíos

Sole Simond dice en el cierre del año: "Me gusta esta idea de mirar los problemas como desafíos, entonces aplico mis tres claves infalibles". Detalla sus claves y habla de la importancia de "seguir la huella".


"Seguir la huella", el consejo que tomó Sole Simond y que aplica en la vida.

"Seguir la huella", el consejo que tomó Sole Simond y que aplica en la vida. - Créditos: Soledad Simond



“¿Hacemos esquí acuático?”, me dijo mi amiga Lola mientras estábamos de visita en Paraná. El día anterior habíamos tomado una clase de SUP paddle y remado como por dos horas contracorriente mientras desafiábamos la gravedad poniéndonos de pie.

Hace tiempo adopté una metodología: hago cosas nuevas. Sobre todo aquellas que me desafían. Las hago sin pensarlo demasiado, sin chequear mucho los riesgos, venciendo la resistencia que nos impone la comodidad. Voy y las hago.

Por eso, en el último tiempo me vine a vivir al Delta, me animé a bucear, hice baños de agua helada, aprendí a esquiar, comencé a entrenar la fuerza con clases de musculación, me arriesgué a un amor diferente, y ese modo aventurero se imprimió en mi día a día para desafiar la adversidad cotidiana. A veces es hacerle frente a una crecida del río; otras, resolver un conflicto laboral en el equipo, alivianar una diferencia con alguna amiga, ir al dentista o llevar bien un embotellamiento, todo lo que implique salir un poco de mi zona de confort.

Me gusta esta idea de mirar los problemas como desafíos, entonces aplico mis tres claves infalibles:  

  • No lo pienses tanto, hacelo: “ya estás en el baile, bailá”, diría mi abuela, porque, en definitiva, muchas veces nos quedamos atrapadas en analizar lo que nos pasa y, a la larga: análisis es igual a parálisis. Entonces, no demores eso que está esperándote.  

  • La respiración es tu aliada: frente a cualquier adversidad, la respiración me ayuda a volver al momento presente. Cuando me gana la ansiedad, o el enojo, o la incomodidad, acomodo mi cuerpo al ritmo de una respiración más lenta y pausada.  

  • No quieras hacerlo perfecto: ¿viste esa famosa frase, “mejor hecho que perfecto”? Bueno, eso mismo. Yo me lanzo a la acción, y me acompaño con lo que es, a veces me sale bien, otras me cuesta, otras quiero salir corriendo, pero lo voy haciendo y no me frustro si algo no sale como esperaba, ni me comparo.  

Con estas tres herramientas, me puse los esquíes sumergida en el Paraná. Me costó hacer la maniobra con la corriente que había, esperando que quedaran bien sujetos al pie, y cuando estuve con el equipo en su lugar; José, el capitán de la lancha, me gritó: “Llevá las rodillas al pecho, estirá bien los brazos, agarrate del manillar”, y arrancó.

Primero, la sensación era que carreteaba con la cola, y con un movimiento que ni imaginé me puse de pie. Sin embargo, a los cinco segundos me caí. Los esquíes volaron por los aires, tragué un poco de agua, y cuando estuve a flote escuché que de la lancha me gritaban: “Sos una genia”, “es re difícil lo que hiciste”, “nadie lo logra en el primer intento”.

Interesante, todo depende de con qué te compares, porque yo pensé que había fallado porque terminé sumergida; pero, porfiada, lo quise probar varias veces, hasta sentirme cada vez más segura, incluso pedí descansar un poquito para recuperar fuerzas y volver a intentarlo. Cuando estuve de nuevo en el agua, antes de arrancar, José me dijo algo que hizo la diferencia: “Seguí la huella, mantenete en la huella que deja la lancha”.

Funcionó como mantra, como si de pronto tuviera un propósito más claro para mantener la estabilidad y poder sostenerme durante un rato esquiando. Y así fue, me alcé como las otras veces, pero simplemente seguí el trazo que dejaba la embarcación, que iba abriendo las aguas. “¡¿Lo estoy haciendo?!”, me preguntaba, “¡sí, sí, lo estoy haciendo!”, no daba crédito. Y entonces seguían los gritos alentadores y amorosos, que te sostienen frente a cualquier peregrinación que hagas, en este caso, acuática. Hasta que dije: “OK, ya me suelto”, y me hundí en una risotada de río, alivio, y “misión cumplida”.  

Cuando estuve ya en la costa, pensé en esas últimas palabras, en por qué calaron hondo en mí, más allá de facilitar la técnica, y entendí que hoy más que nunca, en estos tiempos de incertidumbre, es una linda propuesta andar los caminos que otros han andado ya, sin complicarnos la vida inaugurando senderos machete en mano. En cambio, podemos seguir la huella de aquellos que llegaron a destino o incluso quedarnos un poco pisando tierra firme, en modo ahorro de energía. Eso sí, sin perder nuestra vocación de aventura.  

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