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Andrés Pescuno: la historia real detrás de Cécile, la novela que transforma el dolor en amor

En diálogo con OHLALÁ!, Andrés Pescuno cuenta cómo el amor y la pérdida marcaron el nacimiento de su primera novela, Cécile, un relato íntimo sobre duelo, memoria y escritura.


Cécile y Andrés vivieron una historia de amor que hoy vive en una novela.

Cécile y Andrés vivieron una historia de amor que hoy vive en una novela. - Créditos: Gentileza Andrés Pescuno



Con la escritura como refugio y el recuerdo de un amor que lo marcó para siempre, Andrés Pescuno convirtió el dolor en novela. Cécile (editado por Odelia) no es solo la historia de un vínculo atravesado por la distancia, los reencuentros y la pérdida, sino también una exploración de cómo la literatura puede darle forma a lo indecible y transformar la ausencia en palabras.

En esta entrevista, el autor comparte cómo nació el libro, el camino que lo llevó a ficcionalizar lo autobiográfico y lo que aprendió sobre el amor, la amistad y el poder de narrar lo vivido.

Andrés Pescuno cuenta cómo y por qué escribió esta novela que cuenta la historia de amor que vivieron con Cécile.

Andrés Pescuno cuenta cómo y por qué escribió esta novela que cuenta la historia de amor que vivieron con Cécile. - Créditos: Gentileza Andrés Pescuno

- ¿Por qué decidiste escribir este libro?

Hay algo con la muerte de los seres queridos, el dolor queda suspendido en nuestra vida y uno no sabe qué hacer con esa tristeza que te acompaña a todos lados. Yo tenía esa pregunta, ¿Qué hago con esto?, ¿Cómo puedo transformar el dolor en algo luminoso? Para mí y para Cécile. 

Desde chico escribí, escribí de forma amateur, escribí en blogs, escribí en archivos txt perdidos en mi computadora. Escribí sin intenciones, sin aspirar a nada más que a pasar un buen momento y decir, con suerte, algo más o menos interesante. Con la pérdida de Cécile tomé esa herramienta que tenía a mano. Yo sabía de mis limitaciones con la escritura pero me senté a aprender con humildad, a entender cómo funciona el mecanismo para contar una historia y cómo se combinan todas las variables para que ese cúmulo de palabras pueda llamarse novela. Después de años de trabajo y noches de corrección, quedó este libro que se llama Cécile.

- ¿Cómo lo trabajaste para poder llevar lo aubiográfico a la ficción? ¿Cuánto tiempo te llevó ese proceso?

Empecé con una historia puntual de Toulouse. Yo había viajado para aprender francés y ver si nos reencontrábamos con ella después de diez años. Publiqué en mi Instagram un pequeño texto que hablaba de esa ciudad, de ese reencuentro y de Gardel, que nació ahí. Yo no elegí la ciudad por el cantor, por supuesto, pero esa casualidad me dio el pie para hacer un racconto que terminaba con una línea de la canción Volver: «Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor». Después convertí eso en un texto más largo, algo así como un capítulo, y fue ahí que me di cuenta de que había material para transformar todo lo vivido en una novela. Ese texto fue el puntapié inicial de un proceso que duró tres años, donde dibujé un paisaje con los datos reales: un contexto para que el lector tenga una experiencia entretenida en la lectura. 

Cécile y Andrés vivieron una historia de amor que hoy vive en una novela.

Cécile y Andrés vivieron una historia de amor que hoy vive en una novela. - Créditos: Gentileza Andrés Pescuno

- Si tuvieras que contar tu historia de amor con Cécile, ¿cómo lo harías para esta nota?

- Yo conocí a Cécile en el 2007 cuando ella estuvo de intercambio en Argentina. Con 23 años ambos, coincidimos en una casa compartida en el barrio de Boedo. Nos enamoramos enseguida pero su intercambio terminó y ella volvió a Francia seis meses después. Yo viajé para intentar continuar la relación, pero nuestros caminos no estaban alineados: ninguno estaba listo para continuar su vida en otro país. La noche de la ruptura tuvo un fuerte componente novelesco: caminamos por la madrugada de París dándole vueltas a la ciudad y al vínculo, hasta que concluimos que no había una salida posible y terminamos.

Yo volví a Buenos Aires, continué con mi vida, tuve algunos amores y pasaron los años. Seguí estudiando francés de manera intermitente y diez años después de esa ruptura la Alianza Francesa me presentó la oportunidad de viajar a Toulouse a hacer un curso intensivo del idioma y pensé: ¿qué pasaría si le escribo? Una noche de vino tinto redacté un email que le envíe sin sobre pensamientos. 

Cécile, la novela de Andrés Pescuno (Odelia)

Cécile, la novela de Andrés Pescuno (Odelia) - Créditos: Gentileza Andrés Pescuno

Ese correo la encontró a Cécile soltera después de una esquiva convivencia. Comenzaron nuestros intercambios digitales hasta que finalmente viajé a Francia y nos reencontramos. Allí comenzó la segunda parte de la historia que mis amigos ya me avisaban en esa época que tenía condimentos literarios: un amor internacional, una ruptura en París, una distancia de diez años de estricto silencio. En ese tiempo nunca nos hablamos ni tampoco nos agregamos a las redes sociales, ninguno sabía cuál era la nueva apariencia del otro.

Dos años después, ya con treinta largos y en París, comenzamos a planificar nuestro casamiento y los hijos, pero las cosas no salen siempre como uno quiere: en el 2020 le detectaron un tumor en el riñón y falleció en abril del 2021 en París. Tenía 37 años.

En el libro hablo del après coup. El après-coup es un concepto del psicoanálisis donde un acontecimiento pasado, o bien podría ser una palabra, se resignifica después de un tiempo. Mi historia con Cécile creo que se resignificó después de su partida. El amor que queda trunco es un amor muy intenso, porque late en todas sus posibilidades. En la novela hablo de eso: «A menudo me pregunto por la vida que planificamos y no tuvimos. Lo difícil de este tipo de finales es que todo queda en una hipótesis: que hubiese pasado si, qué hubiera cambiado si. Un ejercicio que sé que no debo hacer, pero como un niño que vuelve al enchufe, recaigo en ese juego que tiene un resultado imposible, ni bueno ni malo, propiamente imposible, que es seguramente el peor de los finales.» Mi amor por Cécile entonces está en lo que vivimos y en lo que no vivimos.  

El parque donde íbamos a leer con una lona estaba al lado de la Torre Eiffel.

Cécile y Andrés, retratados por una amiga, un día en el parque donde iban a leer en París, al lado de la Torre Eiffel.  - Créditos: Gentileza Andrés Pescuno

- ¿Qué es el amor de pareja para vos?

- En la novela escribí algo al respecto: «Crecimos con una idea de amor romántico inventada tal vez por el cine, tal vez por Disney o por la literatura. Alguien nos hizo creer que el amor era cenar a la luz de las velas pero ahora entiendo que, en verdad, se parece más a compartir un paraguas bajo la tormenta».  Y yo lo entiendo así. Después cada uno tiene su tormenta, a veces son garúas, a veces son tornados que te dejan sin techo ni casa. Pero el amor de pareja me parece que es eso: aprender a transitar las lluvias de a dos, compartiendo el paraguas sin egoísmos, o más bien, todo lo contrario: si yo me tengo que mojar un poco para que vos estés a resguardo, lo voy a hacer.

- Sobre el valor de la amistad como red: ¿qué encontraste a partir de esta historia de amor que no sabías que existía en tu vida?

Hay muchas cosas que me rescataron. Una es la lectura y la escritura, otra, los amigos. Cuando volví de Francia encontré en mis amigos un espacio de contención para armar planes, hablar de pavadas y de escritura. Muchos de mis amigos que ya escribían me fueron guiando en este proceso de armado de la novela y me dieron consejos que fueron muy valiosos. Sin ellos este libro no existiría.

Cécile y Andrés vivieron una historia de amor que hoy vive en una novela.

Cécile y Andrés vivieron una historia de amor que hoy vive en una novela. - Créditos: Gentileza Andrés Pescuno

- En tu novela los protagonistas descubren conexiones nuevas con el lenguaje, juegan, ahí anida también el amor entre ellos. ¿Hay algo que especialmente te llame la atención de esa exploración individual y conjunta que hicieron con el lenguaje que puedas revelarnos?

- Yo empecé a descubrir con Cécile los equívocos del lenguaje en nuestra primera etapa. Esa fue la primera conexión. Yo lo supe enseguida: para entenderla a ella tenía que hablar francés. Ella hablaba bien español aunque decía algunas palabras tal cual como dice la novela: «Ella habla muy bien el español pero no perfecto: dice «gargantua» en lugar de garganta, «mostico» para mosquito, y a la sala de espera de los consultorios médicos la llama «sala de esperanza». Pero yo sabía que su cabeza hablaba francés, soñaba en francés e insultaba en ese idioma. Y me parecía fundamental entender eso para entenderla a ella. Me sumergí en ese idioma con pasión y en el medio fui descubriendo los “falsos amigos” (palabras que a primera vista parecen una cosa pero significan otra) y etimologías del lenguaje. El primer descubrimiento casualmente, o no, lo tuve en la forma en que los franceses definen al amor. Así lo transcribí en el libro: «Reparo en la manera singular que tiene el idioma francés para decir «enamorarse»: tomber amoureux. Es la misma fórmula que también utilizan los ingleses con «fall in love» y en ambos casos significa, literalmente, caer en el amor. Pasé meses compartiendo con Cécile nuestros idiomas y encontré a cada paso una nueva forma de ver el mundo. Ahora no tengo dudas de que los idiomas no son arbitrarios y esconden siempre una verdad: ¿Existe acaso alguna caída que no duela?».

Y entre los dos nos animábamos: ella me ayudaba a estudiar francés y me traía cosas nuevas. Hay una que me gusta mucho que finalmente no quedó en la novela y me la contó Cécile una tarde en San Telmo: compañero en francés se dice copain. La palabra se desarma muy fácil: co-pain. Compañero es la persona con la que se comparte el pan. 

Ambos ejemplos me parecen fascinantes porque explican algo más: el amor (también) duele, con tu amigo compartís el pan. Por eso me gustan las etimologías de las palabras, y por eso, porque me ayudaba a descubrirlas, también me gustaba Cécile, entre otras cosas.

Cécile y Andrés, quien imprimió para siempre la historia que vivieron en una novela que editó Odelia.

Cécile y Andrés, quien imprimió para siempre la historia que vivieron en una novela que editó Odelia. - Créditos: Gentileza Andrés Pescuno

- Los escenarios de ciertos barrios porteños (y su tango) y otros europeos (parisinos, sobre todo) también hacen a la historia: ¿cómo fue narrarlos, casi a modo de crónica?

- La novela está ambientada en dos barrios principalmente: Boedo y el XV e arrondissement. En Boedo ambienté todo lo porteño: el bar, las escenas de tango y el empedrado. Desde chico se escuchaba tango en mi casa. Eso me sirvió para sacarle algunas referencias y construir algo para narrar: «A lo lejos, en una esquina, veo una luz amarilla bajo un toldo. ¿Será esa la famosa luz de almacén de la que habla el tango?»

Diez años después, el escenario cambió y también fue interesante sumergirme en el paisaje de París, una ciudad donde la belleza rebalsa en cada cuadra. El parque donde íbamos a leer con una lona estaba al lado de la Torre Eiffel. Así quedó plasmado en el final de la novela cuando cuento el descubrimiento, un año después de su partida, de una foto inédita: «En la secuencia estamos Cécile y yo sobre el césped de Champ-de-Mars. Ella está sentada con un pantalón de jean y una musculosa blanca. Yo estoy recostado con la cabeza apoyada sobre sus piernas y los ojos cerrados.

Supongo que dormía y ella aprovechó para alejar el teléfono y tomar esa imagen. Era un día despejado y creo que primaveral porque en París solo se puede estar en remera durante las estaciones estivales. Detrás nuestro se ve la torre Eiffel y, justo en ese momento, pasan dos pájaros volando.» Después recordé esa tarde y sé que no fuimos hasta allí para hacer una foto: formaba parte de una hermosa rutina. 

  -¿Este libro es una forma de seguir duelando este amor?

No sé cuándo se termina el duelo. No entiendo bien porque lo vivo en presente con distintas intensidades. El amor que le tengo a Cécile es eterno. Quizás el libro sea una forma de cerrar el duelo, no lo sé. 

¡Compartilo!


Verónica Dema

Verónica Dema Editora de Actualidad en OHLALÁ! Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Especialista en Prácticas Redaccionales. Tiene un Máster en Periodismo por LN/Universidad Torcuato Di Tella. Dedicada a temas de géneros, cultura y sociedad.


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