
Quién es Maito, la creadora de Goma Editora, el sello que une poesía, diseño y fotografía
Arquitecta, fotógrafa y ahora editora, la argentino-venezolana Maito, o María Antonia Rodríguez —fundadora de Goma Editora—, celebra el primer año de su sello independiente, donde poesía, imagen y diseño se entrelazan con humor, libertad y una mirada profundamente latinoamericana.
16 de noviembre de 2025

Quién es Maito, la creadora de Goma Editora, el sello que une poesía, diseño y fotografía - Créditos: Gentileza
En un mundo editorial que suele estar muchas veces dominado por la urgencia y la repetición, Goma Editora propone volver a la curiosidad, al juego y a la exploración. Creada en Buenos Aires por María Antonia Rodríguez, o simplemente Maito, esta casa independiente nació en plena pandemia y hoy se consolida como un espacio donde conviven la poesía, la fotografía y las artes visuales.
Con títulos que invitan a leer de otra manera —como La ciudad oculta, impreso en tinta reactiva a una moneda—, Goma celebra su primer año de vida reafirmando su espíritu lúdico y experimental.
En diálogo con OHLALÁ!, Maito repasa su recorrido entre Venezuela, Nueva York y Buenos Aires, comparte los aprendizajes de esta nueva etapa y reflexiona sobre el poder del libro como territorio de libertad y encuentro.

Algunos de los títulos de Goma Editora - Créditos: Gentileza
—Venís de una vida muy ligada al arte y la fotografía. ¿Qué aprendizajes de esos mundos llevaste al universo editorial? ¿Y qué te impulsó a dar ese salto?
—Mis intereses siempre han sido diversos, como bien decís: vengo de la arquitectura, el diseño y la fotografía, pero siempre estuve, de algún modo, vinculada al mundo editorial. En Venezuela trabajé escribiendo y colaborando en revistas y suplementos culturales dedicados a la arquitectura y el arte. Durante los años que viví en Nueva York estudié diseño editorial, medios interactivos y profundicé en mi práctica fotográfica. Al regresar a Buenos Aires fundé, junto a Beto Gutiérrez y Juan Peraza Guerrero, el colectivo fotográfico La ONG, un espacio de investigación en torno a la imagen. Paralelamente tomaba talleres de escritura y siempre fui bastante lectora.
En la pandemia de 2020, todos los proyectos con los que estaba involucrada se disolvieron y me encontré en una especie de vacío. Con el tiempo libre de ese momento incierto me dio por revisar mi archivo fotográfico y encontré cientos de imágenes descartadas de mis hijos. Con ese material edité Error de madre, un libro autopublicado que trabajé a distancia junto al diseñador español Jaime Narváez y que se imprimió en Madrid en una tirada mínima. El libro fue finalista del Premio Internacional FELIFA.
El proceso de creación, diseño y edición de ese proyecto fue tan enriquecedor que, en medio de aquella crisis laboral, decidí dedicarme por completo al trabajo editorial. Así nació Goma Editora, y creo que aquí me planto, finalmente.
El mundo editorial me permite esta suerte de dispersión profesional: no tengo que elegir. En él pueden convivir todos mis intereses —el diseño, las artes visuales, la literatura—. Encuentro que el formato libro es un espacio de gran libertad y generosidad.
—Viviste en distintos países y culturas. ¿Cómo influyó ese recorrido —entre Argentina, Venezuela y Nueva York— en tu mirada como editora y creadora?
—El extranjero mira todo con más atención. Hay un aprendizaje que debe ocurrir: de lugares, idiosincrasia, humor, a veces un nuevo idioma; la curiosidad está entonces más disponible. Eso aviva la creatividad y nos invita a conectar con nuestro entorno de un modo original; no damos las cosas por sentadas como hacemos cuando estamos en nuestro terreno conocido.
Ser extranjera es lo que siempre he sido. Me cuesta imaginarme totalmente identificada con un lugar: en Venezuela era medio argentina, aquí soy medio venezolana y, en Nueva York, simplemente latina. Ese “descolocamiento” es, a veces, un espacio solitario, pero lo recomiendo fervorosamente. Es algo que todos deberíamos experimentar alguna vez: nos hace más empáticos y más creativos.
—En relación con Goma, ¿cuál creés que es la fuerza o el espíritu diferencial que caracteriza a tu editorial? ¿Qué peso le das al texto, a la imagen y al diseño en cada una de las obras?
—La ausencia de solemnidad es algo importante para Goma, cierto humor y el espíritu lúdico de los libros. El nombre Goma ya anticipa, creo, flexibilidad y juego. Incluso la imagen del logo tiene algo infantiloide, con todos esos personajes y letras infladas. Con respecto al peso de texto, imagen y diseño, cada libro es distinto.
Recientemente hicimos una edición limitada del libro La familia, obra del fotógrafo Beto Gutiérrez, y juntos decidimos todo a partir de la idea que él traía, probando y descartando formatos, modos de impresión, papeles. El diseño tuvo un peso muy grande en la toma de decisiones.
En cambio, con los poetas el énfasis está en el texto, las palabras, el orden de los poemas. Cada proyecto es distinto y tiene su propio desafío, pero esta parte del intercambio con los autores es lo que más disfruto; es la zona más creativa del trabajo editorial. Lejos del Excel y del correo electrónico.
—En La ciudad oculta propusiste una edición en la que hay que “descubrir” con una moneda. ¿De dónde nace esa idea de experimentar y qué lugar ocupa esta original forma de comunicar a la hora de pensar un libro?
—En el caso de La ciudad oculta, yo simplemente tenía el deseo de leer impreso ese hermoso poema (La ciudad, de Gonzalo Millán) que siempre está fuera de circulación por una razón o por otra. Primero por la censura y el exilio (Millán escribió el libro en Canadá durante la dictadura de Pinochet y no fue publicado en Chile hasta 1987) y luego por temas burocráticos relacionados con los derechos de autor y la herencia.
Pero la restricción o la imposibilidad son habitualmente generadoras de ideas, como nos enseñaron los oulipianos, así que pensé que sería un buen homenaje tanto a la obra como a su ocultamiento imprimirlo en tinta reactiva a la moneda. Así, La ciudad oculta parece un libro en blanco a simple vista: el texto solo se revela cuando el lector raspa las líneas con una moneda de 10 pesos chilenos, incluida en la solapa.
Además, la elección de la moneda no es casual: La Moneda es también el nombre del palacio de gobierno chileno, y el tema de los derechos es siempre un asunto de dinero.
Me interesan particularmente los libros que incorporan un diferencial conceptual, algo que dialogue formalmente con la obra que contienen. Esa experimentación, ese cruce entre contenido y materialidad, es algo que espero que tenga cada vez más protagonismo en las futuras ediciones de Goma.
—¿Cómo fue la selección de los primeros títulos? ¿Qué une a poetas y artistas tan distintos dentro de Goma?
—Los primeros títulos de poesía se los debo a la poeta Gabriela Bejerman, quien ha sido como una madrina de la editorial. Gaby es mi maestra de escritura y se ha convertido en mi amiga. Cuando Goma se estaba gestando fuimos juntas a una lectura de poesía donde escuchamos a Márgara Averbach leer un poema por el que estaba recibiendo un premio; Gaby me la presentó y Márgara tenía un libro de poemas inéditos que se convirtió en Ramos generales, primogénito de Goma.
Suwon Lee es mi amiga desde tiempos caraqueños y sabía que tenía la maqueta de ese trabajo hermoso que es Mr. & Mrs., ese fue el segundo libro, que inauguró el catálogo de libros de artista y fue una coedición con RM, una importante editorial española.
Aunque no es excluyente, el catálogo de Goma apunta principalmente a la obra de artistas y escritores latinoamericanos. Todos los proyectos se han dado de forma bastante orgánica y siempre provienen del deseo, la admiración y la amistad. Tengo la suerte de tener amigos muy talentosos.
—¿Qué desafíos y aprendizajes te dejó este primer año de vida de la editorial y hacia dónde te gustaría que crezca Goma en los próximos años?
—He aprendido infinidad de cosas, en especial la importancia de que exista un movimiento o comunidad de editoriales independientes para que puedan circular libros y voces diversas que las grandes editoriales no publican. Me ha sorprendido también la generosidad de mis colegas editores, siendo yo, en cierto modo, una outsider. En especial Gabo Moreno, editor de Caleta Olivia, quien generosamente me asila en su puesto de la FED a la espera de un stand propio y distribuye algunos títulos de Goma junto con los suyos.
También he aprendido a refrenar mi entusiasmo, a no decirles que sí a todos los proyectos que me proponen ¡y a imprimir menos ejemplares por título! Parece que la poesía no es muy comercial, ¡quién lo diría!
—¿Cómo es un día tuyo desde que te embarcaste en esta fabulosa aventura editorial?
—Un día mío es como el de casi todos: paso demasiado tiempo en la computadora. Revisando textos o maquetando algún libro, respondiendo emails, actualizando stock. Trato de reservar algún rato al día para leer libros, no pantallas; también para escribir y comer medialunas.
Así se presenta la editora
Mi nombre es María Antonia Rodríguez —Maito—. Nací en Argentina y crecí en Venezuela, donde desde temprano me vinculé al mundo editorial a través de revistas y suplementos culturales de arquitectura y arte. Más tarde viví en Nueva York, donde estudié computación gráfica y fotografía, y al regresar trabajé junto al fotógrafo Nelson Garrido. Ya en Buenos Aires cofundé el colectivo fotográfico La ONG Buenos Aires y continué explorando la relación entre imagen y texto.
En 2020 edité Error de madre, un libro con fotografías descartadas de mis hijos y breves textos poéticos, que fue finalista del Premio Internacional FELIFA. El proceso de concebir, diseñar y editar ese proyecto resultó tan enriquecedor que decidí dedicarme de lleno al trabajo editorial. Así nació Goma Editora.
En Goma busco reunir mis intereses en diseño, literatura y artes visuales, pero sobre todo experimentar con el libro como espacio de exploración formal y conceptual. La editorial se propone ser un laboratorio donde confluyen voces emergentes y consagradas, siempre con la intención de expandir los límites de lo que un libro puede ser.
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