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La estimulación en los bebés: por qué menos es más en su desarrollo

Muchos bebés alcanzan sus hitos sin estimulación extra. Respetar sus ritmos, evitar comparaciones y acompañar sin presión son claves para un desarrollo saludable.


La estimulación en los bebés: por qué menos es más en su desarrollo

La estimulación en los bebés: por qué menos es más en su desarrollo - Créditos: Getty



Libritos con colores, chiches con sonidos, tableros multisensoriales, cubos apilables… hay un universo de propuestas para estimular a nuestros hijos. ¿Por miedo a qué? Tememos que sea el último en hablar, que demore en caminar, que no cumpla con los plazos establecidos sobre su desarrollo.

Los llenamos de estímulos y, sin embargo, ellos siempre acaban jugando con la caja en la que vienen los regalos, con una bolsa o con los broches para colgar la ropa.

Aunque con este artículo busquemos dar información para no enloquecer frente a cada uno de los comentarios que recibimos sobre nuestros hijos, lo que vas a leer es información general. La idea es sumar perspectiva y calma frente a comparaciones o al típico “¿todavía no…?”. Si hay una inquietud real y sostenida (porque tu intuición insiste, porque en el jardín te comentaron algo o porque el pediatra observa lo mismo), lo mejor es hacer una consulta y evaluarlo de manera completa.

Evitemos la comparación

Sabemos que es difícil no caer en la comparación, porque nunca falta ese comentario que nos mortifica sobre lo “demorado” que viene el desarrollo de nuestro hijo: ¿todavía no camina?, ¿no habla?, ¡debería sentarse solito ya! Y automáticamente pensamos que no estamos haciendo lo suficiente, que somos malas madres, que no prestamos atención, que no nos dimos cuenta.

Tenemos que entender que la maduración de cada bebé o niño es como la de las frutas. Cada cual tiene sus tiempos y esos meses de diferencia no hacen una naranja más rica que la otra, ¿o no?

Tarde o temprano va a lograrlo

Cuando el desarrollo viene siendo fisiológico y no hay un diagnóstico que indique una terapia específica, el bebé estará preparado, a su tiempo, para alcanzar cada uno de los hitos de su maduración. Estimularlo acelera lo que eventualmente va a lograr por sí solo.

El problema es que la estimulación no solo acelera o adelanta su proceso, sino que a veces trae aparejadas algunas otras cuestiones. Veamos, por ejemplo, el hecho de forzar posturas: cuando la fuerza muscular o la fuerza esquelética no está del todo completada, esto puede resultar en algunos vicios que se traducen en bebés que se tropiezan más fácilmente o que son más torpes en su motricidad. Por eso repetimos que la maduración de cada niño tiene sus tiempos; confiemos en que la naturaleza es sabia y que cada uno lo hará a su ritmo, cuando muchos otros factores (imperceptibles a simple vista) lo acompañen a dar ese paso.

El estímulo nos hace perder la espontaneidad que tiene el desarrollo en sí mismo. Un bebé que siempre fue ayudado no sabrá hacerlo sin ayuda. Como pediatras, solemos aconsejar la no intervención. Pero cuidado: no intervenir no es lo mismo que no hacer absolutamente nada.

Acompañar y estar presentes

Los bebés siempre buscan conectar con sus cuidadores y perciben la expectativa que ponemos sobre ellos en que logren ciertas cosas: que se sienten, que caminen, que hablen…

Apaciguar nuestras expectativas es difícil, pero es fundamental para poder acompañarlos sin transmitirles esa presión. Si a nuestro bebé le damos apego seguro y tiempo, su desarrollo simplemente sucederá.

Algunas maneras de acompañar sin intervenir:

  • Preparar un espacio seguro en el suelo.
     
  • Colocar al bebé boca arriba y descalzo.
     
  • Estar presente y disponible.
     
  • Acompañar con palabras, mirada y presencia, pero sin dirigir.
     
  • Brindar aliento sin expectativa ni presión.
     
  • Confiemos en su propio ritmo y vamos a ver cómo avanza de manera natural y en el momento justo.

La autonomía: una pieza clave en el desarrollo

Desde su nacimiento, los niños son seres con una capacidad innata para desplegar su desarrollo a su propio ritmo. Sin embargo, este proceso no ocurre de manera aislada: necesitan de la presencia, la respuesta y la co-regulación del adulto para ir construyendo, poco a poco, su propia capacidad de regulación.

“Los niños que se desarrollan más lentamente que la media no solo tienen el derecho a hacerlo, sino que tienen sus razones, que se han de respetar”.
—Dra. Emmi Pikler

La Dra. Pikler (1902-1984) observó que los chicos de un orfanato que no recibían ningún tipo de estímulo alcanzaban los mismos hitos que cualquier otro niño. Y aunque las condiciones de un orfanato no fueran las ideales, Pikler entendió cuáles eran los pilares necesarios para el desarrollo integral de los niños:

  • Movimiento libre y juego autónomo: moverse libremente y jugar a su propio ritmo, sin la intervención constante de los adultos.
     
  • Relación afectiva y amorosa: crear un vínculo seguro basado en el respeto mutuo, la empatía y una comunicación sincera.
     
  • Entorno adecuado: un espacio seguro, ordenado y estimulante que permita la exploración libre sin peligros.

Recordemos siempre que, cuando respetamos su autonomía y su propio ritmo, les damos el espacio necesario para desarrollarse de manera natural y acorde a sus necesidades.

La culpa

¿De dónde viene esa culpa que sentimos de no estar haciendo nunca lo suficiente? A nosotros, como adultos, nos rodea una sobreestimulación sobre todo lo que podríamos hacer (pero no estamos haciendo), sobre nunca estar al día con los pendientes, sobre la sobreinformación que nos acaba desinformando. Y cuando se trata de nuestros hijos pasa exactamente igual: estimulación temprana, tummy time, tarjetas blanco y negro… Miles de formas para que nuestros bebés lleguen antes a sostener la cabeza, a rolar y a sentarse.

Pero ¿para qué? ¿Qué apuro tenemos? Cada proceso tiene su tiempo y, en la lentitud, se articula el detalle del movimiento. Aceptar los tiempos propios, pero también los ajenos, es la mejor manera de asimilar cada avance y así lograr un paso firme hacia adelante.

El desarrollo como algo global

Entendemos que pueda existir una preocupación lógica por el desarrollo de nuestros hijos, pero para evaluarlo debemos entenderlo como algo global.

A veces se vive el desarrollo como un “todo o nada”: si no hace X a tal edad, entonces algo anda mal; y si hace otra cosa, entonces ya está, “todo perfecto”. Pero el desarrollo infantil no funciona así. Es un proceso global, con áreas diferentes (motricidad fina y gruesa, lenguaje y socioemocional) que pueden madurar a ritmos distintos.

Por eso, ante una sospecha, lo mejor es evitar sacar conclusiones rápidas: un dato suelto puede hacer que se sobreestime un problema o que se subestime, incluso desde miradas profesionales. El equilibrio está en evaluar el cuadro completo, con contexto y seguimiento, y en escuchar la propia intuición.

En concreto: ¿hay algo que a ustedes les preocupa de manera sostenida? Si es sí, vale la pena hacer una consulta con un profesional para una evaluación integral.

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