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Mitos y verdades de la crianza respetuosa, según Lucía Gómez Centurión

Hay mucha confusión sobre lo que es y lo que no es la crianza respetuosa. En esta nota te dejamos algunas claves que nos comparte Lucía Gómez Centurión para entender de qué se trata.


Mitos y verdades de la crianza respetuosa, según Lucía Gómez Centurión.

Mitos y verdades de la crianza respetuosa, según Lucía Gómez Centurión. - Créditos: Getty



"Eres una buena madre", dice un meme que circula entre las mamis del jardín, con la cara de Carlos González, el pediatra español que popularizó la corriente de crianza llamada "crianza respetuosa". Como él, hay un montón de especialistas que comparten con información sobre pies descalzos, las primeras comidas en trozos, no dejarlos llorar y hacer colecho, y consejos de crianza miles. Pero, ¿es todo lo mismo? ¿qué dice realmente este estilo de crianza?

"Hay mucha confusión de lo que es la crianza respetuosa. Como digo siempre, deberíamos hablar solo de crianza. El respeto debería ser inherente al acto de criar", afirma la pediatra Carla Orsini en su libro Maternidad real. Y es que este estilo de crianza, que ahora está en boca de todos, surgió como efecto para contrarrestar la crianza adultocéntrica (centrada en el adulto, sin contemplar al niño como un sujeto de derechos, con sus deseos y tiempos propios) que vivimos la mayoría de quienes hoy somos madres y padres de niños y niñas pequeños.  

Hoy, podemos ver en redes un montón de datos y consejos, muchas veces contradictorios, y al final, nos sentimos, un poco perdidas. Por eso, charlamos con Lucía Gómez Centurión, psicóloga y directora de APRENTIA (@aprentia_ae) sobre mitos y verdades de la crianza respetuosa.

Verdad: la crianza respetuosa implica respeto a toda la familia

La crianza respetuosa tiene que ver justamente con el respeto hacia el crecimiento. La crianza es el acompañamiento de este crecimiento de los niños y niñas, basado inicialmente en los derechos del niño.

Antes el paradigma era: "Vos sos el niño. Yo soy el adulto y te digo lo que tenés que hacer y cómo". No había lugar para las emociones o los pensamientos de los niños. Venimos de generaciones en donde eran pocos los papás que se sentaban a hablar con el niño y niña y les preguntaban cómo se sentían. Venía una nota de la escuela y estaba el reto, el "yo te digo cómo es". 

Frente a esto, la crianza respetuosa apunta a darle lugar a los chicos. Y que se puedan, desde bebés, respetar sus tiempos y sus necesidades. De ahí el auge del movimiento libre, la teoría de que los pañales no se sacan, etc.

La crianza respetuosa implica poner límites con amor

La crianza respetuosa implica poner límites con amor

Mito: criar con respeto es no poner límites

Muchas veces, lo que aparece es "Como respetamos al chico, el chico decide esto no y no se hace". Pero ahí hay un error conceptual. Pensar que un chico de dos años o de tres años puede decidir lo que está bueno para él o si esto le conviene o no le conviene es ponerle demasiada presión y demasiada exigencia. Uno como adulto tiene que ir marcando ciertos límites y ciertos Nortes. No es que el chico o chica puede hacer todo lo que quiera porque "te respeto".

A veces, se confunde o se interpreta la crianza respetuosa como "respeto a tu deseo y te doy todo lo que querés". Pero eso no es respeto. Es sacarse la responsabilidad como adulto de educar, ya que es más fácil darle lo que quiere que decir que no y bancar el berrinche. Esto es mucho más trabajoso. Acompañar la crianza con respeto implica poner límites y ahí entra el sentido común y no dejarse llevar por los extremos.

El respeto tiene que ver con escuchar y el acompañar. Es darles lugar, sí, pero no por eso, hacer lo que el niño o niña quiera necesariamente. No es lo mismo decir, por ejemplo, "Si te subís, te podés caer y lastimar" que "Te lo dije mil veces. Bajate ya". El límite siempre tiene que ver con el cuidado en general. Y no es tampoco dejarlo subirse porque ya te cansaste de retarlo. Una puede poner la palabra, y hay cosas que se negocian y otras que no. Como mamás y papás elegimos qué batallas dar. 

Mito: estamos criando una generación de cristal

Esto se hila con el mito anterior, cuando hay una lectura de la crianza respetuosa como "hacé lo que quieras".  Ahí es donde aparecen chicos que no toleran la frustración. Si hacemos todo lo que el niño quiere, le damos todo lo que pide, entonces crece desde ahí. Pero si una acompaña, dialoga, es distinto. Por ejemplo, si nos piden una bici y ya tienen una, les podemos preguntar por qué quieren una bici y explicar por qué no le vamos a comprar otra. La frustración va a estar, pero es necesaria. La frustración tiene que ver con el límite y el límite es lo que ordena. Es lo que marca todo lo que sí y todo lo que no.

Y, ojo, no es solamente lo que no porque creo que no. Porque está muy instalado esto de que si te pongo límites es porque te estoy retando. Pero el límite también habilita todo lo que sí se puede hacer y todo lo que quizás en este momento no, aunque a lo mejor cuando seas más grande. Y eso no es no respetar la crianza de los chicos.

Hay una confusión por parte de las familias en relación a la crianza respetuosa y lo que los chicos quieren y pueden hacer, y lo que los adultos consideran que pueden o quieren hacer. A veces, des-responsabiliza a los padres, esto de "No, bueno, es lo que él quería". Pero y vos como papá o mamá, ¿dónde estabas?, ¿qué te parece? ¿Qué de eso le va a hacer bien?

Verdad: se puede sostener sin gritos ni castigos

Somos generaciones de madres y padres que trabajan, que tienen sus ocupaciones y responsabilidades, y que están muy presentes con sus hijos. Son muchas responsabilidades y hay un montón de desbordes. Y, a veces, es difícil parar y bajar a este lugar de "Charlemos: ¿qué te pasa? ¿Qué me pasa a mí también con esto?". Está bueno poner en palabras, pedir disculpas por gritar, hablar mal y también explicar por qué estamos diciendo que no. 

Obviamente, para evitar ese desborde, a muchos padres y madres les es más fácil no confrontar con los chicos, darle el celular para que no llore en público, comprarle las 1.000 golosinas para que no moleste, porque, en el fondo, una no puede más. Entonces, cuando los chicos llegan recontra desbordados, es porque no hay un límite, no hay orden, no hay acompañamiento ni puesta en palabra. Cuando no hay lugar a que se los escuche, pero no para hacer lo que ellos quieran, sino para dialogar, para construir juntos y poder entender por qué este chico quiere eso en ese momento y uno como mamá o papá orientar un poquito.

Y es también habilitar el enojo, decirles que entendemos que ellos quieren eso, pero aún así no lo vamos a hacer. Y también enmarcar la conducta: "Podés enojarte, pero no podés revolear cosas" y cuando están más tranquilos, quizás ver qué cosas sí pueden hacer cuando están enojados. 

El respeto tiene que ver con la emoción del otro, con lo que le pasa al otro, con lo que siente y piensa el otro, y eso es clave. Lo fundamental es respetar a los niños y las niñas siempre y darles lugar. Pero, otra vez, esto no es escuchar lo que quiere y hacerlo indefectiblemente. Sí hay que escucharlo y sobre eso dialogar, trabajarlo. Ahí es donde creo que que nos confundimos a veces.

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